Capítulo 15

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Lectura para mayores de edad.

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Saint se sentó en la ventana, el sol besándolo, manteniéndolo tibio. Su piel estaba descubierta, el suave asiento de la ventana lo sostenía gentilmente. Podía escuchar la brisa bailar con los árboles y las campanillas en la parte trasera de la pequeña vivienda, como el viento las hacía cantar y reír.

La casa olía a vino de especias, a carne rostizada junto con el dulce aroma de bayas.

Podía escuchar a los hombres en los campos, reuniendo las flores para hacer perfume y los aromatizantes que ahora producían junto con los jugos y vinos, sus voces se unían en armonías mientras cantaban durante las horas del día.

Aunque existía una voz en particular, la cual añoraba escuchar, su voz de ángel.

Zee se había marchado a la ciudad para hacer negocios para el próximo año con los mercaderes. Se había ido hacía tres noches y Saint maldecía a la fiebre que le había evitado acompañar a su amante.

Ahora se encontraba bien y estaba esperando. Esperando por aquella voz que lo hacía sentir vivo.

Lo primero que escuchó fueron los cascos del caballo, los pasos acelerados y emocionados.

Saint se envolvió entre las cortinas de seda, dejando que lo blanco y el brillo lo envolvieran.

Los niños comenzaron a gritar, la risa de Zee era suave y rica, tan familiar como respirar. Saint sabía que su compañero daría los regalos y dulces, compartiendo el botín. Sonrió al escuchar la alegría de sus voces... su amante decía ser feo, intimidante, pero Saint nunca lo consideró así. Y parecía que los niños tampoco lo hacían.

Por mucho que quisiera correr en dirección a su amante, esperó. Zee lo encontraría sentado en la ventana, esperándolo. Les daría la privacidad que necesitaban cuando se reencontraran.

Pareció tomar una eternidad antes de poder escuchar los pasos de Zee. —¿Saint? ¿Cómo te sientes? ¿Aún tienes fiebre?

Se deshizo de las cortinas de seda y se dio la vuelta en dirección a la voz de Zee con los brazos abiertos. —Lo estaba, pero ahora que estás de regreso tengo una fiebre de necesidad.

—Te traje regalos. —Zee se acercó, el beso era salvaje y apasionado.

—Tú eres el único regalo que necesito, —murmuró, la voz de Zee enviando una onda de placer por su espina, sus besos enviando otra.

—No he dormido. La oscuridad me persigue sin ti.

—Entonces debes recostarte conmigo y dormir. La oscuridad no te alcanzará aquí.

Zee asintió, su lengua deslizándose entre los labios de Saint, saboreándolo, caminaron hacia la cama que estaba cubierta de suaves frazadas. Se subió sobre su amante, colocando sus brazos alrededor del cuello de Zee, sus piernas alrededor de la cintura y confiaba que su amante sería capaz de resistir su peso. Zee no lo dejaría caer. Su confianza era implícita.

Las manos de Zee se posaron sobre sus glúteos, lo sostuvieron antes de dejarlo caer sobre la cama. Las almohadas y frazadas olían a los dos, aunque el aroma de Zee era más ligero que el suyo. Eso sería corregido pronto, ya que se amarían en la enorme cama.

—La ciudad estaba ocupada, llena de vida. Te extrañé, extrañé tus historias y tu aroma.

Gimió suavemente, cada palabra era como una caricia. — Nuestra casa no estaba tan cálida sin ti.

—Traje ovejas que tienen la lana más suave. Una nueva flauta. Y arcilla para ti. —Cada palabra fue dicha entre besos, las ropas de Zee se estaban frotando contra su piel.

—Eres tan bueno conmigo, Zee. Siempre piensas en mí. —Sus dedos encontraron las cintas en el cuello de Zee y las abrió para poder quitarle la túnica.

Zee era cálido, sus besos apasionados y un tanto salvajes.

Saint respondió con la misma pasión, sus manos buscando las cicatrices que hacían de la piel de Zee tan fascinante. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se vieron. Tres largos días.

—Amor. —La longitud de Zee era caliente, dura y rogaba por sus caricias.

Asintió y frotó sus narices juntas. —Sí, te amo.

Luego presionó a Zee hacia abajo y se deslizó por ese enorme cuerpo, usando sus labios y lengua, buscando el miembro de Zee.

—Saint... —Zee correspondió a sus caricias, abrió sus muslos, dándole espacio. Amaba cuando Zee pronunciaba de esa manera su nombre, lleno de amor y pasión.

Molestó el miembro de Zee con su lengua, reconociendo su forma nuevamente. Las manos de Zee eran cuidadosas y gentiles mientras acariciaban su cabellera. Se dejó llevar por las caricias, casi toda su atención se encontraba en la calentura de la necesidad de Zee.

Probó el líquido que se escapó de la punta, gimiendo al sentir los sabores, fuertes, salados y deliciosos, que llenaron su boca. La voz, ronca y profunda, de Zee llenó la habitación como señal de su pasión.

Hubo un momento en el que todo esto era nuevo, cuando cada caricia y beso era algo que debía ser descubierto y explorado. Ahora ya no era nuevo, pero cada caricia y beso aún era atesorado y disfrutado, querido. Sus dedos tocaron los sensibles testículos de Zee, acariciándolos.

—Oh... por favor. —La súplica fue hecha con una sonrisa. Y de pensar que antes creía que era un inútil. No sabían de qué manera lo necesitaba Zee.

Tomó el miembro de Zee en su boca, su cabeza moviéndose lentamente de arriba hacia abajo mientras succionaba. Zee se dejó llevar, su longitud presionándose contra sus labios una y otra vez, felicitaciones llenaban el aire a su alrededor. Succionó fuertemente, esperando que Zee pudiera alcanzar el orgasmo, deseando probarlo.

Un grito ronco y profundo se pudo escuchar y un líquido salado y caliente llenó sus labios, Zee se estremecía debajo de él. Se tragó toda la longitud del hombre, gimiendo al sentir el sabor, al tener a Zee en su boca.

Zee se dejó caer, sacudiéndose, temblando un poco. —Casa...

—Oh, sí, Zee. Casa. Bienvenido a casa.

Rió, encantado y cálido. Definitivamente estaba en casa, en los brazos del hombre con la voz de ángel.

FIN

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Pues llegamos al final de esta historia, espero que la hayan disfrutado tanto como yo!

Gracias por todos sus votos y comentarios!

Nos leemos pronto!

VOZ DE ÁNGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora