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Alpha miraba preocupada a la pareja. Ya había pasado una hora y no despertaban, no que fuera malo pero le asustaba que Jericó se pierda en la mente de Astrid, había leído varios casos en que la hipnosis salía mal y se perdían en la mente del hipnotizado.

Sintió un abrazo por sus hombros y sonrió, su tío Vengance siempre estaba allí para reconfortala y aliviar sus preocupaciones. Las cosas habían sido difíciles luego de que se enteraron de los multihibridos y con los cachorros pero aún así, Vengance siempre la apoyaba y la ayudaba, no la dejaba sola ningún momento y aceptó todo con respecto a los multihibridos y al cargo de "alfa". Él era todo para ella y ella sabía que era el mundo para él. Realmente agradecía haberlo conocido, haberse enamorado de él y formar esta nueva vida a su lado. A veces su niña interior, aquella víctima de Marcile y de la Inquisición, salía a la luz y él estaba allí para cuidarla y amarla, para consolar su dolor y darle alegría.

-¿ En qué piensas, mí cachorra?- Susurró en su oído y Alpha sonrió, a pesar de haber madurado y ahora ser una hembra alfa, su tío Vengance, su mate, no cambio su trato hacia ella y eso lo agradecía.

- Tengo miedo que el tío Jericó se pierda en la mente de Astrid, realmente no me gusta esta opción.

Vengance le besó el hombro antes de hundir su nariz en el blanco cuello de ella.

- Él sabe los riesgos y sabe lo que hace. Él la ama demasiado, más allá de la comprensión razonable.- Mormuró contra su cuello.

-¿ Cómo lo sabes?- Preguntó curiosa y él sonrió ante de robarle un beso.

- Porque yo lo haría por ti. Yo iría hasta el fin del universo por ti.

- Lo hiciste, tú me rescataste de la locura.- Susurró ella sonriendo.

- Y lo volvería hacer siempre, todos los días, de todos los meses, de todos los años hasta el fin.- Dijo para finalmente besarle el cuello.

- Soy bendecida por tenerte en mí vida, tio Ven.

- Yo lo soy más.- Susurró él para besarle la frente.- No te preocupes por Jericó, él estará bien.

(*)

Jericó caminaba entre las puertas que cada vez más eran oscuras, algunas llegaban a ser negras. Los colores vivos escaseaban ya eran casi inexistentes, su desesperación aumentaba y todo lo que quería era llegar a la primera puerta oscura.

- Vamos Astrid, facilitamelo bebé.- Mormuró mientras caminaba entre las puertas hasta que divisó un pasillo a la izquierda, algo raro puesto que había caminado en línea recta, pero al mirar al frente se dió cuenta que había una pared blanca y que ya no había más puertas.

Decidió doblar en el pasillo y ahí estaba, era una puerta de doble hoja y era enorme, tan negra como la misma oscuridad y por debajo salía ¿Humo? Si, humo. Miró hacia atrás y descubrió que había una pared, ya no estaba el pasillo ni las demás puertas que había visto. Estaba entre la pared y la puerta.

- Bien, aquí estoy.

Jericó suspiró y empujó ambas puertas para divisar un lugar lleno de humo, lleno de tristeza y amargura. Se sentía el ácido en el aire mientras daba cada paso a su interior, cada sentimiento negativo susurraba en su oído y cuando ya había dado quince pasos escuchó gritos ¿Gritos? ¡Una discusión!

-¡ENTIENDE QUE NO TE AMO Y NUNCA ACEPTARÉ A ESA BASTARDA COMO MIA!

La neblina se disipó completamente y el ambiente se torno al de una casa, una hermosa casa. Jericó estaba detrás de una pared como si estuviera espiando.

- Ellos siempre pelean, siempre se gritan. Siempre hablan con groserías.

