11. Vientos de cambio

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Ligeros cantos de un ruiseñor revoloteando cerca de la hermosa ventana con cristales transparentes y tupidas cortinas, anunciaban lo que debia ser un nuevo día. Pequeños rayos de sol comenzaban a adentrarse en el interior del dormitorio, bañando con su luz sobre una cama de sabanas oscuras en la que yacía descansando Daliah.

Apenas consiguió descansar por la preocupación que le recorría el cuerpo debido a la desaparición de Matthew. Sin poder mantener los ojos mas tiempo cerrados, la adolescente se incorporó y observó un par de segundos fijamente con mala cara, un reloj de cuco que descansaba sobre la pared a los pies de la cama. El ligero Cuco hizo que se llevara las manos da la cabeza antes de incorporarse de la cama.

Sacudiéndose un poco el camisón blanco que le habia prestado Giselle para dormir, alisó las arrugas y se calzó con unas sencillas zapatillas marrones de terciopelo.

El reloj marcó las seis de la mañana, por lo que no hacia mucho habia comenzado a amanecer. No estaba segura de que horas tendrían en ese palacio para despertar, pero lo que si tenia claro era que no iba a quedarse esperando en el dormitorio a que le dijeran que ya podía salir.

Giselle le habia dejado para que durmiera en las habitaciones contiguas a Nathaniel y a la familia de este. Tenia muchas ganas de preguntar a la rubia el como estaba después de que la noche anterior el rubio habia sido un cretino, pero algo le decía que no iba a obtener nada referido al suceso. Dado que no tenia ganas de hablar con Nathaniel todavía enfadada, y no sabia donde estaba el dormitorio de Giselle, decidió que era buen momento para admirar - Por fin - todas las estancias que pudiera del castillo.

Conforme avanzaba por el pasillo en dirección al hall de la entrada, deslizaba la mano por las paredes acariciándola con un suave toque, notando las pequeñas irregularidades que esta tenia cuando alcanzó las escaleras y observó el hermosos pomo que indicaba el inicio de la barandilla.

La delicada talla de una figura femenina se encontraba a cada lado de la escalera de mármol. Mientras seguía acariciando la pared, deslizó la mano por la escultura y terminó sobre la barandilla . No muy segura comenzó a ascender hasta llegar a la planta superior.

Demasiada luz.

Por un momento se quedó muy sorprendida al ver la luminosidad de esa planta. Los decorados en tonos claros y dorados junto con los primeros rayos de la luz y los grandes ventanales hacia que esa zona fuera la mas iluminada de las que conocía hasta el momento. Se aproximó al final de un gran pasillo decorado con hermosas esculturas y que seguía hasta una gran puerta doble.

Sin pensarlo dos veces, deslizó el pomo de la puerta y tras abrir el gran portal observó maravillada una enorme habitación llena de libros a ambos lados hasta donde le alcanzaba la vista, adornada por un par de armaduras y una gran mesa en el centro con varios grupos de sillas.

-- Madre mía, soy incapaz de leerme solo un libro y aquí tienen que haber por lo menos mas de mil libros solo en una estantería...

Bastante impactada volvió a salir del interior de lo que parecía la biblioteca y retrocedió tras sus pasos de vuelta a la escalera. Un sonido como de murmullos hizo que no regresara a su dormitorio como tenia pensado hacer, sino que siguiendo el instinto que formaba parte de su familia, hizo caso del Adn Lavigne y decidió aventurarse en dirección al sonido. No muy lejos de la puerta de la biblioteca se encontraba un pórtico de ébano con un marco que recordaba a columnas corintios. Se detuvo junto a la puerta y acercó un poco el oído.

-- ¡Pues alguien tiene que hacerlo!

Un fuerte golpe seco hizo que Daliah diera un paso atrás y se llevara una mano a la boca para evitar gritar del susto.

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