Luego de unos eternos quince minutos, Gustabo, había logrado convencer al de mirada oscura para pasar la tarde insertos entre las montañas de la bella ciudad de Los Santos. Hecho que inevitablemente provocó que Jack se tirara alrededor de diez minutos sumergido en sus pensamientos recapitulando cómo era posible que, otra vez, haya caído ante los encantos del rubio.
No era que le desagradase la idea de estar con su pareja en tal ambiente, sino que prefería aprovechar su tiempo libre para quedarse en su hogar, ya que este le resultaba más seguro y acogedor que el sitio donde se encontraban.
Sin embargo, el momento que estaban compartiendo era prácticamente perfecto. Dado que ambos se encontraban sobre una amplia manta color rojo, donde el de pelo gris tomaba como almohada el abdomen del de ojos azules y este a su vez aprovechaba para hacerle cariñitos a su novio, ya que Conway por lo general no se dejaba hacer y era él quien recibía toda la atención.
A pesar de haber creído que solo se quedarían allí durante algunas horas, el entrante atardecer demostraba cómo el tiempo había transcurrido más rápido de lo esperado, acontecimiento que motivó a Jack a intentar animar a su pareja para partir.
Gran obstáculo fue el que se presentó ante sus ojos al observar como Gustabo se encontraba plácidamente dormido, desentendido de todo lo que le rodeaba. Escena ante la cual el Superintendente solo supo reaccionar tomando entre sus brazos a su novio, para así poder retirarse de aquel sitio; porque a pesar de que le encantaría quedarse toda la noche viendo las estrellas y disfrutando de la persona que se encontraba a su lado, la ciudad en la que vivían no destacaba precisamente por ser la más segura, situación que dejaba en evidencia que la mejor opción era marchar.
Luego de acercar al contrario hasta el coche y dejarlo con sumo cuidado en el asiento de este, se volvió a dirigir hacia el sitio donde se hallaban para juntar todo lo que habían llevado. Tras acarrear lo traído hasta el maletero del vehículo y dejarlo allí, se dispuso a conducir hacia su departamento.
Después de realizar un silencioso recorrido hasta su hogar, estacionó el coche, desprendió su cinturón y tras cerrar la puerta del conductor, se encaminó hacia el lado paralelo del vehículo, con el propósito de volver a cargar a García en sus brazos.
Cerró el coche, dejando la manta y demás cosas en este, para luego dirigirse hacia el ascensor que le acercaría al piso de su casa. Acto seguido, tras quedar frente a la puerta, rebuscó entre sus pantalones cargo las llaves del lugar, las colocó en la cerradura y consiguió ingresar en su morada.
Posteriormente colocó el seguro, se dirigió hacia la habitación que se encontraba en el piso superior, recostó a su novio y se colocó junto a él, envolviéndolo con uno sus brazos, mientras que con su mano libre se encargaba de delinear la cara contraria.
Se quedó en la misma posición durante varios minutos, apreciando la belleza de su pareja y observando la sonrisa que se encontraba plasmada en el rostro ajeno. Sonrisa que había perdurado durante todo el camino transitado, desde las ásperas cumbres hasta la suave cama.
- ¿Qué será aquello que tanto te hace sonreír? - preguntó Conway al aire.
Gustabo yacía en el suelo, disfrutando de los rayos de luz que llegaban a su rostro y provocaban que sus ojos se cerraran, mientras que con una de sus manos se disponía a dejar caricias en su pareja.
Estuvo así durante incontables minutos, pero llegó a un extremo en el cual la paz culminó en él permitiéndole, tras caer en los brazos de Morfeo, viajar a un mundo que parecería ser el mismísimo paraíso, dado que todo simulaba sonreírle dentro de este, díganse las rosas más rojas o las nubes más blancas. Todo apuntaba a la idea de que ese universo se encontraba a su favor.
Divagó dentro de tal realidad hasta que, cuando menos se lo esperaba, se encontró con él. Con aquel hombre que provocaba que se le acelerase el miocardio y que sus hormonas se alteraran.
Se acercó a Jack y sin dudarlo le besó, siendo correspondido al instante a la vez que sentía como este le cargaba entre sus brazos y le dirigía hacia aquel vehículo que daba la impresión de querer partir en cualquier momento.
Luego de que su pareja le dejara dentro de dicho coche y se marchara bajo la promesa de volver. García se dispuso a colocarse el cinturón y arreglar su apariencia lo mejor que le permitieron sus manos.
Tras la vuelta de Conway y habiendo llegado al edificio donde vivía este, Gustabo se vio nuevamente envuelto entre los brazos ajenos, siendo cargado hacia el departamento al que estaba tan acostumbrando a habitar como si fuera propio.
Una vez allí, después de haber dejado múltiples besos en el rostro de Conway mientras que este intentaba abrir la puerta del sitio, se encontró siendo conducido hacia la habitación superior.
Posteriormente, ya en destino, fue recostado por Jack en la cama, para luego ser arropado por los brazos de este. Permitiéndose, por fin, descansar.