—¡¡Maldita perra desgraciada!!— el gruñido fue profundo desde el pecho. Salió del verdadero dolor.Una patada en los huevos puede llegar a ser doloroso, en especial si los haces pellizcarse entre ellos.
—Soy Nairi, una perra desgraciada, a quien nunca en tu puta vida le pondrás una mano encima —lo señaló con el dedo mientras le decía todo aquello—. Bastardo de mierda. —escupió a la cara de su captor.
—Te vas a arrepentir maldita prostituta —dijo aún presionando sus testículos para tratar de aminorar el dolor.
El captor encapuchado recibió un golpe seco en la cabeza, haciéndolo caer, rebotando contra el liso piso de cemento.
—Quien se va arrepentir eres tú.
¿Alguna vez, les han dicho que cuando estés en una pelea, nunca subas tu cabeza cuando estés en el suelo?
El hombre lo hizo, cometió ese error.
Nairi, con un pisotón fuerte, dejó estampada la cabeza del desconocido ahora moribundo. Un ojo salió levemente de su cuenca, sangre comenzó a regarse a los escasos segundos, tal vez por el oído, tal vez por la boca.
Su respiración baja, casi audible, con poca vida en el cuerpo, pronunció;—Morirás a manos de otro... porque ese es tu destino —tosió—. Tu destino está escrito desde antes de la luz. El destino de todos ya lo está —tosió dejando salir un hilo de sangre—. Y no podrás cambiarlo. Por más que lo intentes, por más que lo anheles, por más que te rompas intentado hacerlo —en un susurro terminó—, no lo lograrás.
El hombre joven, con guantes en las manos, con un sombrero de ala corta, y una gabardina oscura no parecía muy inteligente. Había levantado la cabeza. Cuando estas en el suelo, no puedes descuidar tu cabeza por más que te golpeen en otra parte del cuerpo, la cabeza es esencial.
No somos cucarachas. No vivimos 7 días sin cabeza.Otro pisotón. La cabeza más aplastada, incluso se rompió un pómulo. El ojo casi salió de su cuenca. Más sangre.
Pareció haberse ido la vida de sus ojos, de su ser. Tal vez su alma ya había partido al cielo, al infierno, al limbo, a formar parte del universo, a vagar por la tierra, no lo sabemos. Aún
Nairi, con cara de asco, salió del lugar, un ascensor la recibió al final del pasillo. Lo tomó, bajó, y abrió.
Salió como pudo. La prensa estaba ahí. Ahogándola con preguntas. Había sido secuestrada.
—El cuerpo está arriba —el bullicio aminoró—, yo lo maté —apenas había procesado lo que había hecho. Tal vez se cegó por la rabia que sentía en el momento, tal vez quiso hacerlo, tal vez fue el destino, tal vez solo pasó como debía pasar—. En defensa propia.
Las cámaras, las entrevistas, las acusaciones, las protestas, las insinuaciones, todo, se dejó caer contra Nairi, ¿dónde estaban sus hermanos? ¿Dónde estaba Narek?
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LOS HERMANOS SARKISSIAN
RastgeleLo que ninguno de ellos sabia, era que su infierno apenas comenzaba. Algunos en la cárcel, otros perdidos en su propia mente, alguno puede estar muerto, pudriéndosele la piel, siendo comido por gusanos, quien sabe. Aquí, yo, ya lo sé todo. Yo soy el...