Un pastizal lleno picazones.
La bodega industrial se había convertido con el paso del tiempo en una cueva de mala muerte clandestina para el mercado de las drogas, también se había convertido en una pista de cerreras de automóviles modificados para que corrieran mucho más rápido de lo que fueron fabricados, varios habían muerto así.
La pista rodeaba toda el área de la bodega, tenía las 4 curvas muy cerradas, baches profundos ocultos con tierra suelta, algunas rampas débiles y mal hechas. Todo era peligroso tanto afuera como adentro.
Al costado de la pista había otra en línea recta, para arrancones. Donde algunos autos habían salido en llamas por la fuerza de arranque que se había puesto en ellos, ya que en la línea de salida había grava y lodo la mayoría del tiempo.
Y al final de la bodega, había unas cortinas sucias con agujeros, donde cruzándolas se entraba al paraíso para algunos, el infierno para otros. Cruzándolas se podía ver a aquellas almas desoladas ahogadas en las drogas. Algunos compartiendo jeringa, expuestos a alguna enfermedad, otros compartiendo pipas, otros pasando el cigarrillo. Todos ahí estaban expuestos. Nairi estaba expuesta.
Bajo las condiciones de algunas drogas se pierde la noción del tiempo, se pierde el poder de controlarte a ti mismo. Y solo ganas un vicio difícil de salir, ganas posibles enfermedades venéreas, y pierdes casi todo. Te pierdes a ti mismo.Nairi, por suerte, y por inteligente, no consumía más allá del cannabis. Que, la utilizaba para cuando pasaba aquello; cuando se sentía sola, se sentía agobiada, llena de inseguridad, ¿podría cumplir algún día su propósito? ¿Qué propósito tenía? ¿Qué es lo que tenía que hacer en esa vida?
Nairi le dio otro jalón al cigarrillo, llenó sus pulmones, tosió lo restante. No era muy buena en eso.
—¡¿Dónde mierdas está mi puta hermana?! —la voz de un Narek furioso se escuchó aún más fuerte por el eco de la bodega — ¡¡Nairi!!... Esa imbécil, no sabe lo que hace.
Nadie decía nada. Casi todo el mundo que estaba ahí respetaba a los hermanos. Cuando uno de ellos se mostraba furiosos era mejor tomar distancia. Y cuidado si preguntaban algo, porque si no se les daba la respuesta que querían oír, seguramente se acabaría con una nariz rota. Pero depende de a quién se lo preguntes. Depende del hermano que sea.
Narek avanzaba rápido, a pasos pesados y seguros, ¿en dónde estaba su hermana? ¿En dónde estaban los demás?
—¡Tú! —señalo a una pobre alma débil y temerosa. Un niño de 14 años— Junta a los Sarkissian. Llévalos a la pista principal —el niño había quedado congelado—. ¡Rápido!
Pobrecilla de Nairi cuando la encuentren. Ni siquiera sabrá qué pasó en realidad.
El hermano mayor llegó al final de la bodega. Sabía de aquellas cortinas, sabía que su hermana podría estar ahí. Pero no quería confirmarlo.
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LOS HERMANOS SARKISSIAN
CasualeLo que ninguno de ellos sabia, era que su infierno apenas comenzaba. Algunos en la cárcel, otros perdidos en su propia mente, alguno puede estar muerto, pudriéndosele la piel, siendo comido por gusanos, quien sabe. Aquí, yo, ya lo sé todo. Yo soy el...