Demencia

310 51 9
                                    

— ¿Qué? Dean, no estamos jugando.
— No, no lo estamos haciendo.
— No hay manera de que yo esté muerta.
— Bueno, pues, sí la hay.
— ¿Cuál?
— Ay Moon... Son muchas cosas que podría decirte, pero hay una que sé que será suficiente, si no lo estuvieras, ¿cómo es que puedes estar hablando conmigo?
— No lo sé... — Siento algo de pánico, a pesar de que Dean es el lugar más tranquilo dónde puedo estar— Tampoco hay motivo del porque escucho esas voces.

Y: Oye no nos metas en esto.
X: Sí.

— ¿Cuáles voces? — Dean se ve confundido— .
— Las que acaban de hablar, son dos, ¿no las escuchaste?
— No.
— ¿O sea que puedes hablarme y oírme pero no a esas voces?
— ¿Desde hace cuánto escuchas voces?
— Hace algunos días. Una aparece sólo por las noches, es muy fastidiosa. La otra aparece más constantemente.

Y: Jaja, te dijeron fastidioso.
X: Cállate.

— ¡¿Oíste?! ¡Ahí están de nuevo!
— Que triste... No las escucho, eso quiere decir que están aquí.

Se acerca y con las yemas de sus dedos tocó mi frente. Hacía tanto tiempo que no tenía ningún tipo de contacto con él, en este momento es la cosa más extraña, pero a la vez lo echaba tanto de menos.
Sin decirle nada me lanzo sobre él y lo abrazo.

— No vuelvas a irte nunca por favor.
— Pero no llores.
— No puedo evitarlo.
— Calma. — Sus manos acarician mi cabello de esa forma tan característica suya— No me voy a ir.

Nos quedamos así un rato, después me quité de encima.

— Entonces, si las voces están aquí... Y yo... — No puedo procesarlo, sigo incrédula ante esto— Suponiendo que verdaderamente estoy muerta.
— Lo estás. — Me interrumpe, no hago caso y sigo hablando— :
— Suponiendo que en serio ya estoy muerta... ¿De qué morí y cuándo?
— Es real, debes empezar a hacerte a la idea, te llevará un tiempo, pero vendrán cosas que te demostrarán que de verdad es así.
Pareciera que fue depresión, y bueno, ¿voces? ¿Pues que hiciste?
— ¿De qué?

Parece que quiere mantener la postura pero suelta una risa que estaba manteniendo.

— ¿Qué es gracioso?
— Es que... Creo que también te volviste loca.
— ¿De qué hablas?
— Nadie cuerdo escucha voces.
— Bueno, entonces, ¿fue depresión y locura?
— Supongo.
— ¿Y dónde está mi cuerpo muerto?

Extiende su mano y toma mi brazo apretando un poco:

— Este es tu cuerpo.
— Pensé que se desprendería de mi alma.
— Eso no pasa. Nadie sabe lo que es la muerte hasta que la sufre, pero no hay manera de advertirle a nadie como es esto.

Se encoge de hombros y mantiene su mirada en mi.

— Vaya. Entonces estoy muerta...
— Sí.

Y: Ya te lo dijo tres veces, ya cállate.

— No. Hablaré todo lo que me dé gana.

Dean me mira raro:
— Bueno, si quieres.
— Disculpa es que esa voz.
— ¿Siempre les contestas?
— A veces funciona.

[...]

Pasé horas conversando con Dean, le hice muchas preguntas a las que pacientemente contestó todas.
No puedo creer que estoy muerta, pero yo me siento muy viva. ¿Cómo sabes cuándo estás muerto? En realidad no hay alguna señal. Hay miles de teorías, que es como si estuvieras durmiendo, qué no sientes nada, que llegas al cielo o al infierno, hay tantas cosa. Pero aquí estoy, en casa, hablando con alguien que está muerto. ¿Entonces la diferencia es que ahora puedo ver a los muertos? Antes no veía a Dean, entonces supongo que los vivos tampoco me ven.
¿Que haré cuando Kim venga a visitarme?

IljidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora