4. Lo siento

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Julia

28 de abril 2025

Escuchar la voz de mi padre hizo que me derrumbara por completo. Me volví a sentir como una niña pequeña, indefensa, que llora cuando tiene miedo y solo quiere que sus padres la abracen. Le había echado tanto de menos...

- Julia, mi niña. – susurró él, acercándose lentamente a mí. Yo estaba paralizada, sin saber qué hacer, qué decir.

- Sé que tenemos mucho de qué hablar pero llevo cinco años sin abrazar a mi princesa y no puedo esperar más. – siguió.

Fue todo lo que necesité para correr a sus brazos, sin pensar en nada más. Mi padre me abrazó fuerte y noté como también empezaba a llorar. Verle así, destrozado por mi culpa, hizo que mi corazón se rompiera aún más.

- Lo siento, papá. Lo siento muchísimo. – repetí sin soltarle.

- Lo sé, pequeña.

Nos quedamos abrazos por unos largos minutos, intentando recomponernos. Cuando nos separamos, nos miramos a los ojos fijamente, y se dibujó una sonrisa tímida en nuestros rostros. Mi padre puso su mano en mi mejilla, y mientras me secaba las lágrimas susurraba "estás aquí".

- Vayámonos de este sitio, no quiero hablar aquí. Sé el sitio perfecto. – dijo mi padre poniendo un brazo sobre mis hombros y atrayéndome hacia él.

Y así, agarrados, salimos del cementerio tras despedirnos de mi abuela. Gracias a ella me había reencontrado con mi padre, y estaba segura que todo iría bien. Ella me había dado la fuerza que necesitaba para enfrentarme a esta situación, para recuperar a mi familia.

Caminamos en silencio por diez minutos, hasta llegar a la playa y, sin decir nada, nos sentamos en la arena. Me quedé mirándole y vi como le había afectado el paso del tiempo. Tan solo habían sido cinco años, pero le veía mucho más mayor. Vi que había decidido dejarse bigote, gran error, y que su pelo rubio cada vez era más blanco. Pero ahí estaba, a mi lado, tal y como había imaginado mil veces antes de atreverme a venir. Ahora que le tenía cerca, no quería imaginarme otra vez sin él. Pero para eso, tenía que conseguir que mi familia me aceptara de nuevo, que me perdonaran haberme ido y haberles ocultado que tenía una hija. La verdad, no creía que pudieran perdonarme.

- Papá, déjame explicarte por qué... – empecé a decir, pero él rápidamente me interrumpió. Ambos estábamos nerviosos por tener esa necesaria conversación, por eso intentábamos retrasarla lo máximo posible.

- ¿Recuerdas el día que casi ahogas a tu hermana? – dijo mi padre, haciendo que los dos soltáramos una carcajada.

- ¿Cómo olvidarlo? – respondí entre risas. – Quería enseñarle a nadar para poder jugar con ella en el agua. Recuerdo que no me dejabais nunca, pero ese día aproveché que os fuisteis un momento y me metí con ella al mar. Menos mal que llegaste a tiempo y evitaste una desgracia.

- Aún recuerdo cómo llorasteis ese día las dos. Mar solo tenía tres años y ni se acuerda de eso, y esperemos que nunca se entere.

- Pero, al final, ese día acabó genial. – continué con una sonrisa triste.

- ¡Cierto! Fue el día que supimos que tu madre estaba embarazada de Javi y por eso se encontraba mal y tuvimos que dejaros solas por cinco minutos. Pero eso ya te bastó para casi matar a tu hermana. – dijo riendo.

No pude evitar estremecerme al oír "madre". Hacía tiempo que sentía que no merecía llamar a Anaju así. No después de cómo la traté.

Quise borrar esos pensamientos de mi mente, intentando centrarme en el recuerdo de ese día, quince años atrás, en el que sentí verdadera felicidad al enterarme que tendría otro hermano. Quería a mis hermanos con todo mi corazón y me dolió pensar en lo cambiados que estarían ahora. Pensar en mi familia me abrumaba, pues no sabía si estaba preparada para enfrentarme a todos ellos.

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