La Profecía I

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Los helicópteros salieron tan pronto como el médico del resguardo habló del mal estado de Risako, los rumores sobre el estado de la Alpha se regaron rápidamente, para nadie era sorpresa que la mujer tenía varias parejas, así que el inminente aborto por las feromonas de Haruhiko eran la consecuencia de querer engañar al líder de Ojos Rojos sin esperar que Selene y Calisto no la castigaran.

En la casa de Yokozawa se encontraban Misaki y Louis tratando de calmar a Shinobu, por más problemas que tuviese con su hermana, ella era su sangre, no merecía un final tan triste, sin duda su padre la rechazaría y no podría volver a disfrutar del liderazgo que poseía en el Resguardo. Quien diría que dos años viviendo juntos y nunca lo descubrió, sin quererlo las lágrimas que resbalaban por sus mejillas reflejaban el dolor de saber que significaba muy poco para la castaña.

—¿Dónde está Sorata? —la pregunta salió perdida en los gimoteos, era como si de un momento a otro la mente de Shinobu desviará su preocupación a la ausencia del pequeño animalito.

Misaki se ofreció a recogerlo en la Casa de Gobierno, quería saber si su hermano dejó algún mensaje con quien hubiese quedado en el lugar, ya que después de que sacaron a Risako, solo se supo que la comitiva se marchó, y junto a ellos los herederos Usami, el secretario de Fuyuhiko y Henmi que fue arrastrado por su esposo.

Yokozawa negó la propuesta, el gato era caprichoso cuando se lo proponía y no se sabía si aceptaría devolverse con él. Además, las manos de Takatsuki se aferraron al Nephrite solicitándole que no lo abandonar.

El rubio desvió la atención de Misaki y Takatsuki hacía él ofreciendo unas golosinas que trajo de Inglaterra, también habló de la necesidad de un relajante té por lo ocurrido en la ceremonia. El Ojos Grises agradeció con una sonrisa cuando vio a los menores agarrar a Louis de cada brazo y preguntar por el tipo de dulces y si era verdad que eran tan buenos como se decía. Con una camaradería que jamás mostró a los suyos, el ojiescarlata subió las escaleras en la medida que prometía al primero que llegase el postre más delicioso, y una lección de cómo prepararlo.

Yokozawa encontró en la puerta a Ritsu e Ijuuin que vigilaban atentos a cualquier arremetida ahora que sabían de la traición de Tsumori, agradeciendo el esfuerzo se marchó por Sorata. No tenía la menor idea de lo que encontraría en la Casa de Gobierno, Miyagi y Takano no se habían comunicado con él, tampoco había podido comentarles de la situación con Yasushi y del peligro que corrían si por algún motivo le confiaron que él y Shinobu estaban en el resguardo.

Ingresó por la puerta trasera y caminó rumbo a la habitación donde distinguió el aroma a manzana característico de Hiyori; antes de alcanzar las escaleras escuchó la discusión que se desarrollaba en la sala. Con curiosidad se aproximó para distinguir las voces de sus amigos y de Yasuda que por lo visto no había alcanzado cupo en el transporte aéreo.

—Es imposible. Nadie con algo de sentido común creería esa historia —expresó Yasuda con desinterés en la medida que bebía de la copa de vino tinto.

—Por favor trata de ver el bosque no el árbol —solicitó Miyagi cansado, por lo que dedujo Yokozawa que esa discusión llevaba tiempo—. Gou piensa en los hechos, y une las piezas.

Aunque pareciera completamente loco lo que iba a pedir, el pelinegro no pudo evitar anteponer sus intereses a lo que su hermano le exigía, quería saber donde estaba su expareja y por alguna razón conocer realmente lo que ocurría, esa historia por pedazos era desconcertante y demasiado irracional.

Cunado iba a solicitar la razón por la cual pensaban que los traidores estaban en el grupo cercano al Consejo, Takano comenzó a hablar.

—Unos meses después de que Takafumi y tu regresaron de la ceremonia de Belewe, se produjo lo que Inteligencia denominó la Noche de las Sombras, asesinaron a parejas donde el Omega estaba embarazado, debes recordarlo porque uno de tus subordinados se encontraba entre los muertos.

Difícilmente olvidaría esa noche, Yasuda trabajaba en la policía como detective de homicidios, su compañero era Larry Kane, un Omega Puro casado con una Beta que le convenció de vivir en la ciudad como humanos.

La llamada avisando de los asesinatos en distintas partes de la ciudad, obligó a que fueran a una de las escenas del crimen, cuando arribaron un hombre revisaba los bolsillos de quien por el aroma identificaron como un Omega, al percibir su presencia, se levantó disparando a Larry, sabían de su subgénero y lo estaban esperando.

—Te preocupaste por salvarlo, luego por hacerle justicia y tranquilidad a Manami, abandonaste la búsqueda cuando la viste con Takahiro y el recién nacido —concluyó Yô la historia—, un año tratando de ayudar a quien aparentemente supero la perdida con otro.

—En ese tiempo te aislaste tanto que no notaste lo que pasaba con Yokozawa, desilusionado cuando buscaste su compañía lo encontraste empacando para regresar a la Manada —Takano miró a Gou tratando de encontrar una respuesta a su comportamiento cuando el Omega le anunció el porqué de su decisión—. Te pidió que lo esperaras que debía asumir el papel que Calisto le había dado, te dio el voto de confianza al devolverte el anillo.

Miyagi continuó con la parte de la historia que desconocía Takano. Por lo visto, a Yasuda no le importó saber más de su prometido, tan pronto como Takafumi salió del apartamento, se deshizo del anillo, se emborracho al punto de romper el vínculo al marcar a una Omega que conoció en el bar. De esa manera, lo que parecía una noche destinada al olvido, concluyó con un matrimonio y su traslado a América,

Takafumi apretó la palma de su mano contra la boca para evitar emitir el lamento de conocer lo que ocurrió cuando salió para la Reserva, era lo que Yô ocultaba cada vez que preguntaba por el cariño de Yasuda. 

Al despertar del delirio en que se debatió entre la vida y la muerte, se enfocó en recuperarse para comenzar su labor como Guardián; no obstante, cuando pensó que la historia no tendría una peor parte, la frase de su expareja lo heló:

—Tienes razón Miyagi, lo odie tanto por traicionar mis sentimientos, que me alegre de su muerte, porque era el único final que se merecía un hipócrita como Takafumi. 

Castigo DivinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora