Capítulo 39.

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El alfa corría lo más rápido que podía, desde hace uno rato había sentido el miedo de su pareja y eso solamente lo preocupaba más. En cuánto llegó a la residencia y supo de lo sucedido casi derribaba las paredes para poder estar al lado del omega.

En una habitación escuchaba los gritos desgarradores de su pareja, con apuro había ingresado, pero al ver la gran cantidad de sangre y lo pálido de Wei Ying se quedó sin aire. Sólo la débil voz de su omega lo hizo regresar.

—Lan Zhan...—apenas pudo hablar Wei Ying.

Lan WangJi se apresuró a tomarlo de la mano—Aquí estoy.

Los ojos grises parecían un poco idos—Ve con A-Yuan...—pidió.

El Lan negó—No te puedo dejar así.

El omega cerró los ojos con fuerza y gritó, Lan WangJi dejó que sostuviera su mano con fuerza si quejarse. La respiración de WuXian era agitada e irregular.

—Ve con A-Yuan—repitió Wei Ying y antes de que el alfa de opusiera volvió hablar—Te necesita, lo dejé muy asustado, necesito saber que estará bien. Ven con él por favor, sólo si tú vas estaré tranquilo—los ojos suplicantes de omega miraron a Lan WangJi.

Al final el alfa no tenía cómo oponerse, así que asintió—Vendré en cuanto pueda—dijo antes de besar la frente de Wei Yign.

En cuanto el Lan salió de la habitación escuchó de nueva cuenta un horrible grito, quería regresar sus pasos pero debía hacer lo que Wei Ying le pidió y buscar a su hijo. Por lo que cerró sus ojos con fuerza y con el dolor de su corazón se alejó.

Fue a la habitación del menor, pues tenía entendido que en cuanto llegaron lo habían bañado y acurrucado en su cama para que no enfermara. Cuando abrió la puerta notó la cama vacía, pero se escuchaba un llanto en el armario, la puerta estaba cerrada y por fuera el joven Yen estaba sentado tratando de convencerlo para que saliera pero parecía imposible.

—HanGuangJun—el omega se levantó e hizo una inclinación— el joven SiZhui se rehusa a salir.

Lan WangJi suspiró—Gracias por cuidarlo, ahora yo me haré cargo de él. Puedes retirarte.

El joven omega asintió y se marchó.

Lan WangJi caminó hasta las puertas del armario y habló en voz baja.

—A-Yuan sal de ahí por favor.

El llanto del menor no había mermado pero las puertas cedieron y mostraron unos ojos grises inundados en lágrimas. Como todo niño, Lan Yuan no soportó más y corrió a los brazos de su padre para desahogarse.

—¡Mi culpa! ¡Mi culpa!—repetía sin parar contra el pecho del alfa.

Lan WangJi lo cargó y abrazó con fuerza mientras se sentaba en la cama de menor.

—No fue tu culpa—dijo el alfa besando la cabecita del niño.

—¡Si fue! ¡A-Yuan tiene la culpa!—restregaba su rostro y lloraba con desesperación.—Perdón papá. Perdón.

El alfa cerró sus ojos y empezó a tararear una canción para que el niño se calmara, sólo después de casi una hora su llanto pareció cesar. Los ojos grises seguían rojos y muy hinchados, además de que aún tenían leves espasmos de su llanto.

—Perdón papá...—murmuró con voz rasposa el infante.

—Shh...—el alfa le meció y dió palmaditas en la espalda—Todo estará bien—Si bien lo decía para calmar al pequeño A-Yuan la verdad es que también quería creerlo.

—Mamá tenía sangre, mucha sangre... ¿Mi hermanita estará bien?—preguntó con temor.

—Ambos estarán bien—afirmó el alfa. Sabía que Wei Yign era fuerte al igual que su hija, no los dejarían, no podían.

Noche de CaceríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora