Megan se reflejó en sus ojos negros y no se reconoció. Una joven de belleza etérea, de apariencia frágil y labios mullidos era lo único que podía ver. Aquello le incomodó tanto que por impulso, soltó la mano del duque y éste le agarró rápidamente de la muñeca.
Lo miró escrutarla con dureza mientras intentaba subirla por la barandilla, pero Megan no ponía de su parte.
—¿Tantas ganas tienes de morirte? —preguntó con una voz tan helada que le puso los cabellos de punta.
Ella tragó en seco y temió por lo que sucedería a continuación.
—Sí, si las tengo —sentenció confundida de aquella voz que salió de su interior.
Se tapó la boca con la otra mano y se quedó inmóvil. ¿En verdad le había contestado eso?
El hombre apretó más su muñeca, haciéndole soltar un quejido de dolor y éste ni siquiera se inmutó. Por más elegante y rico que parecía, era muy tosco y bruto para tratarla.
—No tengo tiempo para tus bromas —espetó juntando las cejas—. Vas a caer si sigues con eso.
Megan se sintió confundida de que ese hombre que no parecía quererla, estaba insistiendo tanto en que no se hiciera daño.
—No está tan alto como para morir por algo como esto —se justificó.
—¿Entonces si caes desde el quinto piso vas a quedar completamente ilesa?
¿Cómo podía encontrarse en un quinto piso cuando ella misma verificó que era el primer piso de la casa?
Este hombre cree que soy estúpida.
—No está así de alto —dijo muy segura de sus palabras.
Pero el duque seguía con su papel, y sacó otra de las manos por la barandilla, para sujetarla con más fuerza.
—¿Acaso te atrofiaste la cabeza? ¡coloqué un hechizo en tu balcón, para que no sintieras nauseas cada vez que salieras a tomar aire!
Megan experimentó como una extraña memoria llegaba a su cabeza, acompañada de una enorme migraña. Cerró los ojos, abrumada por la dolorosa sensación, y acto seguido, miró a una mujer cubierta de sangre, de cabellos platinados bailar cerca del balcón, maldiciendo su pobre condición y su miedo a las alturas.
¿Era ese un recuerdo de este extraño cuerpo? No lo sabía. Pero tampoco se encontraba ya tan segura de que estaba en lo correcto.
Megan no era una mujer que creyera en la magia, o en las artes oscuras. Toda su vida fue una persona agnóstica, que pensaba que si Dios existía, este le hubiera dado otra oportunidad de crecer saludable al lado de su familia. Pero por más que rezó e imploró, nunca pudieron curarla, y con su último aliento siendo Megan Smith, dejó su fe en Dios morir con ella.
Pero ahora que estaba en la piel de una mujer distinta, algo mayor y en otra época muy diferente a la suya, comenzaba a dudar de si su antigua postura era la correcta.
—¡Anne Marie!
El grito del hombre desconocido la hizo salir de su ensoñación y le sorprendió como su cuerpo reconoció el nombre, obligándola a verlo de nuevo.
—Dame tu otra mano, te subiré.
Estuvo a punto de ceder ante su petición, pero su cuerpo no parecía permitírselo.
No lo hagas. Dijo una voz dentro de ella y la consternó.
No dejes que te engañe de nuevo.
Aquella consciencia era femenina, fría y demandante. A Megan se le erizó la piel tan solo de escucharla en su cabeza.
—Rápido.
Comenzó a debatirse sobre a quién tenía que hacerle caso, pero cuando la mano del duque estaba repleta de sudor, lo que hizo que su brazo resbalara, entró en pánico y se aferró a él, matando la voluntad que se encontraba dentro de ella.
El hombre cansado de sujetarla por tanto tiempo, hizo un último esfuerzo para meterla dentro de la habitación, y cuando ella alcanzó el final del balcón con sus pies, se impulsó lo suficiente como para ser arrastrada hacia el interior por él. Cayó encima de su pecho y escuchó como respiraba con pesadez. Se quedaron un momento en esa posición, recuperándose del terrible acontecimiento sucedido. Pero una vez la adrenalina pasó y ella entendió en qué posición tan comprometedora se encontraban, se apartó y se recargó en la puerta del ventanal.
El duque la observó, con esa serenidad habitual, lo que hizo que Megan se incomodara rápidamente, porque no entendía sus motivos para mirarla de esa manera.
—Siempre eres buena para causar un alboroto.
Otro pequeño recuerdo se cruzó por sus memorias, haciéndole soltar un gemido y el hombre se inmutó.
—¿Te sientes mal?
Extendió su mano para tocarle el rostro pero ella se lo apartó de un manotazo violento, un símbolo muy característico de Anne Marie Prestion.
El duque suspiró, recordando lo despiadada que había sido su esposa desde siempre y se puso de pie, acomodándose el traje hecho a la medida.
—Está bien si no quieres que te toque, pero déjame llevarte de vuelta a la cama.
Era cierto que Megan no estaba acostumbrada a los hombres, pues toda su vida la pasó enferma en una cama de hospital, lo que le imposibilitó asistir a la escuela como un adolescente normal, y por ende, nunca fue capaz de experimentar nada similar. Sin embargo, ella no había sido quien en realidad le apartó de esa forma tan grosera.
Su cuerpo estaba actuando con voluntad propia, y ella no entendía por qué.
¿Será que el dueño de este cuerpo se encuentra todavía aquí? Se preguntó muerta de miedo.
Y cuando su brazo acarició su palma con voluntad propia y en esta apareció un extraño símbolo, Megan subió la vista hacia el hombre que estaba con ella, para ver si también lo veía. No obstante, él no parecía ser capaz de visualizarlo.
Megan ahogó un grito y respiró hondo.
No entendía que estaba sucediendo y quería llorar durante horas del desconcierto. Así que con la esperanza de que una vez en cama ese extraño hombre se iría y podría pensar con más calma qué hacer, obligó a su nuevo cuerpo a obedecerla y aceptó la mano tendida del duque.
Éste pareció aliviado y la condujo hasta su enorme colchón, donde la acostó y aguardó hasta que el médico llegara.
¿Será que en verdad se aman y lo juzgué mal?
Megan continuó analizando su comportamiento extrañamente amable hasta que los sirvientes entraron en la habitación para atenderla, e ignoró la pesadez que invadía su corazón cada que miraba al que parecía ser el esposo de la antigua dueña del cuerpo.
Espero saber sus teorías y comentarios.
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Los secretos de una villana
RomantizmDespiadada. Altanera. Ambiciosa. Malvada. Una villana. Prohibida su adaptación y/o copia. Todos los derechos reservados. Novela registrada.