Si pudiese

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Caminaron rumbo a su casa, de improviso Yokozawa apretó fuertemente la mano de Shinobu en la medida que las piernas le temblaron, haciéndole caer.

El Omega más pequeño comprendió lo que estaba sucediendo, ya habían hablado de la posibilidad que su periodo de calor llegara en las siguientes semanas, no en esos días. Con dificultad le escuchó pedir por quien los ayudaría.

—Ta..Takano, busca a Takano...

El rubio asintió sin dudarlo, miró a todos lados señalándole donde esconderse mientras llegaba, reconoció su miedo, si alguien identificaba el aroma y lo atacaba, sería la perdición para los dos. Tal vez por eso Miyagi tomó su lugar en la pelea, dicen que en ocasiones los mismos Omegas no sienten la llegada de su celo por la euforia o por el stress.

El campo de reunión quedaba bastante lejos, así que cuando llegó jadeaba por la carrera y estaban en la mitad de la danza que las guerreras dirigidas por Risako hacían para demostrar la fortaleza de las lobas, trató en el desorden dar con Masamune, pero entre tanto olor y las parejas que se unían al baile, era difícil hallarlo.

Fue cuando se le ocurrió buscar a Misaki, de pronto sería más fácil encontrar al Alpha; sin embargo, esto resultó peor que lo primero. No conocía bien algunas de las tradiciones y por lo visto los que estaban por establecer el vínculo habían sido llevados del lugar a una casa especial. Desesperado liberó su verdadera fragancia, una que daría con Miyagi quien era el único que lo conocía.

«No lo hagas...por favor»

Giró para encontrarse con los ojos rojos de uno de los Usami. Poco le importó, si había respondido a su llamado de auxilio, debía ser bueno, o por lo menos suficiente para ayudarlo con Takafumi.

—Mi padre...él... —Haruhiko afirmó con la cabeza. Salieron del lugar vistos por el peliplata que se extrañó ante la reacción de su insensible hermano.

Indicándole a Yasuda que todo quedaba bajo su mando, salió detrás del pelinegro y el Omega.


Yokozawa aguardaba escondido entre las Daturas y las Damas de Noche. El maldito Alpha con quien luchó era el causante de lo que le ocurría, lo odió, y al mismo tiempo deseaba que lo abrazará. Debía mantener su lascivia al mínimo, si elevaba el nivel de su aroma, cualquiera podría venir y fastidiaría su misión. Un día, solo necesitaba un día para calmar el celo. Debía llegar al Lago Sagrado, una de sus cuevas serviría de refugio mientras pasaba la ansiedad.

En ese instante notó la presencia de Takatsuki  y del Alpha que lo acompañaba.

—¡Haru! —el mencionado apartó las plantas para encontrarse con quien desde la noche anterior su olfato le avisó estaba vivo—. Por la Diosa...Shinobu entre tan...tanta gente solo pudiste traer a un Usami.

—Por lo menos tu sentido del humor sigue intacto —respondió el sarcasmo Haruhiko acomodándose para alzarlo. Las uñas de Yokozawa se clavaron en su brazo, lo que hizo que el Alpha entendiese que eso no era lo correcto.

—La profecía...los tres están aquí ...cuídalo...hasta mañana...


Akihiko vio al pelinegro internarse en la maleza junto con el joven castaño, quiso patearse por seguirlo creyendo que existía algún peligro; no obstante, cuando percibió el fuerte aroma a Amapola y Anís supo que el padre del chico entró en celo. Sonrió de solo imaginarse la cara de Kirishima si hubiese sido derrotado por un Omega, y no cualquiera, porque de inmediato recordó a quien pertenecía esa feromona. 

En uno de los escasos viajes que pudo realizar a Tokio sin ser detenido por Natsuko, conoció a un joven de ojos azul grisaceo y cabello negro azulado, que era asesorado por Haruhiko en su trabajo de grado. La diferencia de edades no fue obstáculo para que entablaran una buena amistad, ya que ambos poseían un carácter de los mil demonios. Con el tiempo se vio unido al grupo por Hiroki, y a pesar de la extraña relación entre ellos, siempre disfrutaron los cuatro de la mutua compañía.

Sigilosamente se aproximó para no asustar al trío, así fue como alcanzó a escuchar al Ojos Grises, que apenas se dio cuenta de su presencia frunció el ceño.

—Nosotros lo cuidaremos —exclamó Usagi procurando no ser atacado por la imprudencia—. Hiyori será una buena compañía para él mañana mientras nos preparamos para la cacería.

—Un problema más... —pensó en voz alta Yokozawa. Shinobu por la tradición era obligatorio que asistiera a la actividad, extendiendo la mano a su protegido lo miró hablando con la voz, de esa manera los Alpha no tendrían la información.

«Habla con Henmi, el sabrá cómo solucionar si no llegó para la noche»

«Sé que lo harás»

Las lágrimas de quien era como su hijo opacaron las lentillas cafés que cubrían el hermoso gris de su iris.

El dolor evitó que hablara más, la transformación se efectuó frente a los tres hombres, los Usami jamás habían visto el lobo de Takafumi, por eso el imponente animal con 150 cm de altura, y casi dos metros de largo, los hizo retroceder. Shinobu entornó los ojos y soltó un bufido, el animal inclinó la cabeza como reverencia para con rapidez introducirse en el bosque.

Regresaron en silencio a la casa de Gobierno, pidiéndole un poco de tiempo al muchacho lo dejaron en el despacho, en la medida que ellos analizaban las posibilidades que tenían. Al final no fue mucho lo que pudieron elegir, si lo instalaban en la habitación que ocuparía Henmi estaría cerca de Hiyori, pero nadie aseguraba que no se escabullera para volver a su casa o buscar a Yokozawa. Actuando más como quienes quieren deslumbrar al primer amor, impusieron las razones para saber cuál de los dos cedería su alcoba. El ganador sonrió satisfecho, yendo por el adolescente, que había abierto la puerta para escucharlos y no daba crédito a la estupidez de los mayores.

Subieron las escaleras, para detenerse frente a la que sería su habitación. Una vez adentro el aroma a Arrayán y Brugmansia le causaron una extraña sensación en su cuerpo; el amodorramiento era similar a lo que ocurría cuando Sorata lo tranquilizaba, pero este le producía una nueva emoción. De inmediato se desnudó para bañarse y quitar el molesto olor de las feromonas artificiales, al salir abrió el armario buscando algo que ponerse, poco le importó que fuese por una sola noche, al contrario, ese hecho sería la excusa perfecta para el atrevimiento. En un compartimiento para la ropa que estaba para lavar Shinobu sacó una camisa y se la colocó aspirando los rastros de la esencia corporal de quien ocupaba el lugar.

Metido ya en las cobijas Shinobu abrazó una de las almohadas cayendo en un profundo sueño agotado por todo lo vivido en la jornada.

Media hora después los hermanos Usami pidieron permiso para ingresar, la imagen del Omega con su ropa hizo aullar al lobo de Haruhiko, imprimiendo la necesidad de marcarlo. Sin desearlo, formaron el vínculo, ya que la deliciosa mezcla del olor de Shinobu y el propio inundó sus fosas nasales.

—¿Crees que es cierto lo que decía Takafumi? —cuestionó Akihiko tapándose la nariz por lo desagradable del perfume que le llegó.

Cerrando la puerta el pelinegro, contestó satisfecho:

—Profecía o no, ese chico me pertenece y pobre del que quiera hacerle daño.



Castigo DivinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora