El vomito rojizo es muy difícil de quitar.
—No tengo ni puta idea de lo que me estas queriendo decir, cálmate unos malditos segundos— le dio una buena calada al cigarrillo delgado entre sus dedos, lo pasó por su ser, y sacó lo restante.—Es Nairi. Perdió otra vez, está hasta pasada de drogada o no sé, no tengo ni idea de cómo solucionar esto, yo... necesito pensar, necesito razonar las cosas, necesito...
—Necesitas calmarte de una puta vez.
Tiró el cigarrillo al piso, lo aplasto con fuerza. Reanudó su paso hacia la entrada principal del casino.
—¡Sí, ya sabes, deja tu basura!
—Si tanto te molesta recógela. Y sígueme, pareces retrasado.
El casino lo recibió con olores atrayentes para cualquier olfato, pero no para él, tenía que ser calculador, estar alerta, estar listo por cualquier cosa, o para cualquier persona... Como su hermana.
Un escándalo se escuchaba perfectamente por el tono de voz tan familiar y estresante de siempre, o más bien era el tono de gritos llenos de enojo y sin sentido de formar una palabra completa.
—Apúrate, Eznik.
—No soy atlético como tú, no tengo la condición para nada, así que corre tú.
Fue lo último que dijo el hermano del medio antes de que un bufido saliera de los labios delgados de Narek, que, aunque fuese un fumador por excelencia, tenía condición para correr un triatlón si él quisiera.
A lo lejos se veía una melena oscura, lacia, con cabellos despeinados por todos lados, parecía la melena de un león, o tal vez de una... de una chica completamente fuera de control.
—¡Suéltenme malditos idiotas! —rugió fuerte y demasiado claro—¡Quítenme sus asquerosas manos de encima! ¡Degenerados! ¡Bastardos! ¡Hijos de su...!
—¡Ya cálmate, Nairi! Tranquilízate un maldito segundo.
Los puños cerrados, las patadas, los escupitajos, todo aquello volaba en varias direcciones, unos daban en las caras de los guardias, otras quedaban en el aire, otros dieron justo en la quijada de Narek, el hermano mayor.
En un movimiento rápido, éste se metió entre los guardias a empujones, tomó a la fuerza las muñecas de su hermana Nairi, la tumbó al suelo y se sentó sobre su espalda.—Escúchame, Nairi, ya estás en ojos de todos desde aquel maldito escándalo, no necesitamos otro—le susurró al oído—. Necesitas pararte sin decir ni hacer algo tan estúpido como eso que estabas haciendo, eso tan... tan estúpido, tan pendejo de tu parte.
—Quítame ese culo lleno de cagada primero, y veré si puedo no ser estúpida cuando tratan de sacarme a la puta fuerza. Todos son unos pendejos.
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LOS HERMANOS SARKISSIAN
De TodoLo que ninguno de ellos sabia, era que su infierno apenas comenzaba. Algunos en la cárcel, otros perdidos en su propia mente, alguno puede estar muerto, pudriéndosele la piel, siendo comido por gusanos, quien sabe. Aquí, yo, ya lo sé todo. Yo soy el...