013 | ¡Tres dientes!

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Elisa

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Elisa

Miré hacia arriba y quedé fue loca. El edificio es inmensamente alto. Debo parecer una hormiga desde el último piso.

—Vamos, preciosa. —llamó el catire a mi lado.

Sacudí la cabeza alejando mis pensamientos mariscos y caminé con él hacia la puerta giratoria sintiendo el corazón en la boca.

Pasaron los minutos y vergacion Dios mío. No saben las vueltas que he dado en esta mierda por miedo a machucarme.

—¡Anda! —gritó entre risas la varilla de dos metros—. ¡Sal!

—¡Pimienta, Raúl! —respondí—. Me da miedo.

Suspiró.

—Entraré contigo y saldremos juntos, ¿está bien?

Respondí que sí y esperé. Entró conmigo y se colocó de frente a mí, caminando de espaldas.

Sonrió y sus ojos se achinaron causándole arruguitas en los bordes—. A la cuenta de tres salimos. —asentí embobada. Es demasiado hermoso—. Uno... —tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos—. Dos... —volteó para poder ver el momento exacto para salir—. ¡Tres!

Salió rápido y me llevó con él. Apenas salimos soltamos un suspiro. La gente alrededor nos miraba, algunos extrañados y otros sonrientes.

Tremendo show les monté, y lo triste es que fue gratis.

El área de recepción de esta vaina es gigante. Apenas entras está un mostrador donde atienden, según conté, tres personas. Específicamente mujeres. Cada una con un teléfono sobre el oído hablando rápidamente. Miré alrededor y ví la sala de espera. Muebles grandes que desde acá se ven cómodos, con toda la decoración en una escala de grises súper bonita. A la izquierda un pasillo grande con un letrero que dice Cafetería y a la derecha uno que dice Baños. En medio de todo y justo a un lado del mostrador estaban los causantes de mis pesadillas.

Los ascensores.

—Tendremos que tomar el ascensor, ya vas tarde.

—¡¿Quieres que me muera?! —grité alarmada al ver que me guiaba a la caja asesina—. ¿Y si se cae esa vaina? —apreté su mano mientras me aferraba a su brazo—. Bebé no, por fis.

—Sofi... —soltó mi mano y me abrazó por los hombros. Besó mi coronilla varias veces y luego levantó mi rostro para poderme ver a los ojos—. No nos pasará nada. ¿Acaso quieres que subamos once pisos con lo perezosos y sedentarios que somos? Porque déjame decirte que yo no.

MIJO, ¿QUÉ HABLAI?  ↬VAN DIJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora