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Después de ir de nuevo a su escritorio y quedarse paralizado sin saber que hacer decide bajar a por su hija al laboratorio. Quiere tenerla cerca, estar con ella. Aunque sea muy pequeña percibe que algo no marcha bien y está algo alterada.
Al salir del ascensor se da cuenta de que el laboratorio está completamente en silencio, no hay música atronadora, solo el ruido del teclear acelerado de Sian McGee.
En cuanto Sarah lo ve se lanza a los brazos de Joaquín para que la abrace. Tiene la carita enrojecida, claramente ha estado llorando. Ahora en cambio lo deslumbra con una sonrisa marca Marconi.
- ¿Tienen algo nuevo?
- Vance dijo que estás fuera del caso - dijo Sian.
- Es mi marido al que acusan de ser un criminal. No pienso marcharme a casa y esperar cruzado de brazos a que lo detengan - responde más acelerado de lo necesario.
- Lo siento - dice McGee.
Joaquín tiene los nervios a flor de piel pero se ha pasado de la raya. Y aunque ninguno de ellos lo reconociera nunca, Emilio y Sian son buenos amigos y el chico no lo debe estar llevando tampoco muy bien.
- Estamos buscando algo que demuestre su inocencia, tiene que haber alguna explicación.
- ¡Oh, dios mío! - chilla Ale alterada.
El corazón le late a mil por hora, más noticias malas no, por favor. Aferra con más fuerza a Sarah como si eso le sirviera para mantener la estabilidad.
- ¿Qué? - pregunta Joaquín con preocupación.
- ¿Recuerdan que encontraron sangre que no era del teniente? Pues he comparado con nuestra base de datos y concuerda con Emilio. Está herido.
Eso lo tranquiliza poco a poco, es algo que ya sabía de antemano. Está herido, es cierto, pero no es nada grave.
- Buscaré en hospitales y centros médicos.
Una pantallita sale en el ordenador en el que trabaja Sian.
- He entrado en el correo de Emilio, es una cuenta nueva y acaba de mandar un mensaje a un tal NH687. Quiere establecer contacto con él.
- Quizás sea el comprador.
Los minutos pasan lentamente mientras esperan la respuesta del otro bando, una pista de dónde pueda estar, algo a qué aferrarse. A pesar de que todo esté cada vez más claro sigue sin creer que Emilio de verdad esté implicado en algo tan turbio.
Una nueva pantallita ilumina el ordenador e impacientes esperan a que Sian abra el mensaje recibido. Unas simples coordenadas y una hora es todo lo que dice en el mensaje. En segundos Sian amplia un plano de la ciudad y marca en rojo el lugar indicado.
En menos de dos horas volverá a ver a Emilio, solo que esta vez será detenido.
*****
Mira la placa, la pistola y las esposas sobre el escritorio preguntándose si será capaz de hacerlo. No sería la primera vez que lo esposa, pero sin duda las otras veces eran mucho más placenteras.
Hay algo que le cuesta reconocer en alto pero lo siente: no quiere hacerlo. No está seguro de ser capaz de detener a Emilio. Cuando estuvo en la casa ha sido incapaz de hacer nada más que decirle que se marchará, no va a ser distinto ahora.
No puede creer que todo hombre que lo rodee termine estando podrido por dentro, siendo un traidor. Lo puede creer de Ari, Rivkin, incluso Ray. Pero no de Emilio. Imposible. Tiene que haber una forma de explicar todo esto. Quizás lo involucraron a la fuerza en esto. O eso quiere creer. Pero sonaba demasiado convencido cuando habló con él.
- ¿Qué haces aquí?- escucha que le preguntan.
Gibbs está plantado frente a su escritorio mirándolo con seriedad.
- No pienso irme. Es mi marido y quiero saber que está ocurriendo.
- Si las cosas se ponen difíciles...
- Sabes la respuesta a esa pregunta.
- Emilio no es Ari.
Es cierto, no lo es. Por muchas pruebas que le enseñen y demuestren que está implicado seguirá sin creerlo. Ni siquiera escuchándolo de sus propios labios.
- Conozco mi deber, Gibbs.
Le sostiene la mirada durante unos segundos casi haciendo que se derrumbe, que desista de ir con ellos.
- Jefe, tenemos que irnos - dice Sian.
- Vamos, Joaquín.
Recoge las cosas de la mesa mientras piensa en las consecuencias de todo esto. Sea como sea sabe que saldrán de esto. Lo ama y eso es suficiente para él.
*****
Nervioso juguetea con un papel que ha encontrado en el interior del bolsillo de la chaqueta y lo termina por hacer trizas. Esperando que no fuera nada importante.
Las coordenadas que ha enviado corresponden a un edificio de oficinas a medio construir, todavía sin uso. Sin duda el lugar ideal para un intercambio de tal calibre. Ellos se encuentran en otro edificio colindante, a la espera.
Todo está planeado al milímetro. Vigilarán la transacción y en cuanto se realice entrarán en acción, los detendrán y lo que ocurra después... no lo sabe, ni quiere pensarlo.
- ¿Listo? - le pregunta Ducky.
Se ha empeñado en acompañarlos en cuanto se ha enterado de que Emilio podría estar herido y necesitar ayuda médica. No se ha sentido capaz de confesarle que no tiene nada grave, solo un disparo en el hombro que debió por su cuenta.
- Listo - responde con una sonrisa diminuta.
Por fin algo de movimiento. Un coche azul oscuro llega y para junto al edificio de oficinas. Del interior sale Emilio y el corazón le empieza a latir con fuerza. Allí está, todo es cierto. Le encantaría decirle unas cuantas cosas pero por otro lado solo desea abrazarlo, besarlo, protegerlo.
Sube hasta la tercera planta del edificio y aunque las vistas desde ahí no son excelentes les servirá.
- Esperen al intercambio- les recuerda Gibbs.
Otro coche oscuro pasa por la calle pero en vez de parar en el mismo lugar que Emilio pasa de largo hasta la parte trasera del edificio. No logran ver la matricula, ni a quien sale del exterior y eso le exaspera.
- No parece que tenga nada grave - dice Sian.
- Es un chico fuerte, siempre lo ha sido - comenta Ducky.
- Más bien es estúpido - suelta Joaquín con rabia.
Cuando el tipo llega a la planta en donde se encuentra Emilio todos guardan silencio, en guardia a la espera de lo que pueda pasar. Están demasiado lejos para siquiera leer los labios y saber de qué hablan, pero el hombre levanta una bolsa de deportes al aire y no cuesta mucho entender que adentro hay dinero.
Algo no marcha bien. Los dos empiezan a discutir y se nota incluso desde tan lejos que la tensión brota en el aire. Se queda helado al ver como el hombre saca un arma de su chaqueta y apunta contra Emilio con firmeza.
- Voy a ir - dice Joaquín caminando hacia la salida.
El estruendo del disparo hace que se pare en seco. Mira por la ventana y ve a Emilio caer al suelo.
Sale corriendo hacia la salida rezando por llegar a tiempo. Para salvarlo. Para decirle lo mucho que lo ama.
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Traición; Emiliaco (adaptación)
FanfictionJoaquín Gress y Emilio Marconi trabajan para el Servicio Naval de Investigación Criminal o NCIS por sus siglas en inglés y a pesar de estar casados el uno con el otro, su matrimonio no es impedimento para ser compañeros de equipo. Esa rutina les fun...