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Eres un desastre enredado con tu confianza

¿Crees que no has pecado?

- ¡Mira!

Se escuchaba la voz emocionada de un niño de apenas 5 años, que se mantenía mirando fijamente las palmas de sus manos sumamente concentrado a lo que éstas estaban realizando. Las manos sucias y grasientas del niño rubio comenzaban a soltar pequeñas chispas descontroladas pero leves seguidas de explosiones igualmente pequeñas e inofensivas, ante la mirada atónita de un segundo infante de la misma edad.

- ¡Wow! ¿Como lo haces?

- ¡Demonio!

La alegría de ambos niños no duró mucho tiempo pues las voces acusatorias de varios campesinos se hicieron presentes, gritando para alertar al resto de la aldea de aquel ser indeseable para ellos.

❝ Bueno, es que eres imparable

Tus paredes son impasables

Creo que estás mejor mirando solo ❞

Sus ojos se abrieron tanto como pudieron mientras su iris carmesí bailaba en el centro con una pupila tan contraída que apenas podía distinguirse, pues su sorpresa ante tal imagen era inmensa, estaba en un tremendo shock que le impedía mover cualquier músculo.

Cuando apenas logro mover una parte de su cuerpo, fue su pie tembloroso el que instintivamente dió un paso atrás, antes de caer sobre sus glúteos, quedando sentado sosteniéndose apenas con sus brazos para no quedar recostado sobre la tierra cubierta por la capa de hojas otoñales de la temporada.

La imagen de un inocente niño colgando de una rama de un árbol mediano era difícil de procesar para él, un niño con quién apenas había mantenido una corta conversación el día anterior. ¿Que demonios había pasado? Aquel niño no había cometido ningún pecado en vida... Un momento.

... Acercarse a él era un pecado.

❝ Los chicos que te persiguen pueden ir a casa

Y al final del día piensas para ti mismo

Mi cuerpo es un producto que se vende en un estante ❞

El aroma nauseabundo a putrefacción inundaba aquella habitación, que era pobremente alumbrada por las velas rojas y negras con extraños símbolos dorados dibujados en sus centros, acomodadas en lugares estratégicos sobre y dentro del círculo de sangre que el joven peliverde había dibujado momentos atrás, para darle la bienvenida a aquel ser del más allá que alimentaria su avaricia a cambio de un diminuto precio, su alma, nada de valor.

La niebla comenzó a esparcirse desde el centro del círculo al resto de la habitación, pero permaneciendo al ras del suelo, permitiendo solo ver cómo de esta emergía un ser que pudo juzgar primero como un dragón, pero conforme aparecía el resto de su cuerpo, no tuvo idea de cómo describirlo, solo una mera criatura salida del Inframundo, nada más de lo que en realidad era "eso".

❝ Dime que puedo cambiar

Dime que puedo cambiar ❞

Tras una de sus rutinarias sesiones de "tortura", miró a su supuesta víctima recostada sobre la cama exhausta hasta el punto en el que no era capaz ni de abrir sus ojos. Es ocasión, era de esa entre miles en las que le daba su momento para ser y se apiadaba de su pobre alma.

Eres Mi CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora