A Flavio nunca le había costado adaptarse a los ritmos de sueño porque dormía donde fuese y muy rápido, tanto, que la noche anterior ni siquiera había tenido tiempo de reflexionar sobre dónde estaba cuando se metió en la cama. Lo que sí le costaba mucho, con o sin jet lag, era amanecer, pero ya había dejado las cortinas abiertas para que fuese menos duro porque si había algo que le molestaba era salirse de los planes. Se vistió rápido, cogió las cosas y se apresuró pues el desayuno acababa a las nueve y media y le quedaban apenas veinte minutos.
Era buffet y se puso las botas: huevos, bacon, tostadas con aguacate y un zumo. A la hora en que empezaron a recoger, él no había ni atacado las tostadas, pero un amable trabajador le dijo que no tuviese prisa, que primero tenían que guardar toda la comida.
Cuando terminó, puso rumbo a Times Square, donde recordaba haber visto una tienda de recuerdos, y compró un paraguas barato pero feísimo porque le había visto la previsión del tiempo. Después de eso, fue hasta el MoMA, uno de los museos de arte moderno más importantes del mundo y por el cual se moría de ganas de ver. Su madre siempre le había inculcado el amor al arte en general y a la pintura y escultura en particular y en Nueva York tenía muchas posibilidades de disfrutarlas.
La entrada era sencilla y minimalista, a diferencia de otros museos que eran amplias construcciones modernistas o en estilo Beaux Arts. Estaba entre otros edificios y pasaba casi desapercibido para ser tan importante.
Pagó la entrada y se perdió entre algunos de los cuadros más conocidos de la historia del arte: Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso, Lata de sopa Campbell de Andy Warhol, Los amantes de Magritte, La Persistencia de la memoria de Dalí... Flavio deambulaba observando cuidadosamente cada pincelada, leyendo cada descripción, sacando fotos e imaginándose contextos de los cuadros. Ahora obras de Miró, Jackson Pollock, Edward Hopper...
De galería en galería, de piso en piso, finalmente llegó a La noche estrellada de Van Gogh, uno de los cuadros más reconocibles de todos los tiempos. Su continua presencia en la cultura popular hizo que sus expectativas fuesen altísimas y se viesen truncadas en el momento en que puso los ojos en la obra, en parte por su tamaño, más pequeño de lo que esperaba, en parte por el marco que, a su parecer, impedía que el cuadro brillase por sí solo. Además, la cantidad de gente aglutinada a su alrededor sacando fotos hizo que no pudiese disfrutar de la experiencia.
Un poco agobiado, se dirigió al jardín, repleto de esculturas, fuentes y vegetación. Aunque no era muy grande, se sintió en paz y estuvo paseando un buen rato en el que se permitió plantearse un poco su presencia en aquella ciudad. El estar ahí era surrealista, pero más aún había sido ser admitido en Juilliard, uno de los centros de estudios más demandados del mundo. Tenía suerte de que su último profesor de piano fuese tan prestigioso que el Conservatorio de Murcia hubiese sido de los únicos en abrir plazas de movilidad con la Academia. El año anterior había sido duro, tenía que ser el mejor y casi no se permitió tener tiempo libre. Aunque no tuviese nada que perder, como tampoco lo tuvo en otra ocasión, aunque en esa sí perdió, quería cambiar su vida radicalmente. Pero esta vez había ganado.
Y ahí estaba, disfrutando de un lugar privilegiado y admirando obras de arte que su madre se moriría por ver. Recordando sus consejos, entró al lugar de nuevo y se puso a buscar las obras de arte menos conocidas pero a su vez preciosas, como el F-111 de James Rosenquist, un enorme mural en tres Paredes que, por su colorido y la cara de una niña sonriente se podría pensar como alegre, pero su historia es muy diferente pues representa un bombardero y sus efectos. El Poster Dress de Harry Gordon con Bob Dylan también le llamó la atención y así se introdujo en la zona más arquitectónica y de esculturas donde también pasó un buen rato contemplando.
Tras visitar la colección cinematográfica, a eso de la una y media del medio día, estaba cansado y hambriento. Salió y se dirigió a un lugar próximo en el que servían Poke Bowls y se cogió la más grande de la carta. Le gustaba todo y nunca tenía problema con la comida, además, en ese momento, cualquier cosa le hubiese parecido un manjar. Le dolía bastante la espalda y pensó en ir al hotel a dormir una siesta y seguir con su paseo más tarde, pero miró la previsión del tiempo y daba lluvia y optó por aprovechar quedándose por la zona.
Le apetecía ir de compras y aunque estaba en la Quinta Avenida, se le salía de presupuesto. Fue a La Avenida de la Moda, o Séptima Avenida, y caminó entre las tiendas más asequibles. Llegó a Macys, unos grandes almacenes míticos con todo tipo de cosas y compró ropa que necesitaba, ya que en la maleta no cabía todo el equipaje para un año.
Con tres bolsas salió más que satisfecho mientras vio un cielo cada vez más y más negro. Mientras paseaba hacia el hotel, se acordó de su canción nueva y del piano. De repente sintió la necesidad de continuarla y apretó el paso para llegar cuanto antes al piano. Pensaba que podía resultar un poco raro que un cliente se pusiese a tocar todos los días, pero se tranquilizó a sí mismo diciendo que aquello era Nueva York y nadie repararía en él por más de diez segundos.
Cuando llegó, los truenos empezaban a sonar y corrió a refugiarse en el piano. La oscuridad que había teñido la ciudad le inspiraba y siguió componiendo.
"¿Qué será? ¿Qué es lo que ha pasado?"
Así siguió, cambiando acordes y melodías sin darse cuenta del paso del tiempo hasta que le sobrevino el bloqueo.
Le apetecía cantar, aunque se solía sentir inseguro al respecto pero, repitiéndose el mantra de hace unos minutos, cogió aire y se dispuso a cantar Your Man de Josh Turner acompañada al piano. Estaba ya casi acabando cuando notó un movimiento en la sala. Primero vio solamente unos ojos azules enormes y después reparó en la cara de la dueña: una atractiva rubia empapada que le hizo olvidar la estrofa que estaba cantando. Rápidamente, quitó la mirada tras unos segundos que le parecieron eternos y continuó tocando, pasando de canción en canción nervioso, consciente de que la chica seguía mirándole, intentando impresionarla por un motivo que desconocía... en parte.
Decidió acabar su pequeño show y ponerse en marcha hacia la habitación. Por el rabillo del ojo vio que la joven se movía pero se asustó bastante cuanto notó que se le ponía delante.
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Cornelia Street
FanfictionAño 2021. Samantha. Flavio. Una nueva ciudad, un nuevo país, un nuevo continente. Nueva York. Una oferta de trabajo, una oportunidad académica. El destino que lleva año separándoles sin que lo sepan, parece empeñado en juntar el camino de dos perfe...