Capítulo 9

433 68 41
                                    

Los primeros días en el trabajo se le han hecho eternos. No ha dejado de mirar ni una sola vez al escritorio de enfrente, pensando todo el tiempo en él.

Llega a casa agotado después de recoger a Sarah en la guardería con el único deseo de meterse en la cama. Pero su hija necesita cenar, igual que él a pesar de seguir sin apetito por lo que la deja en su corralito mientras busca algo en el refrigerador que pueda comer. Se decide por una manzana y le prepara un puré a la pequeña.

- Quien me manda a casarme con tu padre - le dice a la niña. - Estaba destinado a salir mal de una forma u otra.

Se da cuenta de lo estúpido que está sonando contándole eso a Sarah entre cucharada y cucharada y al final se concentra en terminar de darle su cena.

Cuando escucha el timbre de la puerta se siente desconcertado y tentado a fingir que no está pero Sarah lanza un par de chillidos de alegría que tiran por el caño su plan.

Para su sorpresa, al abrir la puerta se encuentra con Antonio, el antiguo compañero de Emilio.

- No quería molestarte... - dice algo cohibido.

- ¿Cómo sabes en dónde vivo?

- Emilio me enviaba tarjetas por Navidad - explica él.

Aunque no tiene muchas ganas de compañía lo invita a entrar y regresa a la cocina con la niña. Antonio le hace una mueca a la pequeña y esta se ríe feliz. Si pudiera ser como ella aunque tan solo fuera un día...

- ¿Quieres algo de beber?

- Con un poco de agua me conformo.

Sin hacerle mucho caso sirve dos copas generosas de bourbon y lo invita a sentarse en una de las sillas libres de la cocina.

Antonio saca un paquete de su chaqueta y se lo entrega. Curioso lo abre y saca un peluche en forma de elefante.

- No sabía que traer que te sirviera a ti de consuelo, así que opté por un detalle para la pequeña.

- Gracias.

Se lo entrega a su hija y ella lo examina atentamente, después se lo lleva a la boca y termina por abrazarlo. Ha recibido su aprobación.

- Solo venía a saber cómo se encontraban. No manteníamos mucho el contacto pero las pocas veces que hablamos estaba encantado de hablar de sus tesoros.

- Pues no lo demostró - musita con rencor.

- ¿Qué le pasó?

Se pone tenso en cuestión de segundos al escuchar la pregunta. No quiere darle explicaciones a ningún desconocido por muy amigo de Emilio que fuera. No sin saber la verdad todavía.

- No es asunto tuyo - contesta con brusquedad.

- Lo siento, no quería incomodarte.

- Deberías marcharte.

El chico hace caso a la petición y se levanta camino hacia la puerta. Se siente algo culpable por haber sido tan desagradable y lo sigue para disculparse.

- ¿Qué te parece si una noche de estas cenas con nosotros?

- Es un buen plan.

- Gracias por la visita y el regalo de Sarah. Seguro que a Emilio le habría encantado saber que has estado.

Se despide de él y regresa a la cocina echando más de menos a Emilio que antes. Le habría encantado escuchar las historias que hubieran contado esos dos, escucharlo hablar orgulloso de su princesa.

Cuando se va a ir a dormir toma la dichosa sudadera y se la vuelve a poner encima. Con un poco de suerte soñará con él.

*****

Traición; Emiliaco (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora