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Tras lo sucedido aquella noche, Luzu no había parado de disculparse con Auron (durante una semana) por lo infantil y atrevido que fue estando ebrio. Cada vez que hablaban o simplemente intercambiaban mensajes, el castaño, sin importar el tema central de la conversación, colaba una disculpa nerviosa y llena de vergüenza. El menor solo reía con amor y aceptaba sus disculpas innecesarias. Si debía ser sincero, aquella faceta del mayor le había encantado de sobremanera y le alegró poder conocerlo un poco más. Además, jamás olvidaría lo precioso que se veía con las prendas que portaba y, muchos menos, lo angelical y adorable que lucía durmiendo entre sus brazos.

Ambos se volvieron más melosos, pero Luzu se había superado por completo. Además de las disculpas, prácticamente gastaba todo su tiempo libre en llenar de mensajes repletos de cursilerías al otro. Auron amaba que eso fuese así.

El mayor comenzaba a sentirse confiado de sí mismo y la idea de tomar la iniciativa e invitar al pelinegro a salir era cada vez más y más grande. El único problema es que su imaginación pareció desaparecer de la noche a la mañana.

¿Otra vez ir a cenar? ¿ir a tomar y avergonzarse de nuevo? No, eso claramente no pasaría. Al menos no por el momento.

—¡Heladería! Llévalo a una heladería—propuso Rubius al otro lado de la pantalla. Como era costumbre en Luzu, había recurrido a uno de sus amigos en busca de ayuda—. Luego pueden pasear tomados de las manos y besuquearse por ahí.

—¿No es demasiado sencillo?—cuestionó dubitativo mientras se recostaba en el sofá de su sala y alborotaba su propio cabello—Él ha sido muy amable conmigo y creo que merece mucho más.

—Le encantará el simple hecho de que tú lo invites, no importa el resto.

Se lo pensó unos castos segundos y llegó a la conclusión de que era cierto. El menor era una persona muy dulce y no parecía buscar grandes lujos.

—Vale, muchas gracias—agradeció con una sonrisa adorable y colgó sin esperar respuesta.

Sus dudas se disiparon completamente. Ya no existía obstáculo para invitar a Auron.

"¿A qué hora sales del trabajo, chiquito?"

Envió el mensaje al instante luego de escribirlo. Una enorme emoción recorría su cuerpo de una forma indescriptible, su sonrisa era imposible de ocultar y su impaciencia no tardó en llegar al igual que una respuesta.

"A la hora perfecta para que me lleves a por helado, bebé"

—Hijo de puta—murmuró el castaño pensando en Rubén y lo imbécil que era a la hora de guardar secretos.

El tono de llamada especial que tenía para Auron sonó e inmediatamente contestó.

—Rabis es más tonto de lo que parece—fue lo primero que dijo el pelinegro en tono divertido.

—Ahora sé a quién no acudir cuando necesite saber dónde esconder un cuerpo—bromeó y una pequeña sonrisa apareció en su rostro cuando el otro rio—. ¿Te he dicho que adoro tu risa?—preguntó en un susurro y casi completamente ruborizado.

—Sí, lo dices muy seguido y me encanta escucharlo—respondió también en un susurro.

—Entonces seguiré haciéndolo.

8 noches [Luzuplay +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora