; cero ocho

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 "Eijiro, ¿nunca te molestas?" "Pareces una buena persona."

— El problema de tener que fingir es mantener la capacidad de crear tantas personalidades, pero te envuelves tanto en tu mentira que al final no recuerdas quién no eres... Ni siquiera quién sí. No tengo una, ni tres, si no hay varias... ya he perdido la cuenta.– tarareo caminando por el pasillo que conducía a su habitación.— No creo que me acepten, no como realmente soy... no quiero asustarlos, pero odio sentirme vulnerable y busco más que nada mantener mi actitud impasible, independientemente de la situación.

— ¿Estás hablando contigo mismo o comenzaste hablar solo nuevamente? –Kirishima chilló y se llevó las dos manos a su pecho que estaba a punto de salirse, inmóvil en medio del pasillo. Miro al chico frente a él y tiro todo el aire restante.

— Solo eres tu Iida, ¿ya has pasado el "estado" de celos? – Dijo con más confianza mientras el aire se deslizaba correctamente a través de sus pulmones. Iida lo miró con el ceño fruncido.

— Por supuesto. Además nunca estuve celoso.– reprochó Iida dejando un golpe en su hombro, y ambos se rieron.— ¿Quién crees que eres?

Kirishima sonríe levemente. Iida siempre había sido interesante.

"Creo que soy algo decente, y no un hombre cuya salud mental ha estado en caos durante la mayor parte de su vida".

— Iida, tú... que desconfías incluso de tu propia sombra, ¿por qué confías tanto en mí? – Preguntó luego de suspirar por el leve dolor en su estómago gracias a la risa.

— Eres diferente, Kiri.– respondió Iida.

Kirishima se calmó.

— Me debe pasar algo, ya que no recibo una respuesta diferente.

Iida comenzó a caminar, se dio la vuelta y detuvo su acción para mirar a Kirishima y suspiró al ver que se encontraba en el mismo lugar donde lo dejó y dibujó una leve sonrisa en su rostro. Con eso, el chico fue a hostigar a Uraraka ochako, una nueva paciente que había ingresado días atrás.

Kirishima permitió a Iida retirarse en silencio gracias a que segundos antes se percató de Midoriya sentado en un rincón, nervioso como siempre por sus cosas extrañas y su tinta roja. Kirishima no iba a pensar de dónde sacó Midoriya ese líquido rojo, esta vez, que estaba lejos de ser pintura.

— Pequeño Midoriya, ¿qué haces aquí solo? – Kirishima se acercó en silencio y le preguntó directamente.— ¿Dónde dejaste Todoroki?

— ¡Oh maldita sea! – gritó Midoriya, dejando caer sus cosas al suelo. Levanto su rostro con los ojos bien abiertos, un poco asustado y miro al culpable.— Yo ... no estoy haciendo nada.

— Estás dibujando, ¿verdad? – Dedució Kirishima señalando lo que Midoriya arrugó en sus manos y se acercó aún más.— ¿Me dejarías verlo?

— Lo estaba haciendo y no puedes... aún no está terminado.— respondió. De todos modos, el pelirrojo se sentó a su lado.

— Me viste con Blasty, ¿verdad? – Kirishima se acercó a él y lo encerró contra la pared, todavía en sus posiciones.— Sabes que te vi, Izuku.

— Los vi.– respondió Midoriya.

— ¿Estás nervioso por algo? – Kirishima cuestionó. Los ojos de Midoriya temblaron.

—No ... no lo estoy confeso.

Kirishima se dijo a sí mismo que esa actitud, en particular de Midoriya, era demasiado difícil de manejar y se puso de pie porque era hora de dejarlo solo. Echó un último vistazo antes de darse la vuelta y continuar su camino.

hospital psiquiátrico; bhnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora