Parte 7

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𝑐𝑢𝑎𝑟𝑡𝑜 𝑚𝑒𝑠, 𝑠𝑒𝑚𝑎𝑛𝑎 𝑑𝑖𝑒𝑐𝑖𝑠𝑒́𝑖𝑠

Louis siempre había querido tener hijos. Desde que tenía uso de razón había pensado en llevar un pequeño bebé en su vientre durante nueve meses hasta que pudiera ver su angelical rostro y darle un nombre. No había pensado demasiado en cómo sería el padre, si estaría a su lado en todo momento o si se largaría como lo hizo el suyo. Nunca imaginó tener la suerte de encontrar a alguien tan atento como Harry para ser el padre de su cachorro.

Desde el primer momento que descubrió su futura paternidad, estuvo al lado del omega en todo lo que pudo necesitar. Siempre con una sonrisa encantadora en su rostro y toda su amabilidad predispuesta en cada una de sus acciones. Aquella noche pasada de alcohol, que pensó le arruinaría su amorío secreto, había terminado solucionándolo.

—Llegas pronto —le afirmó al alfa frente a la puerta de su apartamento—. ¿Quieres un café?

—Estaría bien. Gracias.

Louis se apartó, permitiéndole el paso hasta la cocina donde por unos instantes solo se escuchó el sonido de la cafetera preparando la bebida caliente.

—Hoy nos dirán su sexo —mencionó sobre su espalda, acariciando el vientre que ya delataba su estado—. ¿Has pensado algún nombre?

Dispuso su mano en la del alfa y negó. Vivía para esos pequeños momentos que de vez en cuando compartían en la intimidad.

—Todavía no, ¿y tú?

—Zack, Allen, Alyssa, Cara... Los típicos, aunque ninguno me convence del todo.

—Ni a mí. —Se río. A Harry le resultó imposible ignorar la similitud entre esa risa y la corriente de un río. La misma naturaleza fluía de su garganta.

El omega se estremeció en ese momento, sintiendo los destellos eléctricos que surgían a través del toque de sus cuerpos. Sus latidos no cesaban y sabía que Harry podría notarlo si no lo impedía.

—Se te va a enfriar el café —dijo girándose y mostrando la humeante taza entre sus manos. Debía funcionar como distracción.

Harry desvió su mirada brevemente sobre el recipiente cerámico, sin embargo regresó a Louis y a sus gestos nerviosos. Le arrebató la taza y la dejó en la encimera.

—Que se enfríe.

Ni siquiera hizo ademán de apartarse cuando los labios cálidos impactaron con los suyos en un movimiento suave y acertado. Su mano se movió sin permiso, situándose tras su cuello para profundizar las sensaciones transmitidas por ese beso.

Se separaron con un pensamiento extraño correteando por sus mentes y los labios hinchados de tal estallido de pasión en tan poco tiempo. Louis intuyó el estrago en su rostro antes de recordar:

—Debemos irnos ya.

—Sí, tienes razón.

En silencio, el omega terminó de abrigarse y salió detrás de Harry. Ninguno de los dos entendía lo que había sucedido en esa habitación y tampoco sabían si debían entenderlo, pero lo habían disfrutado y eso era lo que importaba.

En cuanto el motor arrancó, encendió la calefacción. En esa época del año no podía arriesgarse, menos aún con el omega embarazado.

—¿Quieres que ponga música? —cuestionó tanteando la radio.

—Sí, pon lo que quieras.

Entonces Mr Brightside de The Killers comenzó a sonar.

—No sabía que te gustaba esta canción.

—Yo sí sabía que te gustaba a ti.

—Lottie, ¿verdad?

—Me hizo prometer que no lo diría, y no lo haré.

—Traidora. —Se quejó.

—Hubiera preferido que fueras tú el que me lo dijera.

—Puedo decirte otras cosas. Por ejemplo, me gustan las hamburguesas del McDonald's sin pepinillos.

—Eso ya lo sabía —habló, reduciendo la velocidad frente al semáforo en rojo.

Louis recibió la respuesta como un reto y comenzó a enumerar:

—Me gustan las películas de superhéroes. El batido de chocolate, sobre todo el Nesquik. El invierno. Los videojuegos. La pizza con piña-

—¿A quién puede gustarle la pizza con piña?

 —A mí. Oh y prefiero la lencería porque es más cómoda —analizando sus palabras añadió—: Olvida lo último.

—Sabía lo de la lencería —la mirada sorprendida del omega le clamó una confesión—. Esa noche, lo vi.

—Es tu turno de decir lo que te gusta.

Con el hospital a la vuelta de la esquina, Harry pareció pensarlo.

—La comida italiana, me gusta. Los días de lluvia, los perros...

Redujo a primera y se adentró en el aparcamiento del centro médico.

—¿Y de mí qué te gusta?

La pregunta inesperada lo atrapó aparcando en el hueco más cercano a la puerta. Giró la llave apagando el motor y dijo:

—¿De verdad quieres saberlo? —Louis asintió y él continuó—. Tu sonrisa, y tus ojos.

Un leve rubor se adueñó de las mejillas del omega.

—¿Solo?

—Me reservo el resto para nuestra primera cita.

—¿Y eso cuándo será?

—Ya lo veremos. Por ahora concéntrate en esta cita.

Louis se quejó en un gemido que fue ignorado por el alfa que salió del coche y se apresuró a abrir la puerta de su lado.

—Vamos.

Aceptó algo indignado. Pronto le arrancaría más información sobre esa cita mencionada, mientras esperaría.

En la consulta la doctora le hizo las típicas preguntas sobre su condición y síntomas hasta que finalmente los hizo pasar a la habitación en la que volverían a ver a su pequeña, aún en proceso de creación. La mujer profesional de mediana edad dio una vuelta con la sonda alrededor del abdomen en busca de malformaciones y de aquella información que todos los padres deseaban conocer a esas alturas del embarazo. Su corazón latía rápido y con fuerza, y se podían apreciar a través de la pantalla sus ya formadas manos y piernas moviéndose.

—Por lo que veo está bastante bien. No hay nada fuera de lo normal.

—Eso es bueno. —Se aliviaron ambos padres.

Dando una nueva vuelta sobre otro ángulo añadió:

—Y os puedo asegurar ahora que es una niña. Se ve ahí —les sonrió y señaló una zona comprendiendo que era improbable que ellos lo pudieran diferenciar como ella. Casi nadie lo conseguía.

Tras limpiarse el gel, comentaron su siguiente cita y se despidieron.

—Parece que la lista se ha reducido a solo nombres de niña. Y yo que creí que sería un niño —mencionó acariciando su vientre con algo de decepción. No es que no quisiera una niña, era su bebé y lo amaba sin importar su género, sin embargo pensó en que sería niño y errar en su predicción le desconcertó.

—La próxima vez podemos intentar que sea un niño.

—¿Qué?

—Solo bromeo. ¿Quieres ir de compras? —habló desbloqueando el coche—. Nuestra hija va a necesitar algunas cosas.

Louis no se atrevió a cuestionar más sobre esa broma. Así que se subió al coche y siguió a Harry allí donde lo llevó.

Fue un día agotador de compras y más indirectas por parte de ambos.

What if I say that I love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora