ᴜɴᴏ ᴅᴇ ᴇɴᴇʀᴏ 2000

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Diez.

Nueve.

Ocho.

Siete.

Seis.

Cinco.

Cuatro.

Tres.

Dos.

Uno.

—¡Feliz año nuevo! —Gritó con emoción la pequeña Vera.

—¡Feliz año nuevo, cariño! —Lyssandra besó a nuestra hija en una mejilla y me miró con una sonrisa.

La más bonita que había visto en mi vida.

—Feliz año nuevo, bellezas.

Besé suavemente los labios de Lyss y acaricié la cabeza de nuestra hija. Una preciosa niña de cuatro años, rubia y de ojos verdes como los míos. Todavía era muy pequeña, pero se notaba que había sacado la personalidad de su madre. Alegre, cuidadosa, fuerte.

Así eran mis niñas. Las dos mujeres que hacían que yo era el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.

Desde que nos habíamos mudado a Nueva York habíamos tenido una vida más o menos tranquila. El primer año fue bastante complicado puesto que ninguno encontrábamos trabajo, pero después de unos meses Lyss había encontrado uno y más o menos nos podíamos mantener con eso. Luego pudimos optar a tener un piso para nosotros dos solos y no teníamos que vivir en casa de una antigua amiga de la universidad. Para mí encontrar trabajo fue casi imposible. Al principio me centré únicamente en buscar trabajo como abogado, pero viendo como estaba la situación aceptada cualquier trabajo. Mientras tanto me seguía presentando en todos los bufetes de Nueva York que buscasen abogados hasta que, dos años después, me contrataron. Tuve bastante suerte, sobre todo porque en ese momento tenía treinta y un años y no tenía nada de experiencia en el oficio. Esa misma noche Lysandra me dijo que íbamos a ser padres. Aquel fue uno de los mejores días de mi vida. Había salido del cascarón de mis padres, tenía mi primer trabajo como abogado, estaba con una mujer impresionante e iba a ser padre. Después de todas las dificultades que habíamos tenido por fin, ambos, teníamos todo lo que queríamos y habíamos soñado alguna vez. Eso me hacía inmensamente rico de felicidad.

—¿Nos vamos? —Preguntó Lyss mientras yo hacía un gesto para que mirase a nuestra hija.

Estaba a punto de caer dormida. Con los ojos medio cerrados y rascándoselos, mientras bostezaba con su boquita.

Sonreí. Pasé un brazo por los hombros de mi pareja y emprendimos el camino a nuestro apartamento. Donde nos esperaba la niñera.

Aquella noche habíamos contratado una canguro puesto que había tomado la decisión de pedirle matrimonio a Lyssandra. Quería empezar bien el siglo, con la mujer que amaba y un anillo puesto en su dedo.

{•••}

—¿Tienes todo claro? —Le pregunté a Rosa, la mujer que se había encargado estos últimos años de Vera cuando nosotros no estábamos disponibles por el trabajo.

Verano {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora