Desprendimiento

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— ¿Qué estás pensando hacer?
— No voy a salir.
— ¿A caso vas a matarme?

Byul se desconecta de un segundo a otro, demencia, un síndrome, cualquier cosa podría suceder, pero sé que si soy firme será más fácil manejar esto, aún cuando tengo miedo.

— No... — Habla despacio, pero no suelta el cuchillo— .
— ¿O a caso... Vas a matarte? Eso no tiene sentido. Tu ya estás muerta, no podrías hacerlo.

Se queda callada, por extraño que parezca luce más tranquila, como si lo hubiera puesto feliz la frase que acabo de decirle.

— Sólo vamos a cenar, creo que todo se tornó agitado desde que llegué. — Es claro que sí fue asi— Disculpa si alteré tu noche.
— No, no pasa nada.
— De acuerdo. ¿Que te parece si cenamos? Traje ramen.
— Me gusta el ramen.
— Lo sé, por eso lo traje.

Sé por todas las dificultades que Byul está pasando en este momento y aún todo esto para mí es muy difícil. Nunca me imaginé estar en una situación así, pero ver su sonrisa le regresa la calma a mi corazón. La calma que tanto necesito en estos momentos.
Se ve mucho mejor, ya ni siquiera parece una sopa de emociones.

— Siéntate, te serviré.
— Déjame pasarte los platos.
— Sólo si me das el cuchillo. — Extiendo la mano y no duda en darmelo— .

No sé si olvidó que quería hacer o sencillamente se resignó. Tampoco me importa saberlo.
Camina hacia su alacena y saca dos platos para el ramen, de verdad está en paz.
Después de servir comenzamos a cenar, se ve cansada, pero también luce sin afanes, es como si hubiera dejado atrás toda emoción y estuviera comiendo sola en un restaurante al otro lado del mundo.

Para mí no es tan sencillo pasar saliva, mucho menos comer. No tengo hambre, siento un nudo en el estómago, el pecho y la garganta, no tengo un plan tampoco.
Entre más avanza su cena más pánico siento. Pero como últimamente, cualquier cosa que tenga que ver con ella necesito paciencia y sobriedad:

— ¿Te gustó la cena? — Es momento de romper el silencio— .
— Sí, muchas gracias.
— ¿Qué harás ahora?
— No sé qué hacen los muertos... Es mi primer día.
— Sigues a prueba. — Le sonrío y contesta igual, después desaparecen otra vez las emociones de ella— .
— No me gusta esto.
— Supongo que a nadie.
— Quizá.
— ¿No querrás dormir?
— No creo.
— Debo irme a casa, pero quiero pedirte un favor...
— ¿Qué?
— Bueno, sé qué no debería pero... Me gustaría que me acompañaras.
— ¿A tu casa?
— Claro, si no te molesta.
— Supongo que no... De todas formas las demás personas no pueden verme, me aburro mucho aquí.
— ¿Entonces me acompañarás? — Digo emocionada— .
— Sí, pero deja que me ponga una chamarra.
— Oye, es verdad. — Tomo la mochila que había dejado en el piso después de llegar— Aquí está la ropa que me prestaste el otro día. Muchas gracias Moon, me salvaste de un resfriado.

Toma la ropa y se va a su cuarto.
Estoy nerviosa, no sé si cuando regrese estará igual de insensible ante cualquier cosa.

Después de breves dos minutos está aquí, delante mío, intentando subir el cierre de su chamarra.
Me levanto de la silla y le ayudo, luce como una persona tan indefensa... Es tan tierna.
Tengo ganas de abrazarla y decirle que estamos juntas en esto, pero no lo entenderá.
Después de subir su cierre ella me mira, me dejo llevar por mi creciente sentimiento:

— Vamos, es tarde. — Me acerco a darle un beso en la frente— .

En seguida empiezo a caminar hacia abajo, no veré su expresión, sé qué es probable que ni siquiera tenga una.
Ella viene atrás de mi, no dice nada.

IljidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora