XXIII

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Antes que nada, buenas.

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—Mañana vuelven nuestros hijos —Murmuró Lucius.

Con la elegancia que tanto lo caracterizaba, acercó a sus labios la copa de vino tinto que sostenía con los dedos en un toque casi inexistente.

Los tres estaban disfrutando de la tranquilidad de la tarde con aperitivos, la chimenea encendida y una suave música que James había puesto aún en contra de la voluntad del rubio.

Remus se había mantenido callado, sonriendo de vez en cuando solo en momentos donde James hacía comentarios sarcásticos o pervertidos. A veces Lucius deseaba saber que pasaba por la mente de esos hombres.

—Si, es nuestra última noche solos —Murmuró Lupin, con pesar en la voz.

El rubio sabía a que se refería, pues el par parecía pensar sólo en las noches de cama y no en lo fabuloso de su relación cuando no había sexo incluido.

A veces, cuando Malfoy se negaba a hacer el amor, James y Remus se acurrucaban a su lado, acariciandole el cabello y la piel en tiernas caricias, eso valía tanto o más que las noches calientes.

—¿Por qué no vamos arriba? —Propuso Lucius, dejando sorprendidos a los otros.

Eran muy pocas veces en las que él tomaba la iniciativa, sin embargo, esta era una ocasión que lo ameritaba, pues mientras su tesoro y el cuatro ojos inmundo estuvieran ahí, no pondría pie en la habitación que compartía con sus novios.

—Vamos —Contestaron al mismo tiempo, riendo suavemente por la coincidencia.

Lucius se puso de pie, caminando primero hacia la segunda planta, moviendo las caderas provocativamente solo con la intención de hacerlos desear.

Entraron juntos a la habitación que compartían, pero antes de que alguno hiciera un movimiento, Lucius alzó la mano haciendo una señal para detenerlos, los tomó de la mano y los condujo a la cama. Había tenido que pensar mucho lo que estaba por hacer, pero según Narcissa y sus consejos raros, era necesario cambiar un poco la rutina para que la llama del amor nunca se apagara.

—¿Qué haces, bebé? —Preguntó James desconcertado.

—Solo déjalo —Lupin le golpeó la costilla a Potter, sin apartar la mirada del pálido cuerpo frente a ellos.

Con sus dedos ágiles desabrochó cada botón de su camisa blanca y la dejó deslizarse por los hombros hasta caer al piso, sentía como sus mejillas comenzaron a enrojecer cuando deshizo del pantalón negro de vestir que llevaba puesto, debajo de él llevaba un regalo de Lily Potter, quien en una de las cartas de Narcissa le había contado sobre un sueño que James Potter había tenido hacía unas semanas, donde él usaba ropa interior de encaje.

Sonrió más animado al ver a sus hombres atragantarse con la saliva y ahogar un gemido, el encaje color tinto hacia un contraste hermoso con su piel, debía admitirlo.

Se acercó a pasos lentos hasta ellos y usando ambas manos -agradeciendo al de arriba ser ambidiestro-, les desabrochó la camisa.

—Eres tan hermoso —Murmuró Remus, usando su mano para acariciarle la espalda.

—Tan blanco como las bonitas flores que amas —Añadió James, pasando los dedos por su pecho.

Lucius se alejó, ganándose un quejido de Potter y un gruñido de Lupin, con una sonrisa coqueta, rodeó la cama y subió a ella, colocándose en el centro, sentado sobre sus rodillas y las manos estiradas hacia el par en una clara invitación para acercarse.

ENAMORA A UNA SERPIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora