ᴏᴄʜᴏ ᴅᴇ ᴀɢᴏsᴛᴏ- ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ

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ʟʏsᴀɴᴅʀᴀ

No debería haber aceptado.

Era una muy mala idea.

Apenas conocía a ese hombre, sin embargo, me iba a escapar con él para tener una nueva vida. Una vida de cero para ambos. En la ciudad que amaba, donde quería vivir toda mi vida. La idea no me desagradaba en lo absoluto, pero solo de pensar en mis padres, en mis hermanos. Definitivamente mi padre me desheredaría si es que no lo había hecho ya. Mi hermana viviría feliz y contenta por no verme la cara. Y al resto de la familia... Seguramente mi madre intentaría contactar conmigo y nos veríamos a escondidas, puntualmente. Al fin y al cabo ella no me odiaba tanto, aunque no estaba cien por cien segura de eso. Se traería a mi hermano, lo vería crecer poco a poco. Era triste porque pasara lo que pasara los seguía queriendo un montón. Pero necesitaba hacer mi vida fuera de mi familia, sumamente alejados.

«Para Lysandra. Para con las cavilaciones y centrate en lo que tienes que hacer en este momento», pensé al darme cuenta de que no estaba colocando bien la ropa en la maleta.

Mis manos temblaban nerviosas.

Vance me había dejado hacía unas pocas horas en la puerta de mi casa para irse a trabajar. No quería levantar sospechas en su familia y que la «huida» se viese afectada por sus hermanos o sus padres. Nos escaparíamos de madrugada. Ahora, el problema era mi propia familia. ¿Cómo saldría de la residencia sin apenas hacer un ruido a altas horas de la noche? No tenía ni la menor idea, pero me las tenía que arreglar como pudiese puesto que faltaba menos de media hora para que Vance se presentase allí, aparcado al final de la calle con absolutamente todas las luces apagadas.

Iba a ser un gran reto lo de salir a hurtadillas con una gran maleta a rastras. Me dolía pensar que en realidad todas mis pertenencias importantes estaban en casa de mis padres , pero ya tendría tiempo para reponer todas esas cosas. Al final solo eran objetos.

Había estado muy nerviosa en la cena y apenas había probado bocado del pastel de carne que mi madre había preparado con amor. Estaba delicioso, pero mi estómago se había encogido al no parar de pensar que aquella iba a ser nuestra última cena porque me iba a escapar con un absoluto —pero muy atractivo— desconocido. Finalmente, pude concentrarme y metí todas las pertenecías que había llevado para pasar esas vacaciones en la maleta.

Dios, era una locura. Iba a irme con un tío que no conocía, sin apenas tener dinero y sin ningún tipo residencia o trabajo. Estaba emocionada y a la vez tan nerviosa por lo que podría pasar. Podría salir mal o bien. No tenía ni idea de lo que podía pasar y eso generaba cierta adrenalina en mi. Todo era suma incertidumbre y por primera vez en mi vida no me importaba.

Cuando acepté escaparme con él esa noche inevitablemente tuvimos que hablar de nuestro destino. Él no había viajado mucho y quería ir a la otra punta del país, sin embargo, yo quería volver a Nueva York. Estaba a unas pocas horas en coche de aquí y conocía gente que nos podía ayudar a establecernos. Amigos de la universidad que continuaban viviendo allí. Vance lo pensó y estuvo más que de acuerdo. Ya tendríamos suficiente tiempo para viajar y visitar otros lugares. Lo que necesitábamos si es que queríamos hacer una nueva vida era andar con cabeza y no dejarnos llevar por la locura. Aunque ya lo estábamos haciendo y eso en parte me gustaba también.

Revisé todos los cajones y el armario viendo si es que me estaba dejando algo. Cuando terminé de recoger me acerqué sumamente despacio a la puerta y la abrí. No se escuchaba ni un alma por la casa. Parecía que todos estaban dormidos y es que esa era la idea. Salir tarde de allí para que nadie se diera cuenta.

Cogí la maleta, que era bastante pesada, y salí de la habitación con cuidado de no hacer ruido. Bajé las escaleras apoyando la maleta en cada peldaño y, cuando ya estaba a metros de la puerta, escuché el sonido de la madera crujiendo.

Verano {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora