V - Día dos

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«El interrogador que trata con un carácter ordenado-obstinado debería evitar asumir el rol de autoridad hostil. Las amenazas o gestos amenazantes, golpes en la mesa, acusaciones frente a cualquier posible evasiva o mentira, y similares tácticas sólo despertarán en el detenido su antigua ansiedad y sus mecanismos habituales de defensa»

Buen intento, KUBARK. Pero Fuentes es dual, como decía Pillgram. ¿Con cuál de las dos caras nos enfrentamos hoy? ¿Tiramos una moneda al aire?

Me he despertado varias veces en la noche, sudando, y no solamente por el nerviosismo. Si algo no logra el delgadísimo colchón y la dura cama de cemento antivandálica, es hacerme recordar a mi apartamento en Seattle. Tampoco es que sea una maravilla, pero por lo menos mi cuchitril tiene alfombras y un acondicionador de aire decente; aquí, en cambio, el aire se vuelve irrespirable por momentos debido al calor, y el destartalado ventilador que nos dieron en préstamo hace lo que puede para enfriar el aire enrarecido por la falta de ventilación.  

No temo por mi seguridad, pues se supone que este es uno de los complejos carcelarios que define el concepto de máxima seguridad; si los detenidos lograran llegar hasta este sector durante un motín, sería porque los guardias y equipos anti-motines ya habrían dado por perdida la batalla. Hillaker lo resumía así: «Están a menos de cincuenta metros del cuarto de control, un sector clave, y por lo menos a más de doscientos de los patios, la cocina y los talleres, por lejos las áreas más conflictivas en un presidio.» Puede haberlo dicho meramente para dejarnos tranquilos, y aunque sospecho que algo de verdad hay en ellas, no sería capaz de decir con seguridad si estaba exagerando o no. La mirada del alcaide es dura, su lenguaje corporal equivalente al de una pared de ladrillos, y su tono de voz parece estar impostado todo el tiempo, como si el tipo no tuviera una manera natural de decir las cosas, sino una rutina creada para no dejar ningún resquicio a través del cual verle una debilidad o una duda. Lo podría reducir a una sola frase: necesidad de sentirse seguro. La misma necesidad que, por otra parte, tenían sus empleadores cuando lo contrataron. Según el dossier que me entregaron en Central, Hillaker tiene bastante experiencia: más de treinta años como funcionario de cárceles,  e incluso la administración de una Supermax, que, por supuesto, no voy a decirles cuál es. Compartimentación. Lo siento.

Aunque no se lo he dicho a ninguno de mis compañeros, estoy comenzando a exasperarme, aunque sé que un buen interrogador debe tener sus emociones en calma. Pero hay algo que no me cierra; todavía no logro darme cuenta de qué es exactamente, pero podría resumirlo en una sola idea: todo lo que rodea al ex coronel Fuentes está rodeado de un aura de misterio y datos falsos. 

Bukowski ha estado averiguando en la cocina. Por lo que nos cuenta, el desayuno es una bazofia. Avena aguada, algunos pancitos rancios, y un jugo de naranja tan estirado con agua que casi no puede llamársele jugo. Por supuesto, ahora también el personal de la cocina nos odia; nuestra actitud controladora nos hace sumar enemigos. Tenemos pocos días para lograr algo en concreto, hasta que la directiva de aquí chille a la gente de «arriba» y la cobertura de nuestra misión salte en pedazos, obligándonos a quitarnos la máscara y mostrarnos como lo que realmente somos: una comisión investigadora camuflada. Para ese momento va a resultar imprescindible contar con algún aliado o infiltrado en lugares clave.

Decido mostrarme amistoso al principio. Le alcanzo al prisionero un ejemplar de USA Today de hace una semana, mientras intento sostener una charla intrascendente. Fuentes mira el periódico con poco interés. Pasa las páginas lentamente, con desgana; se detiene en la sección de internacionales. Procuro llamar su atención.

- El mundo sigue sin estar bien, Fuentes. Los rusos se han calmado un poco luego del golpe de Estado, pero los chinos parecen querer seguir jugando a ver quién tiene más pelotas. La mitad de su Armada opera en ejercicios muy cerca del estrecho de Taiwán, y su Ejército está movilizando un gran porcentaje de sus misiles balísticos de corto alcance hacia zonas más cercanas a la costa, lo cual quiere decir que tendrán capacidad para atacar el área en un par de días, a lo sumo. Hasta donde sabemos, no llevan cargas nucleares, pero aún usando submuniciones o cargas químicas, les bastaría con unas cuantas decenas para aniquilar la defensa aérea taiwanesa y sus bases. Y no tienen decenas, tienen cientos. ¿Sigo? (el prisionero asiente con la cabeza) Podríamos ponerles la Quinta Flota en su cara, para que vean que vamos en serio, pero la administración actual no es tan agresiva como la de Roschnitz. En vez de eso, planean abrir nuevamente nuestro mercado a los vehículos chinos, como medida de buena fe. ¿Puede creerlo?

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