Capítulo 29: Una promesa no se rompe

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El llanto hace que mi cuerpo se sacuda sin control, los sollozos se me escapan sin que pueda controlar su volumen, pero ahora que estoy a salvo entonces soy consciente de todo lo que me pasó las últimas veinticuatro horas y que posiblemente ahora soy una asesina, el miedo y el dolor invaden cada centímetro de mi haciéndome sentir como una pequeña niña aterrada de los monstruos bajo la cama.

—Cálmate niña —uno de los hombres acaricia mi espalda tratando de darme consuelo y su voz se me hace conocida —. Te quedarás sin lágrimas.

Al girar a verlo lo reconozco, él fue quien me sostuvo y me habló el día que conocí a Aren, era otro de los capturados al que ya había visto antes en la Zona Gris. Me limpio las mejillas sintiendo que el tacto me duele y ante la sorpresa mi llanto baja un poco, está vivo y libre, Aren no lo juzgó.

—Vaya, pero si eres la ladrona —dice con una sonrisa de diversión.

—Estas libre —sonrío con alegría por verlo bien y listo para ayudar al Rey.

—Y ahora pagaré mi deuda peleando junto a su Majestad —me dice mientras la carreta avanza rumbo a la zona centro de la capital —. Y por lo visto devolviéndole a su amor.

—¿Cómo es qué lo sabes? —frunzo el ceño, confundida porque eso no ha salido de palacio.

—Te vi el día en el que te llevó en su caballo a casa, vi cómo te miraba y esos ojos solamente los tiene un hombre que ya perdió el corazón por una mujer —me explica y a pesar de lo mucho que me duele todo sonrío de nuevo calmando del todo mis sollozos —. El rumor de que habían secuestrado a la novia del rey se extendió por todo Ayzel y supuse que debías ser tú la desaparecida.

—Logré escapar —le cuento bajo la atenta mirada de los otros hombres que escuchan curiosos —. El Rey estaba ocupado defendiendo Ayzel y no podía ir por mi, así que yo iré por él.

—Serías una reina muy buena —dice uno de los compañeros de viaje sonriendo y si tuviera fuerza me sonrojaría.

—Crystal, no podré llevarte hasta el palacio porque el frente nos necesita —Tobías llama mi atención, asiento con la cabeza dándole a entender que está bien que me lleven con ellos —. Sé que no es el momento, pero a Fiorella y a mí nos encantaría que seas la madrina de nuestra hija.

—Sería un honor —le respondo sintiendo por tan emotiva petición.

Al llegar al frente que consiste en la frontera con Arkazu todo es un desastre, hay vidas perdidas de ambos bandos y pienso que no lo vale porque al final todos fueron hilos tirados por Gellart para hacerse con el trono de Ayzel de nuevo, el sonido de los gritos y las espadas chocando llega a mis oídos dándome ganas de esconderme en el fondo de la carreta y quedarme allí hasta que todo el infierno pase y pueda ver de nuevo mi cielo despejado.

No veo a Aren, pero si a Castiel, él está batallando contra tres hombres solo, pero he de decir que la experiencia de pelear guerras por años junto a Aren le ha dado la habilidad suficiente para que no tema la situación que debe enfrentar. El hombre que no sé cuál es su nombre, pero estuvo dándome ánimos me ayuda a bajar de la carreta cuando estamos a punto de llegar a la zona de guerra por completo.

—Eres fuerte, si llegaste hasta aquí llegarás hasta el rey —me dice sujetándome por los hombros —. Puedes hacerlo.

—¿Cuál es tu nombre? —le pregunto ladeando la cabeza levemente curiosa.

—Dexter —dice y sonríe mostrándome que, aunque está a punto de ir a pelear con un ejército de bárbaros su ánimo esta arriba —. Te llevaré hasta que veas a un amigo.

Mi mirada viaja a mi alrededor, encuentro a alguien que conozco y para mi sorpresa está peleando para Ayzel eso restaura su honor frente a mí, después de todo Enel vivió en mi casa por casi dos años bajo el cuidado de mi padre, aunque solíamos pelear todo el tiempo puedo decir que algún tipo de aprecio surgió entre los dos.

—¡Enel! —en medio de un montón de hombros un grito femenino no es algo que pasar por alto así que el soldado que acaba de terminar con su oponente me mira lleno de sorpresa —. Iré con él, cuídate Dexter, por favor.

—Sobrevive —el hombre me guiña un ojo antes de tomar un hacha y dar media vuelta.

Enel llega a mí, me sujeta por los brazos como para asegurarse de que en realidad soy yo, pero el movimiento me causa dolor por lo que hago una mueca, el muchacho esta tan lleno de sorpresa que tiene que esperar que sus pensamientos se equilibren para decirme algo coherente.

—Todos creímos que estabas muerta —me informa aun sin soltarme —. Tu amiga llegó al palacio y Arkazu atacó casi enseguida, hemos estado todo un día reteniendo al ejército enemigo en la frontera y su alteza se vio obligado a dirigir a sus hombres.

—Me conoces, Enel —le sonrío dándole ánimo —. No iba a rendirme.

—¿Estás bien? —me cuestiona mirándome de arriba a abajo, alzo una ceja divertida porque está claro que no lo estoy al tener tantos golpes repartidos por todas partes —. Olvida eso, tienes que salir aquí es peligroso.

—Tengo que ver a Aren —le pido casi con angustia.

—Aquí pueden matarte, no seas obstinada —me regaña y al alzar la mirada hasta sus ojos lo veo flaquear —. Maldita sea, ven conmigo iremos por el borde más lejano.

Le agradezco con una sonrisa, Enel toma mi mano y tira de mi a pesar de que me duele todo lo sigo dispuesta a soportar el dolor un poco más. Efectivamente el muchacho me guía por la zona más vacía, el ejército de Ayzel está haciendo un buen trabajo en mantener a Arkazu fuera de nuestro territorio, me pregunto qué dirá el rey vecino cuando sepa que Gellart posiblemente ya no pueda luchar más a su favor.

Feliz no estará.

Enel se detiene a una distancia prudente de la carpa que han armado para reunirse a hacer las estrategias y dar informes, barro con la mirada el lugar hasta que doy con Aren, él está luchando he de decir bastante bien a algunos metros de distancia en contra de varios hombres, le va bien, pero lo que más me sorprende es que una cinta roja yace amarrada en su muñeca derecha.

Mi listón.

Cuando termina con sus enemigos Aren pasa una mano por su frente para limpiar el sudor, baja la espada con molestia y su mirada oscura ahora mismo da mucho miedo. Enel temeroso a que yo caiga en cualquier momento me sostiene por la cadera, el rey definitivamente se ve como el tipo de príncipe de cuento que iría a salvar a la doncella.

Pero yo no soy del tipo que necesita ser salvada.

—¡Mi rey! —grita Enel atrayendo su atención, la mirada ónix del líder gira hacia nosotros y al verme se queda congelado en su lugar.

Aren creyó que estaba muerta, pero aquí estoy. Le prometí que regresaría a él y una promesa nunca se rompe, pero mientras nos miramos veo al monarca de Arkazu acercarse por detrás de Aren con su espada en alto dispuesto a atacarlo a traición y todo lo que puedo hacer es gritar. 

En el nombre del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora