Sabías que terminaría aquí. Aquí escribiéndote.
Aquí buscándote entre suspiros y aire, entre humo y desalientos.
Entre sabanas.
Sabías que terminaría por el principio. Y buscaría de nuevo el lugar donde me perdí.
Donde deje de morir, y mi corazón comenzó a latir.
No encuentro ya el lugar, no tengo el tiempo ni los ojos para verlo.
No te tengo a ti.
Tú eras ese lugar.
El lugar donde yo podía volver a ser niño.
El lugar donde yo corría por cada poro de tu piel.
El lugar donde hay mil lugares. Y todos son para mí, lo más grandioso del mundo.
Tú eras la cura para mi adicción, y eras mi adicción, y yo era tu cura.
Adonde fuiste. Adonde llevaste mi tiempo, que es lo único que nunca recuperare.
Donde estarán mis días, y mi sol. Y mi luna.
Donde están mis estrellas.
Y los colores.
Porque me dejaste este dolor que me aprieta el pecho.
Porque veo de piedra mi piel, y veo las nubes a través del techo.
Porque me siento desecho dentro de mi propia piel.
Porque extraño tu hiel. Porque...
Que me has hecho...
Si solo he de caer, en una eterna noche de ti. Caeré sonriendo.
Para que recuerdes mi sonrisa.
Caeré escribiendo, intentando salir de la maldita roma.
Intentando obviar los caminos.
Como una vez hicimos. De manos. Juntos.
Pero me duelen las miradas, me duele el reloj, y su metal frio.
Me duele el colchón, y mi sombra.
Me duele el dolor que no siento, y el que imagino.
Me dueles, en cada respirar de mis pulmones.
Y en este momento que es mi vida, solo se hallar mejoría en tu imagen.
En mi cabeza.
Porque claro está, que no existes.
La vida son momentos.
Y mañana, mañana no sé dónde estaré.
Pero sé que estaré buscándote.
En cada calle.
En cada consejo.
En cada flor.
Tuyo y siempre tuyo.
Aquel que muere.
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