7. Ya no

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Sergio

6 de mayo

Me despertó el tono de llamada de mi móvil, pero por más que quise, fui incapaz de levantarme a cogerlo. Me reincorporé lentamente, pero antes de ponerme de pie, un fuerte mareo hizo que tuviera que respirar un par de veces y volver a sentarme. Náuseas, sudores fríos y dolor de cabeza; claros síntomas de resaca. Pero yo no recordaba nada.

Volví a tumbarme, tapando mi cara con la almohada, intentando recordar lo que pasó la noche anterior, pero solo logré hacer memoria del berrinche de Alba. Llevábamos una semana francamente mala, con discusiones a diario y cada vez más agotadoras. No sé porqué pensé que una noche de fiesta haría que mejorara la situación, pero nunca hubiese imaginado que allí estaría... Julia. Dios, estaba preciosa. Recordé su mirada de preocupación, dolor y culpabilidad al ver que Alba se marchaba y fue demasiado para mí. Julia me había hecho mucho daño, pero no se merecía ser tratada así, por nadie. Lo siguiente que recordé era beber y beber y... nada más.

El dolor de cabeza era insoportable así que, con mucho esfuerzo, alargué la mano hasta el segundo cajón de la mesilla de noche, donde guardaba los ibuprofenos. Rebusqué a tientas, sin éxito. Cuando me di por vencido, decidí levantarme al fin para ir a buscar las pastillas a la cocina, pero en mi mesilla encontré un vaso lleno de agua, una pequeña pastilla y una nota. Reconocería esa letra entre un millón. Julia.

"Bebe mucha agua y tómate esto, pero sobre todo, descansa hoy. Te dejo mi número de móvil, por si lo necesitaras. Cuídate. Julia"

Todos los recuerdos volvieron a mi mente en cuestión de segundos. Había besado a Julia. Ella había estado ahí para mí. Me había traído a casa, me había cuidado, me había correspondido al beso con la misma pasión que sentí yo. Y eso... fue un grave error. Lentamente, llevé mis dedos a mis labios y cerré los ojos, intentando recordar como fue sentirla otra vez. Por culpa del puto alcohol tenía borroso el recuerdo del beso, y aún más de qué pasó después. Por mucho que lo intenté, no era capaz de saber cómo acabó la noche.

De pronto, me percaté de que iba vestido únicamente por unos calzoncillos y no recordaba haberme desnudado yo. ¿Y si...? No, no podía ser. No podía haber ido más lejos que un beso, ¿verdad? Sudores fríos me recorrieron todo el cuerpo. Tenía que hablar con Julia, cuando antes.

El teléfono volvió a sonar, apartándome de mis pensamientos y esta vez sí tuve la fuerza para ir a por él. Sonreí al encontrar mi móvil colocado encima de la camisa y los pantalones que había llevado la noche anterior. Estaban perfectamente doblados, y sin duda, eso era obra de Julia, siempre tan ordenada. Contesté a la llamada sin mirar quién se encontraba al otro lado de la línea.

- ¡Sergio! – gritó mi hermano Pablo, haciendo que mi cabeza retumbara. - ¿Cómo lleva la resaca mi hermanito favorito?

- Bien, hasta que me has llamado. – respondí molesto. – Espera, ¿cómo sabes que ayer bebí?

- Lo sabe medio pueblo. – dijo riendo. – Menuda liaste. Además, hay rumores de que te fuiste del brazo de Julia...

- Me llevó a casa porque sí, bebí mucho. Pero nada más. – respondí seco, pues no quería hablar más del tema.

- Lo que tú digas. – podía imaginarme su sonrisa al otro lado de la línea.- Te estamos esperando en casa de papá para comer, así que espabila.

Miré la hora en el móvil y me sorprendí al ver que era tardísimo. Irónicamente, no me sorprendió no ver ni un mensaje de Alba. Sabía que tenía que hablar con ella, pero lo último que me apetecía en ese momento era tener otra pelea. Así que dejé el móvil, me tomé la pastilla que me había preparado Julia y me vestí rápidamente, sin dejar de pensar en ella, mi primer amor.

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