Día 6 parte 2

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—Funciona—

La sonrisa creció en el rostro tétrico. Las comisuras de los ojos se arrugaron dándole ese aire poderoso y anciano.

—Atraviesa la pared— ordenó al mutante, el más joven de los cinco presentes

Con dificultades se puso de pie, dejando una imagen humillante de la cual no era consciente, abrió sus ojos mostrando un vacío blanco en donde hubo un azul destellante de plata.

Tras varios pestañeos su cuerpo corrió, apareciendo del otro lado del muro de tres metros de metal, para volver a caer al suelo de rodillas, con una jaqueca infernal.

—Vete a tu celda— ordenó de nuevo el joven

Los pasos a velocidad humano parecieran monótonos, pues caminar le costaba infinitamente. La energía irradiada por esos pies ahora estaba al servicio de SGNU

—Paso dos completo—

Los cinco rostros sonrieron de forma sínica y orgullosa.

Con tres pasos hacia la izquierda, la única mujer de ese grupo se dirigió a tres centinelas peculiares, con rasgos casi...vivos.

Uno azul, uno verde y uno dorado.

Traigan al kryptoniano—

Un sonido explosivo del despliegue de los centinelas dejó en silencio la habitación oscura con cinco aterradoras sonrisas.

Uno de ellos saboreaba su venganza.

Uno de ellos sentía la paz llenarle el pecho, porque sus ideales se estaban cumpliendo.

Uno de ellos sentía el éxtasis en la sangre por sus deseos realizados.

Uno de ellos ya no podía dar vuelta atrás.

Uno de ellos estaba planeando matarlos a todos.

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Gotham City
03:30 pm

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Su corazón estaba agitado. Su pulso acelerado y su cuerpo estaba aumentando la temperatura desde adentro hacía fuera.

No resistió mucho, exhalo el aire de forma lenta mordiéndose los labios, tratando de reprimir los jadeos que su cuerpo comenzaba a producir.

Mierda.

Con dificultad, se encerró en el armario más cercano, trabando la puerta con la silla y otros objetos del camino tratando de bloquear la entrada.

Se dejó caer con pesadez, sintiendo el contraste de su piel hirviendo contra lo helado del piso y la pared. Respiró por la boca con fuerza, llevando una mano a su comunicador de su oído.

— ¿Qué está sucediendo? —

Espero cinco, seis segundos una respuesta, maldita tiempo se sentía más eterno cuando el corazón le latía tan aprisa.

— ¿dónde estás? —

Escuchó de forma clara la voz de Alfred. No contestó, esperando respuesta a su pregunta.

— Busque un lugar seguro. Iré por usted —

— Alfred responde —

Hubo un silencio incómodo.

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