1. Paso a paso

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Julia

27 de abril 2025

- ¡Pórtate bien! – le repetí por enésima vez a mi hija, besando su pequeña mejilla.

- Yo siempre me porto bien, mamá. – respondió haciendo un puchero.

- Lo sé, mi amor. – le sonreí para calmarla. – Te voy a echar mucho de menos.

- Y yo, mami. Pero la tía Nia me cuida genial, no te preocupes.

Me levanté justo cuando mi amiga, Nia, la única persona con la que podía contar, se acercó a acariciarle el pelo a mi niña. Solo ella entendía el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Solo ella sabía como me costaba decirle adiós a Ana, mi hija. Iba a ser solo por unas semanas, el tiempo que necesitara para explicarle a mi familia que desde hacía cuatro años, éramos uno más. No, no iba a ser fácil. Por eso necesitaba ir primero yo, explicarles toda la situación y si conseguía que todo estuviera bien, traer a Ana para que conociera a sus abuelos y a sus tíos.

Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Nia lo vio y se alejó, cogiendo mi última maleta para meterla en el coche. Necesitaba esos minutos a solas con mi hija, para abrazarla fuerte.

- Te quiero muchísimo, princesa. Cuídate, por favor. Te llamaré mil veces pero si algún día necesitas cualquier cosa, vengo volando.

- Tú no sabes volar. – me respondió sacándome la lengua.

- Si es por mi niña, aprendo. – contesté guiñándole el ojo, y conseguí que soltara una pequeña risita.

Mi hija era una copia de su padre: misma nariz, misma sonrisa y mismos ojos color esmeralda. Me recordaba tanto a él... Mi corazón empezó a latir con más fuerza, como siempre ocurría cuando pensaba en Sergio. ¿Le vería al llegar al pueblo? ¿Seguiría viviendo allí o se habría ido a explorar mundo, como prometimos hacer juntos? ¿Querría verme? ¿Quería verle yo? Tantas preguntas hicieron que me mareara levemente.

Abracé fuerte a mi hija, la alegría de mi vida, y cerré los ojos para intentar recordar lo máximo posible sus bracitos, siempre débiles. Antes de ponerme a llorar, decidí levantarme y abrir la puerta del coche. Respiré hondo y tomé fuerza para lo que me esperaba. No iba a ser nada fácil volver a casa.

- Julia, mi niña, todo estará bien. – dijo Nia apretando cariñosamente mi hombro.

- ¿Y si no? ¿Y si todo sale mal?

- Es tu familia. – contestó ella.

- Pero les fallé. Me fui sin decir nada, Nia. No sé si serán capaces de perdonarme. – respondí parpadeando rápidamente para espantar las lágrimas.

- Tienes que intentarlo. Por Ana.

- Cuídala, por favor.

- Julia, quiero a esa niña con todo mi corazón, no le pasará nada. Vete tranquila y recuerda que, pase lo que pase, me tienes a mí.

- Gracias, de verdad. – respondí abrazándola fuerte.

No sé que hubiese hecho estos cinco años sin ella. Había sido mi salvación desde el primer momento. Nia era como una segunda madre para mí. Aún recuerdo a la perfección el día en el que la conocí.

Fue hace cinco años, justo el día después de saber que estaba embarazada. Necesitaba salir de ese oscuro apartamento en el que llevaba viviendo un mes y odiado el mismo tiempo, pero era el único que me podía permitir. Salí a pasear por esa ciudad, sintiéndome sola, muy sola. Pensé que un paseo me ayudaría a aclarar las ideas, pero todo lo contrario. Por mi mente solo aparecían mil escenarios en los que todo iba mal y la misma pregunta una y otra vez "¿Quería tener a ese niño?". No sabía la respuesta.

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