U N O

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—Fóllame ahora —Arthit se puso en cuatro. Su trasero estaba resbaladizo, brillaba por el lubricante y palpitaba hacia el hombre por el que quería tanto ser follado.

Kongpob respiraba pesado, con su pene aún húmedo por la saliva del jefe de la mafia. Arthit acababa de darle una de sus perfectas mamadas. Obviamente, se había detenido antes de que Kongpob se corriera. Él quería que ese pene se descargara a chorros en otro lado...

—Y no te contengas —ordenó Arthit antes de descansar su pecho en las sábanas y de llevar sus manos hacia atrás, apartando sus nalgas.

Kongpob casi salivó al ver aquella pequeña entrada, rosada y arrugada. Lo había extrañado mucho.

Arthit y Kongpob eran novios oficiales desde la semana pasada. Decidieron dar el siguiente paso en el aeropuerto, justo antes de que Kongpob tuviera que irse a un viaje de negocios que duraría cuatro días.

Cuando Arthit oyó del viaje, él de inmediato programó su avión privado para seguir a su novio.

¡Cuatro malditamente largos días! ¡Él no sobreviviría a eso!

Luego, cuando oyó de los planes de viaje de Arthit, Kongpob le dijo que quería ir solo, que Arthit no debía sobreprotegerlo tanto y que debía quedarse. Que eran sólo cuatro días. ¡Arthit nunca había estado tan frustrado!

El mafioso quería respetar la decisión de Kongpob. Fue difícil, pero se quedó tal como lo prometió. Por supuesto que le ordenó a alguien que siguiera a Kongpob, pero su amor no tenía que saber eso...

De ninguna maldita forma Arthit dejaría que Kongpob fuera a otros países o incluso a otras ciudades sin ponerle un ojo encima.

El jefe de la mafia tenía algunos enemigos y el nunca pondría en riesgo la seguridad del Kongpob. Este, sin embargo, no sabía nada de todas esas actividades criminales con las que Arthit seguía ocupado.

Su novio dijo que no quería saber esas cosas e hizo a Arthit prometerle que pronto dejaría la vida de la mafia.

—¡Ahhh...! —Gimoteó Arthit.

—Oh m-mierda —jadeó Kongpob.

—E-Extrañé esto, maldición —jadeó Arthit y mordió las sábanas. El pene de su novio había sido hecho para él. Lo hacía sentirse en el paraíso.

Kongpob tomó las caderas de Arthit y salió casi por completo, sólo para volver a empujarse profundo.

—¡Ahh!

Él sabía que así era como a Arthit le gustaba. Lo quería profundo. Quería que "le ardiera", como Arthit siempre decía.

Durante su tiempo juntos, Kongpob también aprendió del mismísimo maestro a hablar un poco sucio. ¡Arthit lo amaba! Y a Kongpob se le daba natural.

—¿Te gusta así, bebé? ¿Te gusta cómo desgarro tu pequeño agujero?

—¡Ah, mierda, sí! —Jadeó Arthit. ¡Sí, le gustaba!

Se sentía tan bien estar en cuatro y ser la pequeña perra de Kongpob.

En la vida real, él era el hombre, el que mandaba, el jefe de la mafia, pero aquí era la zorra de Kongpob y precisamente eso era lo que quería ser.

—Me encanta lo apretado que te sientes a mi alrededor. En especial después de cuatro días, ahhhh... maldición, tan apretado...

—Sólo me masturbé... a-ahhh... ahhhh... Me mantuve apretado para ti, Kong... —Arthit salivaba sobre las sábanas. La sensación del grueso pene de Kongpob llenándolo lo hacía sentirse tan bien.

Eso hizo que Kongpob se pusiera aun más caliente. Aceleró el ritmo. Con cada estocada, sus testículos chocaban con la piel de Arthit.

—Ahh... estoy cerca... —Los ojos de Arthit se pusieron en blanco.

Kongpob lo había preparado tan bien hacía un rato que ahora podría correrse sin tocarse, y le encantaba.

Kongpob casi no pudo controlar su propio orgasmo, quería que Arthit fuera rápido. Sabía que eso llevaría a su novio al límite.

Lo sabía luego de todo ese sexo...

—Vamos, bebé, hazme sentir cómo anhelas mi pene, es todo tuyo. Quiero sentir cómo me aprietas...

—Ahhh... ahhhhhh...

La sensación vino desde muy profundo, llegando a él en oleadas. Su pene se sacudió un par de veces antes de descargarse sobre la cama, manchando las sábanas.

Kongpob vio y sintió cómo la cavidad resbaladiza de Arthit se apretaba alrededor de su duro miembro y embistió profundo, vaciándose dentro. Salía y volvía a entrar mientras seguía descargándose.

—Oh... M-Maldición, bebé...

~

Arthit se recostó en el pecho de Kongpob, acariciando con la punta de la nariz el pezón de Kongpob y besándolo con suavidad.

Ambos seguían desnudos, pegajosos y cansados. Habían tenido sexo durante dos horas seguidas, con Arthit corriéndose tres veces y Kongpob dos.

—¿Estás cansado por el vuelo?

Kongpob había llegado directo a casa desde el aeropuerto para visitar a Arthit. Por supuesto que lo había recogido un caro auto negro con vidrios polarizados. En el auto, había bocadillos y bebidas.

Arthit lo había arreglado todo. Sólo lo mejor de lo mejor. Kongpob tenía que admitir que se sentía bien ser consentido un poco, pero luego recordó de dónde venía todo ese dinero y se sintió algo... equivocado. Aun así, intentó apreciar el esfuerzo de Arthit.

—No, estoy bien, no quiero dormir aún. Quiero hablar contigo un poco más.

Besó el cabello húmedo de Arthit. Había extrañado su esencia.

—Estabas bastante animado e impaciente hace un momento. Quizá haya sido el mejor sexo que me has dado —no es como si a Arthit le molestara...

—Bueno, quería darle una recompensa a mi hombre, quien me escuchó y me dejó ir solo. De verdad quería hacerlo, así que gracias.

Técnicamente, eso era verdad. Arthit no había seguido a Kongpob personalmente, así que no se sintió culpable por mandar a otro hombre para mantener a Kongpob a salvo.

—Bueno, en ese caso necesito más recompensas en el futuro. Maldición, bebé, me haces correrme tan rico, mierda...

—...

Kongpob ya era mucho menos tímido que antes, pero de repente, Arthit podía hacerlo sonrojar como un adolescente. En especial cuando era así de desvergonzado.

Hablaron un poco más, pero Arthit se quedó callado de repente.

—¿Qué sucede, Arthit?

Arthit levantó la cabeza para mirar a Kongpob.

—¿Estás nervioso?

Kongpob supo a lo que Arthit se refería.

—¿Por lo de mañana?

—Hm, sí.

—No, no estoy nervioso. En realidad, lo espero con ansias. Me encantaría conocer a tu mamá.

—También me encantaría. No puedo esperar a presentarlos.

Arthit habría querido que Kongpob conociera antes a su madre, ¡pero entonces llegó un virus y lo arruinó todo! Su madre sólo podía recibir visitas de una persona. Ella ni siquiera podía ver a sus amigas. Arthit sentía lástima por ella, así que obviamente intentó visitarla tanto como fuera posible.

Por lo regular, era él quien hacía las reglas. Ahora, su madre vivía en una residencia privada donde le daban los mejores cuidados, pero creyó que sería mejor obedecer las reglas de los doctores. Por fortuna, hace unos días obtuvo las buenas noticias sobre que podía visitarla de nuevo.

Estaba feliz, ¡su madre lo era todo para él! Así como lo era Kongpob.

Su madre y su Kongpob.

Págame con tu cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora