Capítulo 07: Luna

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Aren se tomaba muy en serio el ganarse el corazón del pueblo, había pasado ya dos semanas desde nuestro encuentro casual en la plaza, durante siete días seguidos nos encontramos cada tarde, a escondidas de todos, y le mostré cada parte importante de la capital que estuvo a mi alcance, después él prometió que conocería el resto del reino en viajes diplomáticos a las tierras de los nobles, no lo había visto desde el último día donde le mostré el orfanato, hasta hoy, una semana después, cuando aceptó una invitación de parte de la Zona Gris para la celebración de la luna llena.

Él viene vestido totalmente de negro, solo es acompañado por dos hombres que, al parecer, son sus más cercanos y están sentados alrededor de la gran fogata hablando con Ceres y otros hombres sobre las cosechas de este año, según la tradición la luna llena bendice las siguientes siembras y mañana empezarán a recoger los campos para llevar la mercancía a la plaza y venderla a los mercaderes. También llegan hasta aquí carretas de nobles para comprar parte de las cosechas directamente y partir de nuevo hacia sus casonas en la zona de las haciendas.

Aiden hace rato se ha ido con sus amigos hacia un lado, juegan a ser guerreros con espadas de madera y sus risas estridentes se escuchan por todo el lugar, mientras tanto Katrina y yo ayudamos a las mujeres a hacer la comida y servir el vino, la verdad el ambiente festivo me hace sentir cálido el corazón.

—Deberías sentarte —le digo a Fiorella cuando veo que está haciendo muecas de dolor, su gran barriga de embarazada parece darle problemas —¿quieres algo?

—Crystal, el bebé está muy inquieto —me dice poniendo una mano sobre su estómago, la mujer tendrá a su primer hijo y la alegría se le nota en la mirada color cielo —creo que debería acostarme un poco.

—¿Quieres que llame a Tobías? —pregunto, haciendo referencia a su marido que está sentado junto a la gran fogata.

—No, él está muy feliz y yo puedo ir sola hasta mi casa —me dice, señalando la casa que en realidad está un poco lejos.

—Deja que Trina y yo te acompañemos, por favor —le pido y la nombrada que estaba escuchando la conversación asiente con la cabeza.

Fiorella accede a mi petición, sabiendo que no vamos a desistir, así que paso un brazo por su cadera ayudándola a sujetarse y las tres nos alejamos del bullicio de las risas y la música que realmente está bastante alto. Cuando nos faltan algunos metros la embarazada detiene sus pasos y mira hacia abajo, no entiendo lo que pasa hasta que imito su acción y el pánico recorre mi cuerpo.

Fiorella rompió fuente.

—¿Debería ir por ayuda? —pregunta Trina y la pelinegra se dobla por el dolor dejando salir un chillido.

—No hay tiempo —le digo empujando a la futura mamá para que avance el interior de la casa —depende de nosotras.

Vi a mi madre hacer esto muchas veces, pero jamás fui algo más que una mera asistente en los partos, ahora el hijo de Fiorella depende de lo que sea capaz de hacer, porque claramente Katrina está al borde de un colapso nervioso.

Fiorella logra acostarse en la cama, su frente esta perlada por el sudor y veo como tiembla cada vez que una contracción llega a su cuerpo haciéndola gritar, pero estamos lejos de los demás y en la fogata hay demasiado ruido para que alguien nos pueda escuchar, si esperamos el bebé puede morir ahogado y no quiero dejar que eso pase.

—Katrina, calienta agua y pásame trapos limpios —le ordeno a la rubia para que salga de su pánico, estas cosas solo a mí me pasan —escúchame Fiorella, vamos a traer a tu hijo al mundo, necesito que escuches lo que te diga y esto funcionará.

La pelinegra asiente con la cabeza incapaz de habla ante el dolor, recuerdo a mamá hacer esto y después a la comadrona Cecilia, tratando de recrear cada uno de sus movimientos hago que Fiorella doble las piernas y es cuando me doy cuenta que mis manos tiemblan, estoy aterrada pero no es momento para pensar en eso, cuando el bebé nazca entonces podré llorar todo mi pánico.

—Fiorella, tienes que pujar cada vez que te lo diga —le indicó, con la imagen de mi madre en la cabeza, antes de que perdiera la cordura ella ayudo a traer muchos niños al mundo y yo estaba presente varias veces para presenciarlo —¡Katrina!

—Ya llegué —la rubia aparece con lo que pedí y las miradas de ambas chocan antes de empezar a guiar a Fiorella en la labor de parto.

—Puja Fiorella, ahora —mi voz sale más segura de lo que en realidad estoy porque por dentro estoy dando vueltas en círculos mientras grito a lo desgraciado.

Katrina se encarga de limpiarle el rostro cada tanto a Fiorella, yo con la mirada empañada en lágrimas, que no derramo, me encargo de servir de partera para esta criatura que está significando el acto más difícil que he hecho en toda mi vida, si todo sale bien también será el más hermoso.

—¡Puja! —mi grito se confunde con el de Fiorella que es mucho más desgarrador por el dolor, es cuando veo la cabeza del bebé asomarse buscando el camino al mundo —¡hazlo, Fiorella!

La mujer grita en un esfuerzo sobre humano donde está dejando todo de sí misma, cuando veo que la pequeña criatura ha salido hasta los hombros la ayudo a venir al mundo, pasan un par de segundos angustiosos para todas donde solo puedo escuchar mi corazón golpeando contra mi pecho con agonía y entonces sucede.

Un sollozo y la habitación se llena del llanto infantil del recién nacido.

—Es una niña —informo y Fiorella rompe a llorar.

Katrina y yo soltamos risitas al mismo tiempo, el primer rostro que la hija de Fiorella ve en este mundo es el mio. Corto el cordón umbilical con la daga cauterizada que vaya a saber de dónde sacó mi mejor amiga, mientras la rubia corre a informar lo sucedido a la fogata yo limpio a la pequeña y la envuelvo en una de las mantas que Trina trajo.

Cuando esta lista se le entrego a su madre que la recibe llorando llena de emoción.

—Muchas gracias, Crystal —dice Fiorella pálida y cansada sosteniendo a su pequeña.

—Es hermosa —es todo lo que puedo decir ante el cruce de sentimientos que me embargan.

—Se llamará Luna, por haber nacido esta noche —susurra mientras la niña se prende del pecho de ella recibiendo su primera comida.

Ante el miedo que sentí rompo a llorar cayendo de rodillas junto a la cama, Fiorella extiende una mano y la une con la mía en un gracias silencioso que dice más que mil palabras, mis sollozos son una mezcla de alegría, alivio y pánico. La casa pronto se llena de gente, pero la nueva madre y yo seguimos en la misma posición tomadas de la mano, ella mirando a su bebé mientras la amanta y yo llorando como si fuera la recién nacida.

Tobías llega hasta nosotras, me abraza sin poder decir nada y besa mis mejillas antes de reunirse con su familia, suelto la mano de Fiorella para que pueda abrazar a su esposo, Katrina llega hasta mí y me ayuda a poner de pie para que salgamos a tomar aire por la emoción tan intensa que nos embarga.

—Fuiste muy valiente, Crystal —me dice llorosa cuando llegamos a la puerta abrazándome por los hombros —trajiste a esa bebé al mundo sin tener idea de lo que hacías, solo por tu convicción de no dejarla morir.

Vuelvo a llorar, Katrina me abraza con ternura y entre las hebras doradas del cabello de mi hermana veo a Aren, él está dentro de la casa de Tobías y Fiorella, conociendo a la nueva integrante de su pueblo y escuchando como la nueva madre narra entre susurros lo que sucedió, entonces nos busca con la mirada y cuando nos encuentra lo veo por primera vez sonreír de verdad.

Una notoria sonrisa por la vida de la pequeña Luna. 

En el nombre del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora