Talara

Día 5

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"Y vivieron felices para siempre..."
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Xavier Institute for Higher Learning
03:33 am

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En algún momento de la noche, el límite entre lo real y los sueños se había perdido. Las voces y gritos se volvieron recurrentes y el final inminente de la pesadilla hizo su aparición en la llamada hora del diablo.

Le aparecieron entonces demonios riendo como maníacos desgarrando cuerpos y destrozando torsos comiéndose las entrañas de sus víctimas, jadeando de excitación los demonios miraron hacía sus ojos.

La sangre escurrió por entre sus colmillos con pellejos colgando de sus bocas. Con los brazos más largos que su cuerpo estos comenzaron a moverse rápido, arrastrándose hacía ella misma. Cuando una mano ensangrentada se levantó hacía ella, sintió su cuerpo paralizarse en su lugar, esperando ser desgarrada

La muerte la alcanzaría.

—¡No!—

Gritó sobresaltada en su propia cama.

El sudor le escurrió la frente y sus dedos abrazaron la sabana, aferrándose a la realidad. La luz atravesó el marco de la puerta que se abría y le anunciaba que ya no estaba sola.

De forma lenta giró su rostro hacia el reloj de tocador, dándose cuenta de que aquello no era una pesadilla. Era la abrumante realidad del mundo. Ella, capaz de sentirlo, de escucharlo todo, se volvió tan vulnerable a cada mente atormentada, a cada pesadilla que no era suya, sus noches eran lamentos y pesadillas.

—¿Profesor hay algo más que podamos hacer?— dijo odiando su propia moral, mirando al hombre acercarse al costado de su cama

—Hacemos todo lo que está en nuestras manos—

La mano fría le brindó breves caricias de consuelo. Recordándole la realidad, desde aquel tormentoso edicto sus compañeros y ella no se habían detenido, durmiendo breves horas, deambulando en las ciudades como civiles indefensos, detenían cuanta cópula pudieran, evitando ser vistos, escondiendo una vez más su mutación. Pero sus pesadillas le recordaban que... aun así, no era suficiente.

Ahí afuera alguien gritaba, alguien gemía, alguien se retorcía de dolor, alguien visitaba el puto infierno en las manos de algún imbécil alguien estaba llorando.

—Intenta dormir, tu turno empieza en 3 horas—

El rostro cansado y sereno del profesor Xavier se retiró de su habitación. Respiró profundo y se enredó entre las sábanas buscando enterrar sus pesadillas y conciliar de forma tonta un alivio a su cuerpo cansado.

Charles Xavier se quedó detrás de la puerta, meditando. Ya había mandado a dormir a todas las mentes curiosas de los más pequeños que se asomaron de sus habitaciones tras el estruendo de la telepata mientras miraba el temblor de sus manos sobre la silla de ruedas.

Ella podía sentir lo mismo que él. Y mientras más pasaba el tiempo... La agonía llegaba gritando y abriendo las puertas de sus mentes mostrándoles violaciones cada vez más cerca de su periferia. Aquello le recorría el cuerpo, como si fuera capaz de sentir algo, el miedo le entraba por los dedos de los pies y le recorría la piel y se encajaba en sus huesos caminando hasta la columna vertebral, esparciendo su veneno en cada fibra de su ser. Pero nada tocaría su mansión, nada tocaría a sus estudiantes...