Caen los párpados detenidos en otra pieza que se desliza. Otro fragmento corazonero que se marcha en busca de buena fortuna. Así pasan los años, dejando regados partes de ti en bancos y abrazos, en cervezas y besos que se van.
Solo duele realmente aquel pedacito que no te dieron. Terminaste con el intercambio a medias y un corazón con piezas faltantes, que reparas con canciones y mucha, mucha fe.
Porque te faltan pedazos. Pedazos de alma como un arma que gasta balas de amor cada vez.
Te formas distinto a tus sueños. Compitiendo para respirar, sonriendo para encajar, con insomnio de ganas de vivir.
A veces luces, y de luces vistes tus pasos cuando das saltos entre los mundos; y brillan tus huellas, asombrados te miran los ojos que desconocen tu angustia.
Porque te faltan pedazos. Pedazos de ti que prestaste, que te robaron mientras crecías. Pedazos que dejaste huir, otros que rompiste por despecho.
Te refugias en hojas, en letras, en tinta, en ropa, en el frío de una pantalla. Así avanza el mundo, insospechados tus planes más grandiosos.
Y del otro lado del cielo estoy yo, relatando tu historia, encontrando la mía. Te comprendo bien. No es por las mil vidas que mueren cuando despierto, ni las estrellas que tatúan mi pecho al dormir.
Es porque me faltan pedazos. Pedazos que dejé puestos en esquinas. En árboles, en muelles de besos y bares. Pedazos que dejé como notas, para encontrarnos, y volvernos a armar todos juntos.
Hasta entonces, aquí va otro. Espero llegue hasta ti.