5. Culpa

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Julia

1 de mayo 2025

"Tú puedes", era lo que me repetí mil veces mientras esperaba encerrada en el coche, intentando reunir las fuerzas para dar el paso y entrar en la casa de mi infancia, donde me esperaba toda mi familia. Iba a salir muy mal, estaba segura, pero también sabía que era necesario.

- Por ti, Anita. – susurré pensando en mi hija. Todo esto lo hacía por ella, para que disfrutar de una familia que la quisiera tanto como yo.

Sin pensármelo más, abrí la puerta del coche y avancé, sin mirar, hacia la puerta. Cuando al fin abrí los ojos, quedé impactada. No me esperaba para nada encontrarme ahí a Sergio, mirándome fijamente. No podía apartar la mirada de sus ojos esmeralda, intentando descubrir qué sentía, como solía hacer años atrás. Pero ahora ya no sabía qué pensaba y, lo prefería, pues estaba segura que solo sentía odio hacia mí.

- Julia, ¡cuánto tiempo! – exclamó un voz al lado de Sergio.

Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba acompañado y me sorprendió ver que conocía perfectamente esa voz. Era la de Alba, mi mejor amiga de la infancia, la chica que siempre había estado enamorada de Sergio y que, al parecer, había conseguido que él le correspondiera.

- ¿Qué haces aquí? No sabía que estabas de vuelta. – siguió Alba, con una sonrisa fingida. – Nos alegramos mucho de verte, ¿verdad, Sergio?

Alba se acercó más a Sergio, pero él seguía mirándome a mí, como si el resto del mundo no existiese. Yo, sin embargo, me forcé a bajar la vista, lo que fue un grave error. Mi mirada quedó clavada en sus manos entrelazadas y, más concretamente, en el brillante anillo que llevaba Alba. No había duda. Era un anillo de compromiso. Sergio siguió mi mirada hasta la joya, para volver a mirarme fijamente un segundo más tarde. Sabía que me había dado cuenta. Sus dedos se movieron ligeramente, temblorosos, como le quemaran por la intensidad de mi mirada.

Intenté que no se notara cómo me afectó, que no vieran como mi corazón se había roto en mil pedazos. "No iba a esperarte toda la vida", pensé. Y sí, no iba a esperarme, tenía que rehacer su vida. Pero, ¿casarse? ¿y con mi mejor amiga? Eso sí que no lo vi venir. Y, por eso, el dolor fue más intenso. Y no solo por mí, también por Ana. Su padre iba a formar una familia, sin ella, sin mí. Y yo era la única culpable.

Intenté sonreír, decir algo, lo que fuera. Pero estaba paralizada. Menos mal que en ese momento, la puerta de mi antigua casa se abrió y una sonriente Samantha salió a recibirnos.

- Sergio, Alba, ¡bienvenidos!- exclamó mi tía, mirando a la pareja. Tras ver la expresión que llevaban, Samantha se giró hacia mí y, sorprendentemente, su sonrisa se ensanchó.

- Julia, mi niña. – susurró antes de correr hacia mí y abrazarme fuerte. – No sabes cómo me alegro de volverte a tener aquí, pequeñaja.

- Gracias. – fue lo único que conseguí decir, pues no me esperaba esta reacción. Al menos una persona no me odiaba. Eso era bueno, pero faltaban retos mucho más difíciles.

Samantha siempre fue la tía divertida, la que me consentía y mimaba. Jamás puso mala cara conmigo, y me alegraba saber que eso no iba a cambiar ahora.

- Tienes que contarme todo de estos últimos años. – dijo secándose las lágrimas. – Te hemos echado mucho de menos.

Sam me cogió de la mano y me empujó hacia la puerta, sabiendo que necesitaba ese apoyo o correría bien lejos de ahí. Sergio y Alba nos siguieron hasta el jardín de la parte trasera de la casa, donde estaba reunida toda mi familia. De pronto, me sentí más sola que nunca. No pertenecía a este lugar.

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