Prologo

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Sonaban las campanas de la iglesia, anunciando la llegada del ocaso, que se acercaba con un  frío y albo acompañante,  las calles se encontraban desoladas, a excepción de una silueta la cual,  al paso de su andar, su ropaje se llenaba de  nieve.

“Rayos.” Maldijo aquel hombre, apresurando su andar, ya que sabia que su familia lo esperaba para la cena. Giro en una esquina y dos casas más adelante se dispuso a entra en la tercera casa, al llegar al pórtico se sacudió para quitarse la mayor cantidad de nieve posible.

Abrió la puerta- ¡Amor!– Grito levemente para ser escuchado. –¿Dónde estás?

-Oh querido, haz llegado- Se escucho una voz desde la cocina.- Estoy terminando de preparar la cena, ya no tarda mucho en estar lista.

El hombre se dirigió al lugar de donde provino aquella dulce voz, a paso lento para no ser delatada su presencia, se acercó con mucho cuidado y estando cerca de la figura femenina, este la tomo por la cintura y la estrujó contra su cuerpo, depositando un beso en la mejilla.

-¡Ho cielos!– dio un pequeño salto por el susto que el hombre le causó – ¡Estás mojado, hazte a un lado Richard!- se quejo la mujer como si de una niña pequeña se tratara.

Este obedeció al instante y soltó una pequeña risa, que fue callada por un beso.- ¿Cómo te fue?- pregunto la dama, al separar sus labios, dando un pequeño abrazo.

-Excelente, la herrería va bastante bien, y ahora ira mucho mejor ya que, por alguna razón el rey ha echo varios encargos de armas y armaduras.- Explico el hombre dando un sonrisa.- Y ahora estoy mucho mejor teniendo a ti entre mis brazos.

- Ay, basta Richard- Le dio una palmada suave en el pecho.- Me alegra tener a un hombre muy trabajador, pero no quiero que mi hombre se resfríe por quedarse empapado con agua de nieve que está demasiado helada.

Richard dio una leve risa y rasco su frente, olvidó por completo que la nieve se había derretido en  su ropa – Tienes razón Julieta, iré a cambiarme no tardo.
-Si corre, por cierto, avisa a los niños que bajen para que empecemos a comer.- le dio una caricia en la mejilla con su pulgar y le dejo para que se dirigiera a su habitación.

Richard asintió y camino hacia las escaleras, al terminar de subir estás, se acercó  a la habitación de sus hijos, tocó tres veces y abrió.- ¡Sorpresa!

-¡Papá!- dos vocecitas gritaron. Eran dos niños, bastante parecidos, se podría decir que eran gemelos, de no ser por la diferencia de edad y de altura; Sus ojos tenían un hermoso color cian, su piel era un tanto pálida casi como la nieve, esta  hacía resaltar unos cabellos lacios de un profundo color negro.

Ambos niños que jugaban en el suelo, se pararon rápidamente y corrieron  a dónde se encontraba su padre. El cual se  posó sobre una rodilla y  los recibió con un fuerte abrazo.- Como están mis pequeños- Revolvió su cabello despeinado los un poco.

-Muy bien papá- hablo el más bajo.

-Eso me parece bien, ¿Tu hermano ha cuidado bien de ti Eddward?

Soltando una pequeña risita el pequeño asintió y miro a su hermano que en ese momento le daba una sonrisa.

-Maravilloso, te estás convirtiendo en un hombre de bien  Arturh- posando una mano sobre el hombro de este.

- Si papá, y siempre cuidare de mi hermanito-Dijo mientras daba una tierna mirada al menor.

-¡Ho!, Ahora que lo recuerdo les traje algo- el hombre se puso de pie y empezó a buscar entre sus bolsillos.

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