La tímida voz de una niña hizo que Jericó se diera vuelta y se encontrará con una Astrid que no tendría más de 7 o 8 años. Ella tenía la cara llena de lágrimas pero eso no era lo peor, pudo divisar un moretón en su cuello y luego en sus piernas debajo del vestido.

-Mi mamá está molesta conmigo, no quiere que viva con ella porque dice que no serví para que mí padre se quede. Y mí padre no me quiere porque no cree que sea su hija... Entonces ¿Quien es mí papá? ¿Por qué él se quedaría por mí?

La niña no le hablaba a él, no lo veía, en realidad ella estaba pensando.
Jericó no lo entendía y sabía que ella tampoco, se volvió a la discusión para escuchar algo que le dé una pista para entender a esos estúpidos humanos que lastimaron a su Belleza Divina.

-¡ES TU HIJA!-Gritó desesperada la mujer.

-¡¿COMO PUEDO SABERLO?!- Vociferó él y la miró con odio.-¿No te has revolcado con Mike? ¿No has sido una puta con Jonathan cuando estabas drogada?

-Haremos una prueba de paternidad, por favor James, por favor.-Rogó la mujer y se arrodilló llorando frente a él.- ¡No puedo cuidarla! ¡Estoy enferma, yo... No puedo! ¡Es tu hija James, ella merece una vida digna y perfecta!- Lloró prendiendose por el pantalón de él. La mujer no podía divisar pero él hombre lloraba también.- Ella es inocente de todos nuestros errores y equivocaciones, ella no tiene la culpa de nada.

- Eso debiste pensarlo antes de meterte en esa porquería de drogadicción. Antes de acabar mí confianza y mí amor por ti. ¡Yo te amaba Adalin!- Exclamó con dolor.- ¡Por Dios que lo hacía! ¿Por que tuviste que elegir a Jonathan? ¡Te dije que él te iba a destruir! ¡Él es malo!

Jericó sintió el enojo y el dolor del humano. Su mujer lo traicionó con otros machos y lo peor es que se había entregado a las drogas. Él finalmente se cansó y se terminó enamorando de otra mujer, una que le fuera fiel y le daba todo lo que él quería. Terminó olvidándose de la madre de Astrid y ahora la odiaba.

-Lo sé... Pero intenté pelear contra esta adicción... Pero es algo que es parte de mi, algo que no puedo evitarlo.-Susurro ella.- Astrid se merece algo mejor que una madre como yo.

- Te embarazaste para retenerme, pero no te funcionó y tú lo sabías anticipadamente. Aún así... No te has drogado en todo el embarazo. ¿Cuanto tiempo has estado sin consumir?

-Dos años... Pero recaí... Ahora me es inevitable, necesito la droga como el aire.

Jericó gruñó molesto. Esa mujer prefería a la droga antes que a su hija, antes de cuidar a su cachorra.

-¿No puedes ser fuerte por tu hija?- Preguntó James serio.

La mujer no pudo contestar, solo negó y él suspiró para luego alejarse de ella, aunque la madre de Astrid quiso aferrarse a él pero él se alejó más.

- Yo tampoco puedo ser fuerte por ella.-Dijo el humano con odio.- No puedo tenerla en mi vida, te odio tanto que no puedo quererla. No puedo mirarla.

-¡JAMES!

El humano se dió la vuelta para alejarse de ella. En ese momento Astrid salió de la sala que estaba ocultándose con él y corrió a su madre.

-Astrid...

El humano se detuvo cuando escuchó a Adalin y se dió vuelta para mirarla.
Astrid abrazo a su madre y miró con odio puro al hombre, un odio que aterró a Jericó.

- Te vas a arrepentir de lastimar a mi mamá.- Le dijo tranquila ella.

El hombre negó y se fue de allí como si le quemara el aire. Jericó pudo ver en los ojos del humano cuenta confusión y temor, también algo de nervios.

- Perdoname Astrid, perdoname.-Susurraba una y otra vez la mujer abrazándola.

Astrid: Belleza Divina (Nuevas Especies)0.4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora