XIV - Día seis - Parte 2

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Pierdo diez minutos más frente a la terminal del GEP, mientras intento procesar todo en mi interior. Buscar datos en claro sigue siendo igual de enmarañado que antes, y hacer trampa se me antoja difícil. La máquina es sólo una «caja tonta», un Thin Client conectado al servidor del hospital; algo imposible de hackear salvo con conocimientos muy específicos. Y sin acceso directo al servidor, tampoco puedo copiar los archivos del programa de gestión a un disco o pendrive para que los analicen en Central. «Salve lo que pueda...». Sí, sería fácil hacerlo si tuviéramos el rack del servidor abierto de par en par, dos escuadrones de comandos asegurando el edificio, y a los maniáticos de Jessup y Hillaker vigilados día y noche. Pero otra cosa es hacerlo operando desde adentro, usando su propio sistema en contra de ellos. Una tarea sucia, parasitaria. Para esta gente somos el equivalente a un cáncer, un equipo de asuntos internos entrometido y traicionero. ¿Ese es el futuro de nuestra sección? ¿Mi futuro? ¿Vigilar a los vigilantes, en lugar de a nuestros enemigos?

Debería dejar de pensar. Tal vez luego le pida a ANTELOPE, nuestro técnico en jefe, que me asista con algunos de sus «juguetitos» o me enseñe a obtener privilegios de administrador. Por ahora hay tiempo.

Encuentro a Sawyer sorbiendo un jugo de naranja y conversando con una de las enfermeras del GEP. De seguro que ya está intentando sonsacarle algún dato, poniendo todo su encanto personal en la tarea; eso, si no está intentando «confraternizar» con su víctima por motivos netamente personales. El brillo en su mirada, y el guiño al verme acercándome, me da una señal de que, sea lo que sea que esté tratando de lograr, va bien encaminado. Me presenta ante la enfermera, una «irlandesa ingresada hace poco en el hospital», algo bajita y no especialmente agraciada de rostro, pero bien formada y al parecer simpática, un testimonio de que la naturaleza a veces compensa una cosa con otra. Sawyer le dice algo al oído, y la mujer -algo más de veinte años, decididamente menos de treinta- se sonroja por un instante. Luego de una sonrisa leve y por entero dirigida a mi compañero, se retira rápidamente del lugar.

- ¿Puliendo tus dotes de seductor?- le suelto apenas la enfermera abandona la sala. Intento dar a mi voz un engañoso tono de reproche.

- ¿Celoso? 

- Para nada, es toda tuya.

- Claro, si fuera rubia y de ojos azules me matarías a sangre fría. Conozco tus gustos.

Teniendo en cuenta mi conversación anterior con Bukowski, sonrío sólo para seguirle la chanza a Sawyer. Él parece darse cuenta de lo forzado de mi gesto, porque pasa de seguir tomándome el pelo. Seguidamente, le paso las novedades de los últimos dos días: el suicidio de Al-Zulani, nuestras sospechas sobre los experimentos de Jessup, y la poca información que he logrado recabar con mi acceso al programa de gestión del hospital.

- ¿Y dices que ese tipo no tenía historial de fanatismo religioso? ¿Que su cabeza funcionaba normalmente antes de caer por aquí? Bueno, entonces algo jodido tiene que haberle sucedido en este tiempo. Vi sus ojos, Wheeler. El tipo estaba loco, poseído. Como una cabra. Fue cuestión de un segundo.

- Sí, los guardias también nos contaron algo parecido. Hay que averiguar qué está desencadenado esas reacciones.

- ¿Alguna otra mala noticia?

- Bueno, seguimos teniendo un blackout de datos casi total desde la CIA. Ya van dos días así.

- Mierda.

- No sabemos qué está pasando realmente allí. La información nos llega a cuentagotas y cuando ellos quieren. En mi opinión, siguen queriendo dejarnos al margen.

- La aristocracia de los idiotas...

- ¿Cómo?

- La herencia de William Blace y su puta caza de brujas. Ese tipo va a estar en el hall de la infamia de Langley por décadas. Se lo ganó a pulso, el imbécil.

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