Capitulo 1

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Ana:

Le doy un apretón a su mano como signo de que estaba a su lado.

— Mamá, perdoname — Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, no podía verla así, Pensé que sería fuerte y no me dolería tanto pero, es como sí todo estuviera dando una fuerte patada en el estomago, dejándome sin aire.

Rio suavemente —No hay que perdonar, yo nunca podría odiarte — Expresó con una sonrisa triste, contuve un sollozo y dejé que más lágrimas bajaran libremente por mi rostro —Te extrañe desde el primer segundo en que te fuiste y rezé todos los días para que volvieras — Me sentí  mal, y tenía mis razones. Sí me dolió todo lo que dijo cuando peleamos, pero nunca deje de quererla, incluso en ese momento.

—¿Y Ivan? — Su esposo, un maldito que siempre estaba pegado a ella como un puto chicle, fue la principal  razón por las discutí con mi madre y  huí de casa.

— Me abandonó — Confesó acomodándose más sobre sí misma en la cama —Se fue con una jovencita a vivir en el norte — Agregó un poco triste, «Ojalá pudiera decir que no me lo esperaba, pero ¿Qué no esperar de un bastardo como ese?» —Siempre tuve la sensación de que era irreal, pero no quería aceptarlo, me cegué —  con su otra mano acarició mis dedos entrelazados con los suyos.

—Igual se puede ir mucho al infierno, yo estoy aquí para ayudar — Traté de  animarle, en realidad no tenía ni idea como me las iba a arreglar, por ahora mis opciones eran; vender helados o conseguir un suggar, pero aun me faltaba el camión de helados..

—¡Ya llegué! Esperen, necesito respirar un poco —  Habla Marcus abriendo sonoramente la puerta  asustando nos a ambas, estaba bañado sudor y respiraba agitadamente, se encorvó un poco y  puso sus manos en sus rodillas para respirar mejor.

—Pensé que querías caminar —Bromeé y este rodó los ojos divertido.

—Mis niños..  —Su mirada nos inspecciona a ambos.

Pasé un rato con mi madre y Marcus en la habitación recordando los buenos tiempos, hasta que ella empezó a sentir se peor y la dejamos descansar —Gracias.. — Agregué acompañando a Marcus a la puerta — Por dejar el número..

—Lo bueno es que estas aquí ahora — Aquel pareció recordar algo —Toma, no es mucho, pero podría ayudarle hasta el primer mes — Me pasó una cantidad de dinero, quise rechazarlo pero era obvio que seguiría insistiendo, así que los tome.

(......)

A la mañana siguiente me levante temprano, arreglé mi habitación y me aliste. Estaba decidida a buscar un trabajo y ayer en el periódico hay visto una buena vacante. Me puse una falda negra hasta las rodillas, una camisa blanca de botones, até mi cabello en una cola alta y use unos zapatos bajos. La noche anterior mi madre me había mostrado la factura de sus medicinas, eran carisimas pero eso no me detuvo, algo tendría que hacer así no pudiera dormir completamente en las noches.

Salí de casa temprano y fui directo a una empresa grande que había en el pueblo, les faltaba una secretaria de la secretaria, ¿Quién mejor que yo para el puesto? Una chica que ni        siquiera ha terminado la universidad y no tiene experiencia laboral porqué fue una mantenida casi toda su vida, ok, sé que eso no es algo a mi favor pero tengo fé en que me darán el trabajo, entré directamente a hablar con la recepcionista primera secretaria; ella hablaba por teléfono mientras tecleaba algo en un computador, tosí falsamente para hacerme notar y ella subió la mirada.

—Disculpe, lo atiendo en un segundo — Le habla a la persona en el teléfono, después se dirige a mi —¿Qué se le ofrece?

—Buenas, vengo por la entrevista para secretaria — Conté, ella tecleó algo más en el computador, saca un papel de abajo de su escritorio y luego me lo pasa.

—Este es tu numero de turno, ve al segundo piso a la izquierda — Indicó y asentí, había toda una fila de mujeres sentadas con currículums bien preparados y yo pues.... Por lo menos tenía lindo zapatos.

«Mierda, se me olvido planchar la camisa, que bueno momento para darse cuenta, eh»

Cuando por fin llego mi turno me moría de nervios, lo más seguro era que no consiguiera el trabajo pero ajá una sacudida y puro pa' delante como dicen por ahí, abrí la puerta, un hombre de mediana me esperaba dentro, parecía cansado y tenía unos cuantos embaces de café sobre su mesa para mantenerse despierto, me senté en la silla frente a él —Buenos días, soy Ana..

—Ana, Ana.. Tu cara me suena, ¿Eres Ana Wilson? — Indagó levantando la vista, abrió los ojos de par en par — ¡Pero mira quien es, cuanto tiempo! Yo te cambiaba cuando eras bebe  — Asentí sin entender muy bien, ¿Quién rayos era este tipo? Además de mi proximo jefe, claro. — Seguro no me recuerdas, pero soy un viejo amigo de tu madre — Alcé las cejas en sorpresa. ¡Por favor que sea una ventaja!

—Bueno a juzgar por tu edad y tu evidente inexperiencia laboral, no puedo darte el puesto, dudo que en algún lugar decente lo hagan — Dijo lo ultimo con una risita, le dio un sorbo a su café —Si éstas aquí es porque sabes lo de tu madre — Agregó este limpiando se un poco de café con la manga de su traje —Te propongo algo — Me acomodé para escucharlo atentamente. 

—¿Has cuidado niño alguna ves? —  Asentí.

—Cuide los de la vecina unas cuantas veces.

—Perfecto, te propongo cuidar a mis 4 niños y yo pagaré todo lo que necesité tu madre — ¡Bingo! Le había dado al pez gordo, solo tendría que cuidar a un par de mocosos y ¡Pum! Mi madre tendría todo lo necesario.

—Bien, acepto — Este sacó una hoja de adentro de un libro, estaba tan emocionada que no leí nada y  me adelanté a firmar... En fin, ser payasa es mi pasión.

—Un placer hacer negocios con ustedes — reí un poco, le di un apreton las manos como si fuéramos dos grandes empresarios. Salí de ahí dando brinquitos y me dirigí a mi casa.

¡Ja! Esto sera pan comido...

Los 4 TraviesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora