Había perdido la cabeza. Y quizás había exagerado un poco con la finalidad de asustar a cierta persona. Pero luego se le fue de las manos y se encontró apuntando su arma a la cabeza de Volkov.
¿Y todo para qué? Para que el capullo tan solo le dijera "no lo deje flotando en el agua"
¿Cómo mierda iba a alejarlo de su lado? ¿Cómo mierda lo convenceria de que es un monstruo? ¿Cómo haría que llegado el momento, Volkov eligiera su propia vida por encima de la suya?
Tal vez... si encontraba otra razón por la cual vivir...
Conway no paraba de darle vueltas a las razones que lo llevaron a estar dónde estaba. Sentado en la cafetería del hospital, mirando de reojo a su comisario y su "cita". Haciendo el tonto para que no se le notará como su corazón dolía.
Y es que podía negarlo, podía mentir, podía ser un desgraciado y apartar a ese hombre de su lado con venenosas palabras que incluso a él le dolía pronunciar, y todo por su complejo de héroe... por su absurda necesidad de mantenerlo a salvo, sobre todo de él mismo. Porque no era nada tonto y sabía perfectamente qué sí Volkov seguía a su lado su muerte estaba asegurada.
Por eso, no importaba su dolor, no importaba cuánto deseaba estar él en esa silla junto a su comisario, no importaba si sólo podía mirarlo de lejos de ahora en adelante. Volkov estaría a salvo, tendría un futuro, una vida, una familia.
Tenía que dejar de aceptar las órdenes de su superior que no tuvieran que ver exclusivamente con él trabajo.
Aún se preguntaba, ¿cómo logró Conway convencerlo de ir a ese lugar y tener una "cita" con esa mujer? ¡Ah, es verdad! Lo vio tan desconectado del caos que vivieron durante el día mientras jugaba a ser su cupido, que no pudo negarse. Quería verlo sonreír más y que se olvidará un poco del trabajo y los problemas, por eso, por hacerlo feliz, aceptó meterse en aquella incomoda situación.
Volkov no quería estar ahí, sin embargo era un caballero, no lo demostraría ni sería desagradable con quien no lo merecía, y en parte se sentía desgraciado por estar en todo momento deseando que en esa cafetería sólo estuvieran él y Conway.
En todo momento intento enfocar su atención en la doctora que amablemente trataba de llevar la conversación adelante a pesar de los incómodos silencios. Pero su vista constantemente buscaba a su superior y por dentro reía al verlo hacer el tonto en la silla de al lado.
Cuánto deseaba estar en una cita con él, beber un café, contarle un poco más de su vida, mirarlo a los ojos y atreverse a decirle lo que sentía y que eso nunca iba a cambiar a pesar de sus intentos de alejarlo.
