; cero once

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Kirishima se despertó temprano en la mañana, mientras que la mitad de los internos todavía estaban dormidos. El pelirrojo caminó por los pasillos sin expresión en su rostro, arrastró sus pies y deslizó su mano derecha a lo largo de la pared más cercana que encontró mientras murmuraba una infinidad de pequeñas cosas incomprensibles. Había comenzado a actuar constantemente así, pero de todos modos no era demasiado importante, se suponía que era un desviado de todos modos.

Kirishima se estremeció por unos segundos cuando estuvo rodeado de oscuridad, frío y un ambiente cansado. Sintiéndose pequeño en el lugar más sombrío de lo normal, se da cuenta de que había tomado la decisión equivocada de caminar en esa dirección e intenta regresar rápidamente.

Un aliento frágil golpeando su cuello lo hizo detenerse y estar alerta. Con el miedo comenzando a comerse su sistema, gira lentamente para encontrarse con la personificación de la perversión hecha persona. Jirou agitó su mano en señal de saludo, el pelirrojo intentó miserablemente tratar de copiar su acción.

— Eijiro, deberías tener más cuidado por donde caminas...– Tan pronto como la chica comenzó a hablar, el pelirrojo asintió automáticamente.— Especialmente cada vez que vas a las duchas, ojos curiosos pueden verte.

Kirishima suspira, siendo amigable con las palabras de la chica y teniendo cuidado con sus palabras antes de responder, toca su delgado hombro. Jirou mira la mano ajena encaramada en su cuerpo.

— Jirou, por favor no comiences con tus perversiones.– Kirishima intenta sonreír, pero no encuentra paz cuando la chica mira atentamente los dedos de su mano. El pelirrojo teniendo cuidado retira su mano.

Jirou sonríe. Kirishima piensa que es la sonrisa más perfecta en su repertorio de sonrisas falsas.

— Lo digo en serio.– Jirou mira atentamente. Kirishima se siente pequeño.— Hay alguien mirándote, Kirishima. Alguien está jugando contigo.– Jirou retrocedió mínimamente.— Creo que es hora de que comiences a preguntarte si lo que te rodea es real o no.

El pelirrojo asintió, pero no dijo nada, luego se alejó mientras la risa de Jirou resonaba en el pasillo. Kirishima siente que su corazón se acelera y su respiración comienza a temblar. A Jirou le gusta molestar a la gente, lo sabe, es mejor que no tome sus palabras muy en serio.

Sin embargo, la duda es cada vez mayor.

¿Quién en su sano juicio podría realmente observar a alguien como él? Odia sentirse poco acerca de sí mismo y comienza a ponerse paranoico. Rebobinando situaciones anteriores, acepta que las palabras de Jirou tienen un impacto sobre por qué la verdad se siente observado la mayor parte del tiempo, pero constantemente repite que todo es parte de su imaginación activa.

Kirishima suspiró con cansancio tratando de relajarse mientras recordaba que desafortunadamente tenía que ir a escuchar las dos mil preguntas de Bakugou. Una maldita molestia.

Tarareando una melodía sin ritmo y agachándose en el último pasillo que condujo a la oficina de Bakugou Katsuki, el humor del pelirrojo mágicamente parece mejorar un poco. Antes de cruzar la puerta, mira la hora en el reloj que queda en la puerta y sonríe cuando se da cuenta de que ya llegó diez minutos tarde.

— No llegas a tiempo hoy, Eijiro Kirishima.– Dijo el Dr. Bakugou tan pronto como sintió que la puerta se arrastraba. Una emoción familiar acentuada en su cuerpo. Como de costumbre, rápidamente se emociona cuando trata con el pelirrojo. Escondió todos los rastros de éxtasis bajo su profesionalismo.

— Curiosamente hoy tengo muchas ganas de estar aquí.– dijo Kirishima ajustándose a donde siempre lo hacía. Bakugou lo miró con curiosidad.— ¿Cuánto tiempo nos llevará esta vez?

hospital psiquiátrico; bhnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora