"IRREMEDIABLEMENTE"

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Apoyado de espaldas contra la barandilla de la terraza de su departamento, fumando tranquilo un cigarrillo, Volkov permanecía perdido en sus pensamientos.
Intentaba recordar el momento exacto en el cuál se había enamorado de Conway. No había sido amor a primera vista, o quizás sí... después de todo su superior era un hombre imponente y atractivo desde siempre. Aunque no fue eso lo que llamó la atención del ruso, no, su atracción iba mucho más allá del físico y la primera impresión.
Con el paso del tiempo, fue descubriendo pequeños detalles en él que lo hicieron sentirse irremediablemente atraído. Primero fueron los gustos que compartían, como su constante soledad, su aversión al resto de seres humanos, su alergia al contacto con las personas, su amor por el café negro con solo dos de azúcar, incluso tenían gustos similares por las películas y alguna que otra canción.
Lo más destacable era lo parecido que era el humor de ambos, muchas veces hacían bromas que sólo entre ellos entendían.
Luego notó el dolor que ambos ocultaban pero que cargaban constantemente. Descubrió la inmensa fuerza que Conway poseía y sobre todo su sentido de lealtad. El Superintendente podía parecer estar hecho de hierro, pero en el fondo tenía un corazón tan grande, tan noble, tan herido, tan roto; que derritió el frío de su propio corazón y lo enternecio al punto que deseó curarle cada una de sus heridas.
—100 euros por tus pensamientos. —La voz sedosa, suave y ronca del dueño de sus pensamientos lo hizo volver a poner los pies en la tierra.
—Nunca pagas tus deudas. —Le reprochó apagando el cigarrillo y mirarlo a los ojos.
—Yo no te debo nada, capullo. —Se defendió Conway. —Además, lo tuyo ya es mío...
—¿Y lo tuyo mío? —Agregó divertido el comisario.
—Negativo. —Conway apoyo suavemente la frente en la del ruso y coloco las manos en sus mejillas acunando su rostro. —Lo mío es solo mío... —había ahí una declaración que Volkov no pasó por alto.
—Irremediablemente. Tuyo. —Confirmó cerrando la distancia entre sus labios y besarlo de forma muy lenta. Ahora ya lo sabía, no hubo un momento en específico en el cual comenzó a amarlo, porque se seguía enamorando de él cada día.
—¿Scarface?
La pregunta hizo reír al comisario pero asintió sin demora. Habían visto la película más de una docena de veces, pero si era con él, la vería mil veces más.

Volkway ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora