011 | Un te amo inesperado

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Elisa

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Elisa

—Pásame aquella maleta, por favor. —señaló el rincón a mi derecha.

Cojeando me acerqué a la vaina aquella y la intenté levantar pero nojoda esa verga pesa más que las culpas mías y con lo de la cadera es mucho más arrecho.

—¡¿Vos qué?! —me quejé—. ¿Traéis piedras aquí?

Soltó una carcajada y se acercó a mí:— Perdón, no recordaba tu estado. —verga no, ya veo—. Anda, siéntate. Yo termino de desempacar. —besó mi frente. Se agachó y levantó la maleta como si nada, una plumita pues.

—Llevas casi un mes aquí y no has deshecho las maletas.

—Casi nunca estoy en casa. —empieza Ruel—. Recuerda que le brindo apoyo a Shawn junto con mi team. —suspiró—. Tampoco estaré mucho tiempo por aquí que digamos.

Ah sí cielto. Mardicion ya me deprimí, el carajito se me va en casi tres meses.

Si, ya sé. Lo voy conociendo y toda esa paja. Pero es que es un amorcito y no pude evitar agarrarle cariño rápido. Por vainas como esa es que me pasan las vergas.

Caminé hacia el puff que había en el medio del cuarto/closet este y me senté con cuidado.

Este lugar en vez de parecer un clóset parece un cuarto. Literal es más grande que mi cuarto pero x, soy feliz con mi cajita de zapatos. Los morados dolían aún al igual que mi cadera, pero ya esa es una vaina de familia. La cadera nos jode a todos en realidad y con esa caída se me pegó el dolor. Ahora pa que se me pase va a ser arrecho.

—Anda, traela. —palmeé a mi lado. Con cuidado se acercó a dónde estoy y la colocó allí—. A ver esos boxers.

El bobito ese se sonrojó hasta los teque teques, añomio. Con toda la pena del mundo abrió la maleta y adivinen qué había ahí.

Un vainero de cables que nunca pensé que pesarían tanto. Que estafa, yo quería ver sus boxers.

Aparte que aquí ha podido ver toda la inmensa cantidad de suéters que tiene. Casi que de todos los colores, no si. Igual que las gomas esas raras que usa pero bueh, a él todo le queda bien.

—¿Qué clase de estafa es esta, chico? —indiknacion—. Búscame la de los boxers, dale pues. —chasqueé los dedos varias veces.

—Pero si ya están en esa gaveta. —señaló un cajón que para mi suerte me quedaba cerca. Al ver la sonrisa maliciosa que se formó en mi rostro continuó—. ¡Deja! ¡No!

Intenté levantarme pero el muy coñuemadre me empujó suavecito y con la vaina que cargo me fui de culo.

Las carcajadas que soltó yo creo que se oyeron en Pekín nawebona, lo que hace la confianza.

—¡Joda! Me lastimé. —siseé.

—Lo siento. —tomó mi mano y la besó.

Ajá, el jura que besándome la mano se me va a olvidar la cosa. Por algo mi papá me llama ladillita.

MIJO, ¿QUÉ HABLAI?  ↬VAN DIJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora