Qué hubiese sucedido si en un momento decisivo, Marilla, sin que le importase nada más, se hubiese decidido a luchar por su antiguo y único amor... ¿En ese caso que habrían pasado a ser Gilbert y Anne? ¿Hermanastros, sólo amigos...?... o quizá algo...
Anne llamó a la puerta nerviosa pero armándose de valentía para disimular. Llamó una, dos, tres veces pero nadie contestó, intentó de tal forma observar a través del cristal de una ventana pero la casa parecía estar vacía y estuvo a punto de desistir e irse, de no ser porque al tocar la puerta una vez más, alguien que no esperaba llegó a abrirla.
-Buenas tardes... puedo ayudarle en algo señorita- un señor de apariencia delgada y enfermiza le atendió, sorprendiéndola
-...Eh, sí, yo... soy compañera de Gilbert... vine a dejarle unas cosas- le explicó ella recordando entonces que él le había contado sobre la salud delicada de su padre -...Usted es... ¿su papá?-
-El mismo- respondió el señor, quien se notaba que tenía un afable carácter y que en sus mejores épocas había sido buen mozo –Y tú debes ser Anne de Green Gables, ¿no es así? jejeje- dijo riéndose –No es difícil reconocerte puesto que no hay muchas jovencitas pelirrojas por aquí y Gilbert me ha hablado de ti-
-¿En serio?- Anne tuvo que preguntar casi boquiabierta, a cada rato más sorprendida
-Sí- ratificó el señor –Y ya me contaron además que eres una especie de heroína, por lo que es un gusto que mi hijo tenga una amiga como tú- expresó conmoviéndola –Y dime algo más pequeña Anne... ¿cómo está Marilla?...¿Sigue siendo de armas tomar?- ya entrando en confianza le consultó aparte, algo que le pareció extrañopero antes de que pudiera contestar, Gilbert cargando unos pedazos de leña apareció doblando por la esquina de la casa, asombrándose a su vez de encontrarla allí.
-¡Anne... Papá!- exclamó para los dos, más entonces se dirigió primero a su padre –Papá desde cuando que está Anne aquí y no pensabas avisarme- le reclamó a manera de broma, pasando por su lado para dejar la madera junto a la puerta de entrada, cubierta por el porche –Aparte debes entrar, no es bueno que estés aquí afuera soportando frío- además le recomendó, incentivándole a que volviera al interior de la casa. El señor le hizo caso
–De acuerdo, tranquilo. Ya me voy y te dejo a solas con tu chica, no te preocupes- profirió para molestarlo, haciendo que tanto él como Anne de inmediato se sonrojaran, y luego se despidió de ella con una inclinación de cabeza –Adiós Anne, un placer conocerte. Dale mis saludos por favor a Marilla y pregúntale si todavía tiene el broche- le pidió –Luego me haces llegar la respuesta con Gil-
-Claro- expresó Anne con un montón de preguntas a esas alturas rondándole por la cabeza así como sospechas en su interior, que sin embargo se ocupó de guardar para después –Un gusto también, señor Blythe-
Al quedarse solos entonces, ella y Gilbert se observaron durante unos cuantos segundos en medio de un silencio cargado de cosas por decir
-Me ha alegrado mucho verte- él fue el primero en iniciar una nueva conversación
-A mí también a ti- corroboró ella sin poder despegar los ojos de los suyos, donde creía alcanzar a verse reflejada, más enseguida recordando que debía guardar las apariencias, extrajo con rapidez de su mochila los libros que debía entregarle y luego se los pasó con toda la responsabilidad del asunto –Cierto, estoy aquí por esto. El Sr. Phillips te los envía pidiéndote que no descuides tus calificaciones-
-Gracias- expresó él recibiéndolos y luego, también un tanto nervioso y valiéndose de los gélidos primeros días del invierno, la invitó a pasar aunque se excusó con anticipación de creer no poder atenderla como se merecía –Ehm... si deseas y si tienes tiempo podrías pasar un momento a tomar un té con nosotros, está empezando a helar y te vendría bien, pero discúlpame de verdad por no tener la casa en completo orden...- rascándose la nuca le confesó
-Te lo agradezco mucho pero no puedo- respondió Anne con sinceridad –Si no voy pronto a la casa, Marilla y Matthew se empezaran a preocupar y no quiero eso-
-Por supuesto, yo entiendo- comentó Gilbert –Entonces, nos vemos mañana en la escuela- profirió sin dejar de mirarla con cariño
-Claro, mañana...que bueno que vuelvas, ya te extrañaba...mos- ella contestó torpemente debido al arrobamiento que le causaba, bajando al final la voz
-Sí, papá gracias al cielo ya se siente mejor- expresó él, aunque era notorio que le resultaba un poco complicado hablar del tema y Anne no quiso profundizarle por lo tanto en aquello.
-Me alegra mucho- añadió nerviosa –Bueno, ya es tiempo de que me retire. Descansa Gil, hasta mañana- le dijo haciéndole de la mano y luego sin esperar más, se apresuró corriendo rumbo a su casa.
Gilbert que hubiese querido seguir conversando con ella, decirle algo más, la vio tan apurada que se quedó con las palabras en la boca.
-Adiós Anne- profirió de tal forma para sí mismo mientras la contemplaba marcharse por la llanura hasta antes de cerrar la puerta.
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Durante el almuerzo, poco después, Gilbert fue interrogado sutilmente por su padre.
-Así que tenemos una inevitable ilusión por una linda chica pelirroja creciendo por aquí- comentó el señor Blythe sentado a la mesa mientras su hijo le servía el almuerzo. Un plato de pasta con salsa de albóndigas que él mismo cocinara. Gilbert sólo sonrió ante el comentario pero no dijo nada –Me pregunto si ya le has dicho que te gusta. ¿La quieres?- el señor Blythe añadió
-Anne es especial- profirió Gilbert analizándolo y analizándola a ella por un momento -...Es algo difícil de explicar... pero yo la respeto y respeto sus tiempos... no creo que esté lista o quiera tener una relación todavía- al final un poco desanimado confesó
-Ya veo- dijo su padre, ya dándole el visto bueno al spaghetti mientras lo observaba –Te daré un consejo hijo- se le ocurrió entonces –Si sientes que de verdad la quieres puede que sea el amor de tu vida. No la dejes ir sin averiguarlo. Exprésale tus sentimientos y averigua cuáles son los suyos hacia ti, puede que ella también te ame. Hazlo ahora que tienes tiempo, porque en un mañana puede que sea muy tarde- recapacitando en su pasado le expresó
-Está bien- convino Gilbert pensativo, mirando los alimentos que llenaban la mesa mientras comenzaba a idear el cómo proceder.
-Ella se preocupa por ti, por lo que veo. Noté la preocupación con la que vino a dejarte los libros sin importarle su propia incomodidad al tener que cargarlos. Quizá deberías retribuirle la visita llevándole algo como agradecimiento. Es una buena forma de empezar- el padre opinó y también sugirió
-¿Lo crees así?- Gilbert consultó interesado -¿Crees que debería ir a verla?-
-¡En definitiva hijo!- el señor Blythe le alentó abriendo los brazos y riendo -¡Ve y llévale algunas de nuestras deliciosas manzanas! De seguro le vendrán bien... y también a su familia- y diciendo esto último fue su propia voz la que se fue apagando al caer su mente en la nostalgia más Gilbert embebido en su propio asunto no se percató de ello.