CAPÍTULO 2

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A Tsangali le gusta el pito.

—Maldita sea, ¿esto es en serio? —de un golpe seco alertó a los demás hermanos

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—Maldita sea, ¿esto es en serio? —de un golpe seco alertó a los demás hermanos. Le hizo una seña a Nairi para que se acercara a él, y en un susurro habló— Éstos estúpidos hijos amigo de nuestro padre, ¿cómo es que se llaman esos estúpidos?

—Lucio y Licinio.

—Nombres tan estúpidos... —volvió a la llamada— ¿Sabes qué? Vete a joder a alguien más, estaremos ahí por última vez. No venderemos, no consumiremos, no haremos más que ir, ganar, patear culos, e irnos...

—Y besarnos con muchas nenasss.

—Ay, Tsangali, agradece que está ocupado, sino ya te habría metido un putazo.

Narek colgó la llamada, tomó sus cabellos y los desordenó con angustia.

—¿Qué es lo que quieren ésta vez?

Al menos 3 de los 4 hermanos se encontraban en la habitación suite del hotel en el que se habían hospedado, ya que, al decirle a su padre sobre su fuga para recorrer américa, no había salido nada bien. De hecho, salieron como pudieron. Su padre mandó a retenerlos, no lo logró, pero ellos sabían que algún día tendrían que pagar lo sucedido.

Nairi, con el cabello sin peinar y tal vez con unos nudos difíciles de deshacer, comía una barra de granola, aun en pijama, aun con lagañas diminutas en los lagrimales, y un poco de saliva seca en la comisura de los labios —¿Sí? ¿Hooola? —al no recibir respuesta de parte de Narek, aumentó la insistencia—Mira, pendejo, dime que es lo que está pasando, si no...

—Si no, ¿si no qué? ¿Vas a golpearme como ayer en el casino? ¿Quieres que vuelva a someterte? Porque déjame decirte que eso es lo que hago contigo.

Nairi bufó —Cada día tienes más cagada en el cerebro— Se alejó y se acostó a lo largo del sillón.

—Narek, sé que soy el menos indicado para que me digas que sucede, pero soy parte de nosotros, —señaló a sus hermanos—cada uno de nosotros es parte del otro, y necesitamos estar unidos. Tu eres el pilar de todos, y si tu tiemblas, todos temblamos— dijo Tsangali con más madurez de la que solía tener.

Narek se adentró a la habitación ignorando lo que le había dicho su hermano más menor, buscó entre sus cosas, en las cosas de sus hermanos, y entrando en desesperación sacó y sacó, lo ya empacado ya estaba desacomodado, buscó hasta el último cierre, cajón, bolsa, todo, pero no tenía...

Un pitido detrás de la puerta sonó. Eznik entró y cerró— ¿Por qué se siente tanta tensión? —dejó unas bolsas en la mesita de centro— No los puedo dejar solos unos minutos porque se vuelven infantes de nuevo.

—¿A dónde fuiste?

—Solo compré cosas que pensé que necesitaríamos.

Nairi y Tsangali se acercaron a su hermano Eznik.

LOS HERMANOS SARKISSIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora