Capítulo III - Instintos

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Habían pasado dos semanas desde el encuentro entre los dos alfas, Saint había decidido no contactarlo. Sin embargo, debía admitir que más de una vez casi caía ante la tentación de hacerlo, se detenía siempre cuando recordaba que "todo era un error". 

El joven Suppapong no tenía la cabeza ni el corazón para lidiar con "otro destinado".

Eso era lo que mantenía en mente, ya fuera de forma consiente o no, porque ¿Podía alguien tener dos destinados? Esa pregunta rondaba su cabeza todo el tiempo. Suppapong no se había quedado quieto con aquella pregunta, él había hecho su pequeña investigación. Preguntó a sus padres, pero no consiguió nada, confundidos respondieron que eso era algo imposible, al menos hasta donde sabían. Preguntaron a que se debía el interés, pero Saint no les revelo la razón ya que pensó que podría preocuparlos y era lo que menos quería.

Después de eso continuo buscando entre libros y sitios de Internet, fue entonces cuando tuvo algún tipo de respuesta que lo dejo con un sentimiento amargo: había descubierto que los híbridos entre felinos y cánidos no tenían un destinado, pero emulan las emociones con sus feromonas, así pues, ellos "pueden elegir su destino".

Dio un largo suspiro pensando en esas cosas mientras terminaba su café, estaba en su tiempo de descanso en una pequeña cafetería, se encontraba junto a la ventana observando a la gente pasar. Entonces, entre toda la muchedumbre que pasaba por esa calle, logró ver a quien le causaba emociones incontrolables.

Aquel alfa caminaba al lado de una mujer, una chica alta, elegante, con varias bolsas en sus manos. Saint podía sumar dos más dos y eso le daba como resultado algo que no le gustaba, tampoco le gustaba al animal dentro de él que ya estaba gruñendo. Entonces, sin poder asimilarlo, ya estaba caminando hacia la dirección de aquellos dos.

Cuando el más joven quiso darse cuenta ya estaba frente a aquella mujer, colocándose entre ella y Zee, gruñendo, apartándola, liberando su aroma de forma amenazante.

—Aléjate –soltó sin pensarlo, con una voz grave y autoritaria, era su voz de alfa. –Aléjate –repitió.

La chica lo miró con confusión y luego a Zee detrás.

—Cálmate –habló tomando la mano del menor y acercándolo a él. –Ella no es una amenaza, no debes lastimarla.

—Bueno Zee... –habló con precaución la chica. –Creo que me iré ahora, no quiero entrometerme entre tú y tu novio, discúlpame –dijo lo último dirigiéndose a Saint y se marchó casi corriendo, estaba aliviada de no ser un omega, o si no, aquello le hubiera helado la sangre por la fuerza de las feromonas de ese chico.

Zee y Saint se quedaron en el mismo sitio por unos momentos, en silencio. El mayor observaba al más joven que aún mantenía la vista en el camino que había tomado la mujer. Para Zee, la situación era confusa, ya que no había tenido noticias del más joven, no había recibido mensaje o llamada, más sin embargo, ahora estaba frente a él liberando feromonas, pegado a él gruñendo de forma amenazante, era claro, estaba siendo posesivo.

Soltó una risita sin querer, eso atrajo la atención de Saint y lo hizo dejar de gruñir, sus feromonas se disiparon, podía casi decir que el animal dentro de él se relajó al escucharlo. Parecía que todo estaba mejor. Aun así,  Zee libero feromonas esperando que eso relajara más a Saint.

—Ya dije que no soy un omega –habló Saint frunciendo el ceño, pero Zee podía sentir al chico más relajado.

—Lo sé, pero aunque sé que eso suele solo funcionar con los omegas, quise intentarlo ya que somos destinados. –Saint al escuchar la última palabra tragó saliva con fuerza. Observó el semblante del contrario, parecía feliz y mantenía su vista sobre él.

Serendipia | ZaintSeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora