Capítulo 11

502 64 80
                                    

Gibbs lo terminó por mandar a casa cuando Sarah empezó a llorar. Al cargar a su hija, Joaquín notó que la pequeña estaba ardiendo en fiebre y ese temido catarro no lo pudo evitar.

Le ha preparado un poco de puré pero ella lo rechaza entre gruñidos de protesta. Y cuando por fin logró darle un par de cucharadas la pequeña terminó vomitando.

- Princesa, tienes que comer un poco.

Al escuchar que tocan al timbre y carga a la niña en brazos y se dirige a abrir mientras intenta que Sarah deje de llorar. Gibbs espera del otro de la puerta con una bolsa en la mano y lo deja entrar agradecido por su compañía.

Se sienta en el sofá mientras deja que Gibbs le prepare un biberón de leche a la pequeña. Nota que sigue ardiendo pero la fiebre ha bajado un poco y ella parece haberse animado con la visita del "abuelito".

Cuando éste regresa se sienta a su lado y le entrega el biberón que Sarah acepta tras unas cuantas protestas.

Durante un buen rato no hacen otra cosa más que mirar a la pequeña beber su biberón poco a poco. Le está dejando tiempo para que empiece a hablar.

- ¿Saben algo nuevo?

- Estamos siguiendo los pasos de Emilio durante esos diez días que estuvo fuera de casa.

- Ya - dice desviando la mirada.

Empieza a sospechar que Gibbs sabe algo de la visita de Emilio aquella noche. Medita si contárselo o no y termina por decidir qué es lo mejor. Quizás sirva de algo.

- Estuvo en casa - confiesa finalmente.

- ¿Cuándo?

- La noche antes de que lo mataran. Estuvo hasta que llamó Ale.

Mira atentamente la pulserita que le regalo y una idea surge en su mente. Suena descabellado pero no pierde nada contándole.

- Me regaló esto. Gibbs, aquí dentro entraría un chip con información.

Por unos momentos no dice nada, parece estar pensando en lo que acaba de escuchar y se siente algo ridículo por comentarlo.

- Llévaselo mañana a McGee para que lo analice.

- ¡No! - se escucha decir.

Acaba de sonar como un niño pequeño al que quieren robarle su peluche preferido pero no puede entregar el último recuerdo de Emilio. Pero sabe que el deber lo obliga y finalmente se la quita para dársela a Gibbs.

- Tenías que haber venido a mí, Joaquín.

- Quería protegerlo, aunque no sirvió de mucho.

Una idea horrible cruza por su cabeza. Si lo hubiera detenido cuando estuvo en casa ahora es muy probable que estuviera vivo. Quizás en la cárcel pero lo tendría con vida, todo lo que pide. Fue un estúpido al dejarlo marchar, eso le costó la vida.

*****

No ha pegado ojo en toda la noche. Sarah parece un poco mejor del catarro pero decide no llevarla a la guardería, sabiendo que Ale estará encantada de quedarse de nuevo con ella.

En el laboratorio ya está Sian junto a la forense con la pulserita en la mano. Parecen concentrados en su labor y por sus caras parece que tienen algo.

Sarah estornuda y los dos voltean a verlos. Se sienta en una silla libre con la niña entre las piernas y le limpia la carita.

- ¿Tienen algo?

- Vaya que sí - exclama Ale emocionada.

La chica toma unas pinzas de la mesa y levanta un pequeño chip. Se le revuelve el estómago al pensar en lo que eso significa.

Traición; Emiliaco (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora