ʟʏsᴀɴᴅʀᴀ
La esponja de mis auriculares estaba desgastada, tanto que el plástico de dentro rozaba el hélix de mi oreja. Llevábamos más de diez horas metidos en la ranchera que mi padre conducía con orgullo, aunque tuviese más de quince años y se calara cada diez kilómetros. Mi madre y yo habíamos intentado mil veces convencerle de que mandase al desguace ese maldito y ruidoso cachivache. Incluso le ofrecí pagarle la mitad de un coche nuevo, pero por orgullo o por aferrarse a la máquina lo rechazó deliberadamente. Ahora deberíamos comernos un viaje de doce horas, que se convertirían en catorce o incluso muchas más por culpa de su tozudez. Eran estas pequeñas cosas las que me habían ayudado a tomar la decisión de irme a estudiar a la otra punta del país en cuanto tuve una pequeña oportunidad. Mi familia era algo pesada, tenían unas rutinas y una forma de vivir que no concordaba en lo absoluto con lo que yo era y eso se había convertido en una situación difícil para nuestra convivencia diaria. En mi etapa universitaria estuve apenas sin verlos. Al estar tan lejos y no tener tanto dinero no podía viajar en las fiestas y verano. Por eso en cuatro años los vi tres veces contadas. Desde la distancia nos llevábamos sumamente bien. Para ambas partes fue un soplo de aire fresco. El problema verdadero fue cuando acabé la carrera. Mi vida ya la tenía hecha allí, mis amigos, mi trabajo ... Pero insistieron en que regresara. Pensaron que, por la relación tan buena y cordial que llevábamos a distancia, nos llevaríamos bien en casa. Por supuesto, se equivocaron. Al ver la que la mala situación volvía decidieron viajar todos juntos en familia. Y ahí estaba, en la parte detrás de la ranchera de mi padre aplastada contra el cristal puesto que mi hermano Lysson dormía contra mi persona.
—No queda mucho. Ya puedo oler el mar —murmuró mí madre cerrando los ojos e inhalando.
Me removí para separarme un poco de mí hermano y me agaché para buscar la palanca situada en la parte baja de la puerta del coche para bajar la ventanilla y sentir un poco la brisa y ese olor a mar que mi madre decía que notaba. Di cuatro vueltas a la palanca y mi pelo rubio se revolvió gracias al suave aire fresco y húmedo que se filtró por la rendija. Sentía cierta paz cuando se callaban y podía disfrutar de las pocas cosas que me dejaban. Gracias a Dios mis hermanos llevaban más de la mitad del viaje dormidos y no tenía que haberlos soportado más de cinco horas, pero a mí padre ya mí madre ... Cantaban de manera estruendosa cada vez que en la radio ponían una canción de Mariah Carey o Queen. No paraban de hablar cuando recordaban una anécdota de cuando eran jóvenes, por supuesto que ya me han contado cientos de veces o se reían estruendosamente cuando alguno se tiraba un pedo y olía mal. Verdaderamente asqueroso. Eran personas que no podía soportar y eso pasaba a veces en las familias. Que los querías porque al fin y al cabo te han dado la vida, pero como personas no sois compatibles. Era exactamente eso lo que nos pasaba. Ambas partes veíamos de manera muy diferenciada la vida y eso nos hacía chochar de constante.
«Echo de menos mi vida en Nueva York», pensé.
No tardamos más de hora y media en llegar a nuestro destino —sorprendentemente la ranchera consiguió hacer ese trayecto sin calarse en ningún momento—. Un lugar que mi madre había conseguido descubrir gracias a sus amigas, también madres de los compañeros de mi hermana menor Loren. Lo recomendaban por lo familiar que era, por todas las actividades que prestaban y por el precio sumamente bajo para una familia numerosa. Las casas pequeñas eran adosadas y de colores apagados tales como el marrón o el beige. Mamá me indicó que despertase a Lysson. Esperaba que no despertase con ese humor característico suyo heredado de mi madre.
Moví suavemente el hombro donde estaba apoyado con la cabeza. Bajito, lo llamé. Gruñó y se revolvió frunciendo el ceño mientras tanto. Definitivamente se despertaría de mal humor, como siempre. Mis padres insistían y yo solo quería desentenderme. Tampoco me llevaba bien con mis hermanos. Aunque Lysson era el menos insoportable en comparación. Miré a Loren y le indiqué con la cabeza que me ayudase y ella, con rostro malicioso se negó rotundamente a echarme una mano bajando del coche y moviendo su melena rubia.
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Verano {COMPLETA}
Roman d'amour+18 Lysandra viaja a un complejo vacacional con su inestable y estruendosa familia con la que no puede apenas convivir. Allí conoce a Vance, un trabajador del lugar el cual está allí por obligación de sus padres. Ambos se encontrarán en un momento d...