(No) será suficiente

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Título: (No) será suficiente.

Personajes: Amanai Kanoka, Iwaizumi Hajime.

Descripción: Kanoka duda. Hajime está allí.

Lo conoció en la universidad, cuando con todo el respeto del mundo se le acercó a preguntarle si era Amanai Kanoka, el as del Niiyama

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Lo conoció en la universidad, cuando con todo el respeto del mundo se le acercó a preguntarle si era Amanai Kanoka, el as del Niiyama. Colmada de avergonzada perplejidad, ella asintió con la cabeza, cuestionándose internamente quién era ese friki del voleibol que sabía su nombre. Resultó que el obseso respondía al nombre de Iwaizumi Hajime, y entre el montón de cosas que lo caracterizaban, estaba el hecho de negarse a admitir que estaba chiflado por dicho deporte.

Le gustó desde ese momento: primero, con la frivolidad propia del desconocimiento ─era guapo, adoraba el voleibol y cada vez que se veían la trataba con una torpe delicadeza que la derretía por dentro. Más tarde, y en cuanto fue conociéndolo, surgió un cariño con tintes de inocencia más propio de una preadolescente que de una universitaria que comenzaba a saborear la vida adulta.

Esperaba con ansias a que él fuera a interrumpirla a la biblioteca, con la excusa de ¿puedo estudiar contigo? siendo visible en su rostro desde lejos; o suspiraba atontada cuando la acompañaba hasta el paradero por las noches, mientras mascullaba al aire que era una vergüenza que en pleno siglo veintiuno un hombre tuviera que velar por la seguridad de una mujer.

O cuando le decía, intentando de aclarar en vano su temblorosa voz ─que contrastaba enormemente con la soltura que lo caracterizaba cuando se hallaba junto a sus amigos─ que ese día estaba muy bonita (para aclarar, apenas un par segundos después, que ella siempre se veía bien, que no lo malinterpretara).

Y de esa forma comenzaron a salir, añadiéndole a su relación tímidos roces de manos que más tarde se transformarían en besos de despedida bajo la garita, con la promesa no escrita de volverse a encontrar al día siguiente.

Las inseguridades no eran hijas de la noche, aunque atacaban en ella, aprovechándose de su cansada mente que navegaba entre parámetros nebulosos. Resultaban, más bien, producto de bocas ajenas: con un comentario sin maldad aparente se podía reducir una autoestima a cero; una mirada reprobadora repercutía de formas insospechables en el ser ajeno.

Si eran fuertes, resoplarían mientras pisoteaban las opiniones en una sociedad que solo sabía destratarlas por comportarse como eran. Si no lo eran, llorarían caminando sobre los cristales rotos, agitando las campanillas de sus gargantas. Más tarde se reprenderían a sí misma, repitiéndose que debían seguir adelante y no amedrentarse ante las dificultades.

Las débiles, como Kanoka, se desgarraban la garganta en mudos sollozos y fingían que nada ocurría, aunque en su interior algo se pudriera de forma irreversible.

─¿Te ocurre algo? ─susurró Hajime en la negrura de la habitación, girándose con pereza y pasando uno de los brazos alrededor de su torso. Ante su negativa, él insistió de manera floja, como si no quisiera molestarla─. Estás muy callada.

─Soy callada ─respondió ella bajito, sonriendo. No pudo verlo, pero supo que había rodado los ojos con diversión, como siempre que ella intentaba negar lo obvio.

─Y yo ando con Oikawa ─dijo, siguiendo la broma.

─Yo sé que ustedes tuvieron algo ─declaró ella, firme en su convicción.

─Un eterna amistad ─contestó, moviéndose entre las mantas para cernirse como ella─. Para novia ya te tengo a ti: la mujer más preciosa del campus. De Tokio. De Japón.

─¿No del mundo? ─se quejó con reproche fingido.

─Existe Salma Hayek, cielo, no abuses. ─Y con su bigotillo de bagre (que tantas burlas había suscitado de parte de su mejor amigo) le raspó el labio superior. Con trémulo afecto, dirigió sus manos hasta los lados de su rostro, aplastando sus manos callosas contra las mejillas barbudas.

─Amo que me digas que soy bonita ─expresó ella en un suspiro, escondiendo sus pupilas opacadas por una capa de lágrimas tras los párpados.

─Es que lo eres, Kanoka, que no te quepan dudas ─agregó, para luego darle un beso mariposa sobre la sensible y delgada piel que recubría sus ojos.

Decirlo era más sencillo que hacerlo, pensó Kanoka, mientras juntaba sus labios y deslizaba las uñas a través del algodón de su piyama. Sopesó hablarle de sus inseguridades, pero al ver como sus ojos brillaban con la ingenuidad enamorada de aquel que no tiene preocupaciones, decidió que dejarse besar por él era una mejor opción.

Tenían mucho tiempo para hablar con seriedad.

Por esa noche, sus palabras cargadas de devoción serían suficientes. Ya resolvería como lidiar con sus problemas cuando el sol volviera a salir, y su cabeza, con nítida claridad, se concentrara en maquinar soluciones.

Aunque en el fondo era consciente de que ni todas las respuestas del mundo serían capaces de hacerla amarse al menos un poco.

No importa si todo el mundo te dice que sos preciosa/o, porque si vos no lo crees, el valor que las palabras tienen es nulo ─o al menos así lo veo yo

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No importa si todo el mundo te dice que sos preciosa/o, porque si vos no lo crees, el valor que las palabras tienen es nulo ─o al menos así lo veo yo.

¿La ship? Todo es culpa de Blue, que me hace darme cuenta de que personaje A y personaje B se verían divinos juntos.

No hay mucho que decir, solo inauguro el book con este drabble sencillito que, espero, diga más de lo que a simple vista parece.

Con cariño,

Nana.

One Touch || HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora