14 Un lobo blanco

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Anne-Marie ensilló a su caballo y lo azuzó para ponerse en marcha hacia el pueblo más cercano. Ni pizca de ganas tenía en aquel momento de bajar al pueblo. Habían pasado unas pocas semanas desde que la perseguían, quizá ella ya no era interés para los milicianos, pero no se lo terminaba de creer. Alucard había prometido que iría con ella, pero allí estaba, sola en medio del camino recorriéndolo junto a su viejo caballo, ya que sobre el medio vampiro no había ni rastro.

Anne-Marie no quería pensar mucho sobre ello, casi prefería autoengañarse y creer que la estuviese vigilando entre las sombras, que era lo que él le había aclarado, pues él había dicho que no quería exponerse directamente ante la gente del pueblo. Quizá por su mala y ficticia reputación, mejor mantener esas historias sobre un malvado monstruo que merodeaba por el bosque y vivía en un castillo casi derruido, prefería eso que llamar la atención y atraer a la gente inadecuada a su casa.

Bastante ya tenía con la oradora. Suficiente con ella. Más que suficiente.

Annie iba ligeramente rápido, para acabar cuanto antes con el recado. Alucard le había proporcionado esta vez el dinero suficiente y le había dicho que comprase otras cosas necesarias aprovechando el viaje. Ella había asentido, como siempre, pero ahora, subida al caballo, sola y preocupada, empezaba a impacientarse. Hasta admitía que estaba experimentando un ligero cabreo porque cada vez lo tenía más claro.

–Hades... creo que es un ingrato. Me ha mentido, estoy en la puerta del pueblo y no está.

El caballo relinchó y paró su andar por orden de la propia Anne-Marie.

Un alto en el camino, ¿qué era eso?

Al lado de Anne-Marie, muy cerca, un gran lobo de pelaje blanco parecía caminar tranquilo a su lado.

Annie lo miró con detenimiento, era precioso pero intimidante, mejor apartarse de ese camino y perderlo de vista.

–Arre, Hades, vamos...–ordenó Annie, pero el lobo la miró, deteniéndose y Anne-Marie se quedó helada.

El lobo blanco ladró, quieto. Era como si la estuviese esperando. De hecho, se levantó de nuevo y le siguió los pasos, lento y curioso.

Quizá estaba amaestrado y andaba perdido, buscando a su dueño de vuelta.

–¿Es que te has perdido? –preguntó amable Anne, parando su corcel donde el animal salvaje.

El lobo se sentó en el suelo otra vez, tranquilo y paciente. Pues sí, quizá estaba amaestrado y perdido.

Annie se bajó del lomo de Hades y, no sin cierto reparo, se acercó donde el lobo. Éste siguió quieto, mirándola

–Guao... eres toda una belleza, amigo –dijo Anne-Marie, agachándose ligeramente y acercando el dorso de su mano, cerrándola hasta formar un puño cerrado, para que el animal la oliese y viese que podía confiar en ella. El animal se alejó un instante, desconfiado, pero tras olerla, acercó su hocico y permitió que Anne-Marie le acariciase la cabeza.

–¡Menudos ojos! –exclamó asombrada al ver de cerca la cara del animal. Se acordó de que había visto una mirada muy parecida. El señor de la casa tenía el mismo color de ojos–. Eres un lobo bueno, dejas que te acaricien. Tienes... tienes sus ojos. Ojalá él fuese un poco como tú, pero me refugio en la casa de un viejo huraño.

Anne-Marie miró triste al animal, paró de susurrarle con voz dulce para mantenerlo tranquilo y se puso en pie de nuevo, dando unos pasos más hacia el interior del pueblo, con las riendas de su caballo en una mano y con la otra, le indicó al lobo que la siguiera.

Heridas (Alucard + OC, fanfic Castlevania) Lara Herrera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora